EDUCACIÓN PARA LA PAZ.

“La educación es el mejor arma para la paz”. María Montessori.

 La paz es consciencia que nos lleva a la cooperación. La paz no es lo opuesto a la guerra. La paz es el estado natural del  ser humano. Y la guerra es la manifestación de la falta de entendimiento y de la desunión en la convivencia entre hermanos.

Eduquemos a nuestros hijos para vivir en paz, rodeándolos de un clima positivo y de confianza, aplicando el valor de la alegría y la compasión, así como la paciencia que se necesita para resistir cuando las cosas no nos salen como teníamos pensado. A partir de ahí nuestros hijos serán capaces de sacar todo su potencial individual para mejorar el Mundo.

Aprendizaje: Si ayudamos a que nuestros hijos sean personas íntegras, con un desarrollo emocional, espiritual y profesional basado en el amor, el entusiasmo, la colaboración y el éxito, estaremos, como padres, educando para la paz.

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UNA DE CUENTOS.

EL NIÑO QUE TENÍA MIEDO DEL MIEDO. Paco Ríos.

– ¡Papá, mamá!, repetía el niño desde su nueva habitación. 

Los adormilados padres, que para dormir a su hijo ya habían intentado el cuento, la nana y el ruego desesperado («¡por favor, duérmete, que mañana no va a haber quien te levante!») respondieron a un tiempo 

– ¿Qué te pasa? 

– ¡Que tengo miedo! 

Finalmente llegó el temido día por parte de los padres en que su hijo pronunciase esas dos palabras juntas: “tengo miedo”. Habían procurado, desde que nació, que el miedo no le encontrara, pero le encontró. Así que se levantaron, entraron en la habitación y preguntaron a su pequeño: 

– ¿De qué tienes miedo?

– Del monstruo. 

– Y, ¿dónde está? 

– Ahí, debajo de la ropa. 

Los padres levantaron la ropa y nada. 

– Se ha metido dentro del armario al veros, aseguró el niño. 

Los padres abrieron el armario y nada. 

– ¡Está debajo de la cama!, susurró como si la amenaza más terrible del mundo pudiera oírles. 

Los padres miraron debajo de la cama, cada uno por un lado, y solo se vieron el uno al otro, aguantándose la risa y también los bostezos. 

– No hay ningún monstruo, campeón, afirmó el padre, con la vana esperanza de que su hijo le creyera.

– Pues lo había. ¿Y si vuelve? 

La madre miró al padre con complicidad. Había llegado el momento de revelar a su hijo un secreto que pertenecía a su familia desde hacía muchas generaciones, y que pasaba de padres a hijos cada vez que el miedo les encontraba. Así que le dio un palmadita en el hombro, un cariñoso beso en la mejilla, y se fue a dormir diciendo: «A por él, tigre». El padre respiró profundamente, cogió un taburete verde y se sentó junto a la cama de su pequeño. 

– Voy a contarte una historia… 

– ¿Otro cuento?

– No, una historia que… 

– ¿Es de monstruos? 

– Algo así, es una historia que nuestra familia lleva contando… 

– ¿Salgo yo? 

– Si me dejas hablar, te la contaré. 

– Perdón, se disculpó el niño, impaciente como todos los niños, emocionado como todos los niños. Y se sentó en la cama, tapándose con su sábana hasta las orejas, dispuesto a escuchar como solo saben escuchar los niños. Y el padre comenzó su historia. 

– Hace miles de años los humanos fueron testigos del combate que mantenían los semidioses por el dominio de la Tierra. Por un lado, los Geómidas se habían comprometido a mantener el equilibrio natural del mundo y protegían a los mortales de las amenazas que provenían del lugar situado detrás de la Sombra Oscura, territorio de los Necrómidas, que odiaban a los mortales por haber recibido la Tierra como su morada. 

