UNA DE CUENTOS

SÓCRATES EN EL MERCADO.

Cuentan que al filósofo griego Sócrates (470 a.C.), se le veía continuamente paseando por el mercado principal de la ciudad de Atenas.

Un día, uno de sus discípulos le preguntó: 

  • Maestro, hemos aprendido con usted que todo sabio lleva una vida simple. Pero usted no tiene ni siquiera un par de zapatos.
  • Correcto – respondió Sócrates.

El discípulo continuó: 

  • Sin embargo, todos los días lo vemos en el mercado principal, admirando las mercancías. ¿Podríamos juntar algún dinero para que pueda comprarse algo?
  • Tengo todo lo que deseo -respondió Sócrates- pero me encanta ir al mercado para descubrir que sigo siendo completamente feliz sin todo ese montón de cosas.

Aprendizaje: Elijamos bien lo que consumimos.

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UNA DE CUENTOS.

UN MINUTO DE SABIDURÍA.

“ -¿Existe eso que se llama «un minuto de sabiduría»?

-Por supuesto que existe», replicó el maestro.

-Pero un minuto ¿no es demasiado breve?

-No, es cincuenta y nueve segundos demasiado largo.

Más tarde les decía el maestro a sus desconcertados discípulos:

-¿Cuánto tiempo lleva alcanzar a ver la luna?. Entonces, ¿para qué tantos años de esfuerzos espirituales? El abrir los ojos puede llevar toda una vida. El ver es cuestión de un instante.»

Aprendizaje: Mirémonos a nosotros mismos, ahí está la respuesta.

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UNA DE CUENTOS

EL ESPEJISMO.

Una vez un hombre fue invitado a la casa de un amigo. En el momento en que iba a beber el vino que le habían ofrecido, creyó ver una pequeña serpiente en el fondo de la copa. Para no importunar a su anfitrión no le dijo nada y se lo tragó todo.

Cuando regresó a su casa comenzó a sentir fuertes dolores de estómago. Le prescribieron numerosos medicamentos, pero, como cada vez se sentía peor, creyó que moriría. Su amigo, alertado por lo sucedido, lo invitó nuevamente a su casa. Lo hizo sentar en el mismo lugar y le ofreció una copa de vino avisándole de que era medicina.

En el momento en que el enfermo se llevaba la copa a los labios, vio nuevamente, en el fondo de la misma, a la pequeña serpiente. Esta vez se lo comunicó a su convidante, quien, sin decir ni una sola palabra, señaló un arco que colgaba del techo. De pronto, el enfermo se dio cuenta de que la «cría de serpiente» era el reflejo del arco que colgaba encima de él. Los dos hombres se miraron y se pusieron a reír y el enfermo recuperó la salud.

Aprendizaje: Lo que creemos que nos perjudica puede, en realidad, ser un aliado que aumente nuestra consciencia.

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UNA DE CUENTOS.

EL HOMBRE DE VIDA INEXPLICABLE.

“Había una vez un hombre llamado Moyut. Vivía en una aldea en la que había obtenido un puesto como pequeño funcionario y parecía muy probable que fuese a terminar sus días como inspector de pesos y medidas. Una tarde, cuando estaba caminando por los jardines de un viejo edificio cerca de su casa, el Jádir -misterioso guía de los sufíes- se le apareció vestido con una túnica de brillante verde. Moyut se encontró con el Jádir y el Jádir le dijo:

-Hombre de brillantes perspectivas, deja tu trabajo y encuéntrame junto a la ribera del río dentro de tres días.

Y desapareció.

Moyut fue a ver a su superior, conmovido por este encuentro, y le dijo que tenía que partir. Todo el mundo en la aldea se enteró pronto de esta decisión, y dijeron: “Pobre Moyut, se ha vuelto loco”. Pero como había muchos candidatos para su puesto no tardaron en olvidarlo. 

