APRENDER A VIVIR.

“Me permito buscar lo que considero que necesito del mundo, y no esperar que alguien me dé el permiso de obtenerlo”. Jorge Bucay.

Esta maravillosa frase puede resumir la diferencia entre vivir como eternos aprendices y estudiar.

Nosotras siempre hemos tenido claro que cumplir con exigencias externas respecto a nuestra formación, aunque fueran pedagógicamente asimilables, no tiene sentido alguno. Nosotras elegimos no perder tiempo con ciertos  aprendizajes que se demoran por circunstancias del modelo. Incluso en muchos casos hemos  llegado a elegir desaprender tras estar sometidas a conocimientos teóricos no acertados, caducados o sin valor en nuestras circunstancias vitales actuales, y cambiarlos por otros que hemos podido utilizar y nos ayudan a vivir, por ejemplo en temas de alimentación, rehabilitación, finanzas, etc.

Lo tenemos claro, no queremos dedicar nuestro tiempo a estar entretenidas en modelos de aprendizaje para masas, mientras nos estamos perdiendo el florecer de los almendros, las mareas más profundas del año, la mejor nevada del invierno…y todo lo que lleva asociado. Muchas experiencias que afectan a nuestro desarrollo vital son difíciles de recuperar si nos las perdemos, y nos pueden enseñar muchas más cosas sobre la felicidad de vivir que las materias clásicas de los centros educativos que podemos adquirir por nuestra cuenta siempre que lo deseemos o lo necesitemos. 

Any siempre ha sido para mí una gran maestra en ese sentido, porque ella libremente ha elegido siempre aprender de forma autodidacta y nunca ha esperado a seguir el ritmo de las masas. Desde que empezó a leer con tres años, no ha parado de cultivar su mente y por lo tanto su cuerpo, sus emociones y su espíritu, porque no se puede separar la sabiduría del desarrollo pleno. Nunca ha tenido miedo a crecer por sí misma, es más, siempre le ha molestado que la tengan entretenida y no le dejen tiempo para ver lo que hay ahí afuera. 

Por eso para nosotras es tan importante vivir desde el amor. Porque donde hay amor no hay miedo, y donde no hay miedo hay libertad, y donde hay libertad hay paz, bienestar, creación, entusiasmo y aprendizaje continuo. Y donde existen todas estas condiciones hay felicidad sin más, sin búsquedas, sin condicionamientos, sin vicios. La felicidad de ver el amanecer y así aprender a valorar un día más de vida para vivirla.

Siempre estamos aprendiendo millones de cosas nuevas, desde cómo funciona el bitcoin hasta la vida más allá de la muerte, y no necesitamos estudiar memorísticamente nada. Aprendemos a diario a valorar el paso del tiempo, con el crecimiento de las horas de día en esta estación, y de los mirlos que nos rodean. Aprendemos a observar y conocer nuestro cuerpo y sobre la adquisición de ingresos pasivos. Si un tema nos afecta o tiene sentido vital para nosotras, profundizamos en él de forma espontánea, le dedicaremos tiempo y esfuerzo y lo incorporamos a nuestra vida, porque amamos que todo eso forme parte de nuestros días.

Por el contrario, intentar incorporar a nuestra mente, de forma aislada y mecánica, conocimientos obsoletos y parcialmente seleccionados, en un espacio “enjaulado”, para nosotras no es aprender. Las memorizaciones al igual que llegan se van, en función de nuestra capacidad memorística, de nuestras experiencias y atención… pero lo que no usamos, tarde o temprano se va, lo que no utilizamos, el cerebro lo desecha si no es útil para su supervivencia.

Por eso a nosotras nos resulta increíble pensar que tras una carrera universitaria concreta, por ejemplo, pueda llegar a pensarse que está la felicidad o el dinero o…. La vida se ha encargado de enseñarnos que no hay tiempo que perder y por eso nosotras preferimos aprender de otra manera y contemplamos con admiración la libertad de los que viven sin presiones porque realmente son sabios, y para nosotras maestros reales.

Siempre buscamos el equilibrio y por eso nos hemos responsabilizado de nuestra propia educación, para poder tener una vida feliz según nuestras circunstancias, fuera de las imposiciones de una educación de masas, muy respetable para quienes la elijan libremente. Pero para nosotras nunca ha tenido sentido perder la niñez y la juventud sentadas en un pupitre estudiando otra vez lo de siempre, para llegar a una carrera universitaria y acabar en la carrera de la rata. Solo hace falta vernos, generación tras generación, para comprobar que algo está fallando en la educación. Quizás sea hora  de mirar más allá del sistema educativo. Esa ha sido nuestra elección y desde luego se la recomendamos a todos los padres. No se trata ya tanto de dejar la educación reglada, sobre todo cuando es obligatoria, como de hacernos cargo como padres de la educación integral en casa de nuestros hijos. Sí se puede. Para eso sale el sol todos los días, para dejarnos ver su brillo y mostrarnos así todo lo que hay que aprender para tener una vida feliz independientemente de las circunstancias y mostrárselo con nuestro ejemplo a nuestros hijos. nada es perfecto, pero sí podemos elegir hacer de nuestra vida un momento mágico.

Aprendizaje: Somos libres para elegir, porque sabemos que siempre hay una alternativa.

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