– ¿Los quiénes hacían qué cosa y los como-se-llamasen-los-otros que venían de no-se-dónde iban a hacer qué, papá?, preguntó el niño, que no había entendido nada. 

– Que los buenos luchaban contra los malos y uno de los más malos se llamaba Somnícubus, un semidios que, desterrado a la Sombra Oscura por su codicia, juró que se vengaría de los mortales y que su venganza sería tan terrible que todos los Poderes del Universo tendrían que arrodillarse ante él. 

Usando un conjuro prohibido que habían ocultado bajo siete hechizos los Santos Sabios, Somnícubus creó un sentimiento que sólo él podría controlar: el miedo. Y usó su poder para inspirar ese sentimiento entre todos los mortales mientras dormían. Y antes de que la Luna diera paso al Sol, el miedo se había vuelto tan poderoso que ni el mismo Somnícubus pudo dominarlo. 

– ¿Y qué le hizo? ¿Lo mató?, ¿le hizo sangre?, preguntó el niño, cada vez más interesado en la historia. 

– Lo encontraron con los ojos muy abiertos, temblando y llorando, acurrucado en una cueva de la que, dicen, nunca más salió. El miedo se instaló en el corazón de las personas y, durante décadas, dominó su voluntad para que no se atrevieran a hacer muchas de las cosas que hacían antes de su llegada: dejaron de pasear solos por el bosque, dejaron de guardar cosas en los altillos de sus casas. Incluso dejaron de relacionarse con otras personas por miedo a lo que les podrían hacer. Y la peor parte se la llevaron los niños. 

– ¿Nosotros? ¿Por qué, papá, por qué?, ¿eh?, ¿por qué? 

– Porque, cuando dormían, convertían su miedo en imágenes de monstruos que impedían su descanso y les provocaban un amargo llanto. Y cuando aquellos niños se convirtieron en adultos, al crecer viendo esas imágenes en sueños, las transformaron en seres reales que escaparon de su imaginación y el mundo se llenó de feroces dragones, trolls deformes y malolientes y todo tipo de seres espantosos que aguardaban en la oscuridad, se escondían en los armarios o dormían bajo las camas. 

– ¿En serio?, el niño escuchaba a su padre con suma atención, pues le afectaba directamente, ya que él estaba convencido de que un monstruo se había colado en su habitación.– Sigue, sigue, porfi. 

– Los semidioses no sabían qué hacer. Estaban desolados, pues el mundo que habían jurado proteger se estaba destruyendo a sí mismo por culpa del miedo. Entonces, un muchacho joven, casi un niño, tuvo una idea: juntó varias hojas grandes (las más grandes que pudo encontrar) y las cosió con una cuerda de cáñamo. Y con su invento bajo el brazo, pidió ser escuchado por los Geómidas… 

– ¿Por quiénes?, preguntó el hijo.

– Por los buenos, aclaró el padre, y continuó.– … ser escuchado en la siguiente Asamblea y proclamó: esto que veis puede vencer al miedo. Lo llamo Valor. Los semidioses sonrieron incrédulos, pues no entendían como un montón de hojas podían vencer al miedo, que ya había derrotado a un poderoso semidios como Somnícubus, había dominado el corazón de los hombres y amenazaba el equilibrio del Universo. Entonces el joven preguntó a la Asamblea cuál era su mayor temor. Y mientras ellos le contestaban: ser desterrados como Guardianes de la Tierra, el joven les dibujaba en las hojas, marchando con la cabeza baja y el rostro triste. Cuando hubo terminado el dibujo, lo mostró. Y entonces… 

– ¿Qué, qué?, preguntaba el niño aferrado a su almohada. 

– Unas luces oscuras salieron de los corazones de los semidioses, como rayos en una tormenta. Y todas aquellas luces se estrellaban contra el montón de hojas quedando encerradas. Y cuando las luces terminaron, el miedo había desaparecido. 

