El cuidado, para mí, es una expresión de amor, entrega y compromiso. Yo, como madre cuidadora en el entorno familiar de Any, lo vivo cada día de la mejor forma posible, aunque cuidar de una persona gran dependiente con sus pluripatologías, desde su nacimiento y para siempre, es muy duro.
Para mí, cuidar es una vocación. Una vocación previa al nacimiento de Any, por eso formar una familia y formarme para ayudar a los demás son sueños hechos realidad. Para mí, cuidar nace desde el ser que soy, desde mi voluntad y el deseo de estar presente, de ser ese apoyo incondicional que sostiene, acompaña y vela por el bienestar propio y de los que me rodean.
Pero también sé que no todas las personas quieren, pueden o deben asumir este rol. Y eso es igual de válido. Respetar esta decisión no solo es una cuestión de justicia, sino también de humanidad. Nadie debería verse obligado a sacrificar su vida, sus sueños o su bienestar, más aún con la situación actual en España de las cuidadoras en el entorno familiar, que nos encontramos sin apoyo, sin reconocimiento y sin alternativas. Entiendo que el cuidado no puede ser un destino ineludible para quienes nacemos mujeres o para quienes simplemente estamos más cerca de la persona en situación de dependencia.
Es necesario generar redes de apoyo, garantizar recursos y brindar opciones para que cada persona pueda elegir su camino sin sentirse atrapada por la falta de alternativas.
Para cuidar, necesito apoyo. Quienes elegimos cuidar, cuando contamos con ayuda, respaldo institucional y una sociedad consciente que valora el cuidado, podemos aspirar a una vida plena. Así ocurre en el norte de Europa, donde las madres de niños con necesidades especiales cuentan con respiros y apoyo de cuidadores profesionales que las acompañan en los cuidados, terapias cubiertas por el Estado y apoyo institucional aceptado socialmente. Todos, en algún momento de nuestras vidas, podemos vernos en el papel de persona que necesita cuidados o de cuidador.
Hoy en día, en España, somos esclavas de un Estado del Bienestar mal entendido ideológicamente que deja desprotegidas a las personas más vulnerables: aquellas en situación de dependencia y sus familias. Muchas veces, la vida de nuestros hijos e hijas depende de las políticas que se implementen, de los medicamentos que se aprueben o de los servicios públicos a los que podamos acceder. La vida de nuestros hijos e hijas, por haber nacido con una condición no elegida, está en manos de un Estado y de sus decisiones políticas. Vivir así es para nosotras, como madres, morir poco a poco, ya que hacemos más de lo que está en nuestras manos para que tengan calidad de vida, amor que les rodee y no sufran el maltrato institucional que vemos sus madres como cuidadoras.
En resumen, que tanto si el cuidado es una vocación como si no, para cuidar se necesita apoyo. Tanto quienes elegimos cuidar como quienes, sin desearlo, se ven obligadas a hacerlo, necesitamos ayuda, valoración y reconocimiento.
Porque el cuidado debe ser una posibilidad, nunca una condena.
Respetemos, apoyemos y transformemos. Somos seres sociales, necesitamos el apoyo de toda la sociedad..
Porque cuidar desde la vocación es hermoso, pero cuidar desde la obligación es injusto.
Apoya a quien cuida, porque quizás mañana tú necesites ser cuidado.
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