“Me permito buscar lo que considero que necesito del mundo, y no esperar que alguien me dé el permiso de obtenerlo”. Jorge Bucay.
Esta maravillosa frase puede resumir la diferencia entre aprender y estudiar.
Todos los días aprendemos millones de cosas nuevas, y no necesitamos estudiar memorísticamente nada relacionado con ellas. Si un tema nos apasiona, profundizaremos en él de forma espontánea, le dedicaremos tiempo y esfuerzo y nos haremos expertos sin querer, porque amaremos que eso forme parte de nuestras vidas.
Incorporar de forma aislada y mecánica conocimientos no es aprender. Igual que llegan se van, en función de nuestro deseo memorístico, de nuestras responsabilidades y atención.
Cumplir con unas exigencias externas pedagógicamente perfectas pero sin sentido alguno para nuestras circunstancias vitales particulares, puede llegar a ser una forma de desaprender, porque mientras nos tienen entretenidos con ciertos conocimientos, nos estamos perdiendo el florecer de los almendros, las mareas más profundas del año, la mejor nevada del invierno…y todo lo que lleva asociado. Unas experiencias difíciles de recuperar, porque una y otra vez nos tienen entretenidos con sus lecciones para no dejarnos ver lo que hay ahí afuera.
Resulta triste sacrificar ni un momento tan siquiera, por elegir vivir en sociedad, en un país civilizado cualquiera, mientras contemplamos con admiración la libertad de los que viven sin presiones ahí afuera.
Quizás haya que buscar un equilibrio, para que nuestros hijos no pierdan la niñez y la juventud sentados en un pupitre estudiando otra vez lo mismo. Y mientras… nosotros trabajando duro para poder pagarles una carrera.
Somos libres para elegir, siempre hay una alternativa, porque para eso sale el sol todos los días, para dejarnos ver su brillo y la vida ahí afuera.