– ¡Qué guay!, exclamó el niño, pensando que sería fantástico poder tener unas cuantas de esas hojas. El padre se sentó en la cama, junto a su hijo, y le preguntó si le apetecía oír el resto de la historia. 

– ¡Claro!, respondió. Y se acurrucó bajo uno de sus brazos. 

– Fascinados por el invento ordenaron a los árboles que hicieran brotar millones de hojas y encargaron al joven muchacho que los convirtiera en «valores». Uno para cada corazón temeroso. Entonces él explicó que eso era algo que tenía que hacer cada persona por sí misma, pero los semidioses (que no tenían demasiada paciencia) insistieron en que él debía ir pueblo por pueblo explicando el modo de acabar con el Miedo. 

– ¿Por todos los pueblos?, preguntó el niño, solidarizándose con el protagonista, que también era casi un niño. 

– Por cada pueblo de cada provincia de cada país, respondió el padre. 

– ¿Por todo el mundo?, insistió el niño, casi indignado por el encargo de los semidioses. – Eso mismo pregunté yo –dijo el padre, recordando su propia indignación.– Era imposible que le diera tiempo a recorrer el mundo entero y menos en aquella época que no había más transporte que un caballo. ¡Imposible! 

– Sí es posible –matizó el niño– Con magia. El padre se tragó un gesto de envidia porque a él, cuando era pequeño, no se le ocurrió esa respuesta. 

– En efecto. Los semidioses le ayudaron con magia. Fue entonces cuando los Necrómidas… Los malos acusaron a los Geo…, a los buenos, de modificar la Ley de los Santos Sabios. 

– ¿Qué ley era esa, papá? 

– Se decía que los semidioses no podían interferir en las decisiones de los humanos. Si la idea era del muchacho ellos no podían ayudarle concediéndole la magia de estar en cualquier lugar del mundo sólo con pensarlo. Reclamaron su derecho a imponer condiciones en la misión que habían encargado al muchacho. 

– ¿Cuáles? –preguntó el niño extrañado, ya que, como todo niño sabe, los malos no tienen derecho a nada, salvo que los buenos les dejen, que para eso son los buenos que, como dice su madre, «a veces de tan buenos parecen tontos». 

– Que las hojas de árbol sólo pudieran encontrarse en el interior de una cueva oscura como la noche, que el muchacho sólo pudiera explicar una vez la forma de usarlas a quienes quisieran escucharle y le creyeran, y, por último, que una vez hubiera recorrido la Tierra explicando el modo de vencer el miedo, perdiera la magia que le habían concedido y volviera a ser un muchacho normal. 

¡Qué fastidio! –protestó el niño pensando en lo chulo que sería tener magia. Él podría hacer tantas cosas si tuviera magia.– ¿Y qué pasó, papá? 

– El muchacho recorrió la Tierra en poco más de un mes, explicando en todos los idiomas (que curiosamente hablaba a la perfección), a quien quiso escucharle, que si querían vencer al miedo deberían entrar en la cueva oscura, encontrar el valor y dibujar en las hojas aquello que temían.

– ¡Qué miedo! Entrar en una cueva oscura. 

– Ese era el plan de los Nec… de los malos. Pensaban que nadie se enfrentaría a sus temores para encontrar el valor, pero se equivocaron. Cada vez más y más personas dibujaban sus monstruos y vencían sus miedos. Con el paso de los años, las hojas de árbol se convirtieron en hojas de papel; la cuerda de cáñamo, en grapas o cola de contacto, y los valores, en libros. Y así nacieron los cuentos sobre monstruos, ogros, dragones, fantasmas… La gente fue dibujando sus miedos en libros para que desaparecieran. Y colorín colo… 

– ¡Venga ya! –exclamó el niño, terriblemente decepcionado al oír la conclusión de la historia.– ¿Todo este rollo para decirme que quieres que lea cuentos? 

– No, hijo, quiero que los escribas y, sobre todo, que los dibujes. Así, el monstruo que de tu ropa saltó al armario y se escondió debajo de tu cama desaparecerá para siempre. 

– Ya, seguro –dijo entre dientes el niño, cruzado de brazos, con los morros bien apretados. 

Entonces el padre salió un momento de la habitación para entrar en el «cuarto-donde-nunca-se-debe-entrar-porque-ahí-están-las-cosas-de-los-papás» y salió con un paño viejo en las manos. Volvió a sentarse en el taburete verde y le puso el paño en las piernas a su hijo. 

– Ábrelo. 

El niño desenvolvió el paño y dentro se encontró con un montón de grandes hojas de árbol, cosidas por una cuerda de cáñamo. Apenas podía creer lo que estaba viendo. Aquello parecía tener miles de años y estaba lleno de dibujos de seres monstruosos. 

– Dibuja a tu monstruo y mañana volveremos a guardarlo. ¿Vale, hijo? 

El padre estaba saliendo de la habitación cuando el niño, al fin, se atrevió a preguntar: 

– Pero, ¿cómo?

Y su padre le guiñó un ojo y respondió: «Magia”.

Aprendizaje: Crear con consciencia es mágico. La creatividad del alma nos libera del miedo.

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LIBERTAD SOCIAL.

“Cada uno de nosotros tiene una visión del Mundo, y muchas de ellas son incompatibles. Sin embargo, lo ideal es que todos seamos capaces de coexistir, y no que otros nos impongan su modelo de sociedad”. Juan Ramón Rallo.

Vida es tiempo y energía. Si alguien quiere robarnos esto, está vulnerando nuestra libertad como seres humanos para elegir qué estilo de vida queremos tener y dónde poner nuestra energía para conseguirlo. 

Por eso nosotras entendemos que para convivir saludablemente tenemos que respetar al prójimo, su libertad, pero también que el otro nos respete. Cada uno con sus creencias, influencias y pensamientos pero con al menos un mínimo de reglas sociales invulnerables de convivencia (no matarás, no robarás, etc.). Si no es así, no habrá paz entre los humanos.

No dejemos que nada ni nadie nos quite más libertad. Ni políticos, ni poderes económicos, ni ningún tipo de organización social de individuos que solo miran por sus creencias sin respetar las de los demás… Nadie nos debe convencer de que cumplir sus pensamientos es más importante que nosotros mismos. Nosotras decimos NO a cualquier individuo que intente ejercer una autoridad desmedida sobre nosotras, independientemente de su oficio, raza, religión, etc. 

Si todos convivimos desde el amor, la paz, la felicidad…. tratándonos con ternura y cariño, no surgirá el miedo, desde la vulnerabilidad, lo distinto o el rechazo a la identidad del otro. Seremos felices siendo diferentes y atendiendo cada individuo nuestras necesidades para vivir en libertad.

Aprendizaje: Decir NO a cualquier acto que limite nuestra libertad individual nos permite convivir felizmente en sociedad.

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FUTURO.

“En la quinta revolución industrial, hacia la que nos dirigimos, el talento ganará aún más importancia, ya que las personas exitosas serán aquellas con capacidad de hacer preguntas”. Marc Vidal.

La tecnología es creada por el hombre para ayudar a otros hombres, pero poner todos los huevos en la ilusión futura no es una forma muy inteligente de disfrutar plenamente del presente de nuestros hijos. 

Como dicen en la película “El Rey León”: «¡Sin preocuparse es como hay que vivir! Lo más fácil es… saber decir… ¡Hakuna Matata!». Otra forma de ser.

Cada poco tiempo nos bombardean la cabeza a las Mamás Especiales con una novedad para que nuestros hijos caminen. A veces creo que esos empresarios o desarrolladores no tienen corazón. Porque a las que somos veteranas ya nos han dicho cientos de veces “pon tu dinero aquí”, muchísimo por cierto, “y tu hija caminará”. Llevamos décadas con la misma película, y ya no caemos en su venta, propaganda ególatra o deseo irrealizable. Pero siguen llegando a nuestro colectivo madres sin experiencia aún, que solo quieren oír, como nosotras de jóvenes, que su hijo se va a “curar” y que va a “caminar”. Y por eso caen otra vez en otra trampa diferente. Mientras que el hijo con problemas en la deambulación de una persona con alto poder adquisitivo no camine, ten por seguro que nuestros hijos de clase media no se van a “curar” con algo que cueste solo dinero. Nuestras hijas a día de hoy mejoran con inteligencia, amor y trabajo. No tiremos nuestra vida al suelo por la propaganda desmesurada de quien no convive con un niño con problemas motóricos. 

La tecnología está ahí para ayudar, pero todavía no ha avanzado tanto como para “curar” a nuestros niños. Trabajemos por una mejor calidad de vida y aprovechémonos de la tecnología, pero no creemos falsas esperanzas en nuestras cabezas. Primero que nada, nuestro hijo tiene que vivir más que lo que tarden en desarrollarse esa tecnología, para que a él le sea útil en su vida (no en un hospital una hora). Y después, cuando logremos que tenga calidad de vida, ayudemos todo lo posible para que la tecnología sea accesible para todos y no para unos pocos como siempre.

Ayer en la cadena de TV “Cuatro” presentaron el exoesqueleto pediátrico que Marsi-bionics ya había lanzado hace tiempo, y que está implantado en dos hospitales como método de rehabilitación. Y hoy he visto cientos de comentarios sobre el tema en los grupos de Madres Especiales. Qué cruel me ha parecido volver a ver una y otra vez las vidas de cientos de familias desestabilizadas emocionalmente por no poder darles a sus hijos “lo mejor”.

Tras nuestra experiencia vital, 18 años tiene Any, solo podemos decir que caminar no es algo imprescindible para ser feliz. Ser libres, estar sanas y adquirir conocimientos continuamente para ayudarnos a ello es realmente lo que nos importa. Educar en valores a nuestros hijos (ayudar a los demás, superación, equidad, etc.) los acerca más a la felicidad que estar de pie, más cuando su cuerpo no está preparado y pueden generarse procesos destructivos a largo plazo. Nosotras cambiamos de vida cuando Any tenía 3 años y nos fuimos a vivir a Madrid porque allí estaba “lo mejor”. Y aquí estamos 15 años después, en el pueblo, tan felices y cuidando nuestro cuerpo, mente y corazón. Ahora sabemos que allí no tenían la solución, y la siguen sin tener.

Caminar no da la felicidad. La mayoría de las personas caminan y muchos no saben ser felices. Si logramos que nuestros hijos sean felices con sus circunstancias, la meta es el infinito. Si el día de mañana logran bipedestar, fantástico, y si no, fantástico.

La tecnología es creada por el humano para ayudar a otros humanos, pero hay que ser conscientes de que necesita evolucionar y volverse algo práctico y accesible, para ser útil realmente a todos. Hasta entonces, no deja de ser un experimento tecnológico, no una realidad.

Mientras, nosotras tenemos claro que tenemos que avanzar todo lo posible para que Any sujete el cuello, tenga fuerza en el tronco, se nutra e hidrate adecuadamente, etcétera. Para nosotras es un camino elegido libremente y respetamos absolutamente otras elecciones conscientes.

Durante los 18 años de vida con una de las llamadas enfermedades raras, Any se ha  cuidado naturalmente hasta que han descubierto un medicamento que ayuda a mejorar y corregir algunos de los problemas relacionados con la FQ. Todo ese trabajo de conservación y optimización del cuerpo nos ha traído en las mejores condiciones posibles hasta el resultado científico que por fin ha llegado a la población general.

No tiremos nuestros sueños por los suelos una vez más por desear lo que no nos corresponde aún. Trabajemos en la base para que cuando la tecnología o la ciencia estén listas para ayudarnos a tener mejor calidad de vida ya estemos súper preparadas para aceptarlo en las mejores condiciones posibles. 

Nadie va a hacer milagros, solo el trabajo y la educación en valores pueden acercar a nuestros hijos a la felicidad independientemente de las circunstancias.

Aprendizaje: Los milagros no existen, y la tecnología y la ciencia no están aún al alcance de todos, ni han evolucionado hasta el punto de poder incorporarse a nuestras vidas diarias, al menos todavía. Hasta entonces, vivamos y dejemos vivir.

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RELAJARSE por Any Pascual.

“Para ser, también es importante estar”. Any Pascual.

El momento presente, si lo disfrutamos, puede enseñarnos tanto como un retiro espiritual. Muchas veces, la vida tiene que ponernos en situaciones que nosotros no hubiéramos elegido, simplemente para que podamos aprender las lecciones que necesitamos para evolucionar en amor.

Pero no siempre es así. Nuestra existencia terrenal es más que una sucesión de circunstancias estresantes y problemas. No tenemos por qué tener una revelación trascendente todos los días, tampoco.

De vez en cuando, está bien relajarse. El tiempo corre, sí, y precisamente por eso hay que disfrutarlo. Aprendamos a disfrutar los días sencillos, porque los momentos tranquilos son la ocasión perfecta para integrar, absorber y aprender a aplicar las enseñanzas que muchas veces no podemos ver en medio de la tormenta.

Vivir es un regalo. Y para apreciarlo es necesario descansar. Aunque sea solo de vez en cuando.

Incluso los peregrinos se paran de vez en cuando. El camino de la Vida no es una pista de carreras. Ambas la tortuga y la liebre tienen mensajes para nosotros. Después de un descanso, continuar es más fácil. 

Escuchemos el ritmo del Universo y veremos que no hay ninguna prisa.

Aprendizaje: Ya sabemos que somos seres espirituales… ¡Disfrutemos de ser humanos! 

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¡CAMPEONES!

“No tengas miedo de renunciar a lo bueno para ir a por lo grandioso”. John D. Rockefeller.

Nosotras creemos que debemos perseverar en la búsqueda del éxito, e intentarlo incesablemente desde el optimismo. ¡Vale la pena!; incluso cuando es difícil mantener una actitud positiva. ¡ Hay que seguir intentándolo!

Y si el éxito llega, disfrutemos de esos momentos de éxito particular o colectivo para ser aún más felices, vivir el presente glorioso, enamorarnos de todo el viaje realizado hasta conseguir los objetivos…

Aprendizaje: Disfrutemos a tope para aprovechar la alegría como motor de vida.

¡Hala Madrid! Gracias por la ilusión y las alegrías.

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LO DIVERSO NOS ENRIQUECE.

“Nuestra diversidad es nuestra fuerza. Qué aburrida e inútil sería la vida si todos fuéramos iguales”. Angelina Jolie.

Del uno salió el dos y se creó lo diverso. Y a partir de dos aparece tres, la vida, el hijo.

Todos somos distintos, desde que nos encarnamos, y respetar al diferente supone respetarse a uno mismo, al mismo tiempo que a los demás.

Nosotras vemos lo distinto como complementario. Cooperar, compartir, crecer, etc… parte del respeto por la  diferencia.  Y al final, por mucho que nos diferenciemos, todos volveremos a ser uno, sin distinciones.

Aprendizaje: Enriquecernos de lo que el otro nos aporta siendo siempre distinto es aprovechar la diferencia para crecer.

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SOMOS SERES SOCIALES.

“Nuestras únicas limitaciones son las que establecemos en nuestras propias mentes”. Napoleon Hill.

Somos seres humanos que nos beneficiamos del simple hecho de vivir en sociedad. Por ello aceptamos leyes y normas, para que no haya grandes conflictos dentro de la convivencia. Así, en general, vivir en sociedad es beneficioso para todos al cooperar, convivir, colaborar… Juntos creamos una vida mejor. 

Los problemas pueden surgir cuando puntualmente aparecen individuos que buscan su único beneficio sometiendo a los demás a sus ideas sin respetar la libertad de cada ser. 

Nosotras deseamos crecer en una sociedad libre, sin dañar a los demás, siendo buenas cooperadoras, compañeras, colaboradoras… por un bien común mayor, no por los intereses particulares de determinadas ideologías, grupos o asociaciones. Somos seres libres por elección.

Aprendizaje: Creemos en una sociedad libre, llena de individuos indomables que buscan hacer de este mundo un lugar mejor para todos.

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LA LIBERTAD DE SER FAMILIAR.

“La libertad no es la ausencia de ataduras, sino la capacidad de decidir a qué, o a quién, atarse en cada momento”. Any Pascual.

En este mundo somos libres para convivir como queramos. Podemos elegir ser muy sociables y pasar el día rodeadas de experiencias relacionales; o podemos volver a vivir al pueblo; o solas en la montaña y tener una vida más hacia el interior… Lo importante para nosotras es poder ser libres para elegir en cada momento vital lo que deseamos, cambiando de opinión si nos apetece.

Somos conscientes de que el ser humano es un ser social, pero también tenemos claro que  no tiene por qué elegir vivir en comunidad, es solo una posibilidad.

Vivir en sociedad, uno junto a otro u otros individuos, supone simplemente respetar la individualidad de cada uno (yo tengo unos fines y colaboro contigo para ayudarnos mutuamente, pero siempre respetando que somos seres individuales). 

Cuando elegimos vivir en una comunidad, por ejemplo la familia, tenemos que ser conscientes de que ya no se trata simplemente de vivir junto al otro, sino que uno vive “en el otro”, uno se sacrifica por el otro, renunciando voluntariamente a parte de sí mismo.

Una cosa son las relaciones sociales y otra muy distinta la familia. 

Nosotras hemos elegido vivir hacia el interior pero en familia. Queremos libremente estar juntas, sacrificando parte de nuestra individualidad en pro de la otra, sencillamente, dónde y cómo queramos. Y así somos felices, independientemente de las circunstancias, viviendo libres y en paz.

Aprendizaje: Elegimos vivir en  familia y mantener relaciones sociales positivas.

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SENCILLAMENTE FELICES.

“El hombre que ha empezado a vivir seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera.” Ernest Hemingway.

Nosotras respiramos y vivimos sencillamente, dándonos tiempo y espacio para ser felices.

Con los años hemos aprendido que la abundancia también se puede aplicar a la sencillez y así lo hacemos siempre que nos relacionamos con todo lo que nos rodea, material o inmaterial, buscando un equilibrio. 

 Llevar un estilo de vida sencillo, orgánico y ordenado nos ayuda a tener una vida más fácil y nos hace ser más libres.

Hace años que dejamos de acumular cosas, emociones, compromisos, tareas, actividades, etc. que nos alejaban, sin darnos cuenta, de otras cosas, intangibles, que realmente sí influyen hoy positivamente en nuestras vidas. 

Ahora elegimos ser abundantes en cosas como la libertad, la tranquilidad, la paz, la felicidad, el tiempo disponible… alejándonos de aquel estrés que en el pasado nos llevaba al descontrol. A veces menos de algo, ayuda a mantener el equilibrio.

Tenemos nuestro propio estilo de vida y nos resulta placentero vivir así, disfrutando de momentos y detalles mágicos, maravillosos e irrepetibles, sin la necesidad de mucho y con abundancia de algunas cosas: amor, tiempo y paz. Se trata de una elección familiar para ser felices independientemente de las circunstancias. 

Aprendizaje:  El día tiene otro color cuando nos levantamos temprano y todo está sencillamente en armonía. 

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