En el día señalado Moyut se encontró con el Jádir, quien le dijo:

-Quítate las ropas y arrójate al río. Quizás alguien te salvará.

Moyut así lo hizo, aunque se preguntaba si se había vuelto loco. Puesto que sabía nadar no se hundió, pero fue arrastrado por las aguas largamente antes de que un pescador lo hiciera subir a su bote y le dijera:

-Hombre loco, la corriente es muy fuerte, ¿qué estás tratando de hacer?

Moyut dijo:

-Realmente no lo sé.

-Estás loco -dijo el pescador-, pero te llevaré a mi cabaña de juncos junto al río, y veremos qué puedo hacer por ti.

Cuando el pescador descubrió que Moyut era una persona instruida, aprendió de él a leer y a escribir. A cambio le dio alimento y un lugar donde habitar. Moyut ayudaba al pescador en su trabajo. Después de unos pocos meses el Jádir volvió a aparecer, esta vez en plena noche al pie de la cama de Moyut, y le dijo:

-Levántate y deja a este pescador. Se te proveerá lo necesario.

Moyut salió inmediatamente de la cabaña, se vistió como pescador y vagabundeó hasta llegar a una carretera. Cuando se hizo el día vio a un agricultor en un burro en su camino hacia el mercado.

-¿Buscas trabajo? -le preguntó el agricultor-, porque necesito a un hombre que me ayude para traer de vuelta algunas compras que debo hacer.

Moyut lo siguió. Trabajó para el agricultor durante casi dos años, tiempo en el cual aprendió bastante sobre agricultura, pero sobre ninguna otra cosa más. Un atardecer, mientras estaba limpiando algodón, se le apareció el Jádir y le dijo:

-Deja este trabajo, ve a la ciudad de Mosul y usa tus ahorros para convertirte en un mercader de pieles.

Moyut obedeció. En Mosul se hizo conocido como mercader de pieles y no volvió a ver al Jádir durante tres años. Había ahorrado una suma considerable de dinero y estaba pensando en comprar una casa, cuando el Jádir volvió a aparecérsele y le dijo:

-Dame tu dinero. Ahora deja este pueblo y ve a la lejana ciudad de Samarkanda, y allí trabaja para un almacenero.

Moyut así lo hizo. En este momento Moyut comenzó a mostrar indudables signos de iluminación. Curaba a los enfermos, ayudaba a sus prójimos durante su tiempo libre y notaba que los misterios se iban profundizando en él cada vez más acentuadamente. Filósofos, hombres de negocios, lo visitaban y le preguntaban:

-¿Con quién estudiaste?

-Es difícil decirlo -contestaba Moyut.

Sus discípulos le preguntaban:

-¿Cómo empezaste tu carrera?

Él decía:

-Como un pequeño funcionario público.

-¿Y la abandonaste para dedicarte a sacrificios y mortificaciones?

-No. Simplemente la abandoné -decía Moyut.

Y sus discípulos no lo entendían. La gente se le acercaba para escribir la historia de su vida.

-¿Qué has sido en tu vida? -le preguntaban.

-Salté a un río, me convertí en pescador; después abandoné la cabaña de juncos en la mitad de una noche; después de esto me volví agricultor, y mientras estaba limpiando algodón cambié y fui a Mosul, donde me convertí en un mercader en pieles. Ahorré algún dinero allí, pero lo regalé, y después vine a Samarkanda y trabajé para un almacenero. Y aquí es donde estoy ahora.

-Pero esta conducta inexplicable no ilumina para nada tus dones tan extraños y tus ejemplos maravillosos, decían los biógrafos.

-Así es -decía Moyut”.

Muchos podrán terminar sus días como inspectores de pesos y medidas, en una oscura oficina o en una vida sin contenido. Pero como Moyut, quienes han entendido que hay algo más comenzarán a buscar. No es fácil confiar plenamente en nuestra voz interior y sin oponer resistencia, cumpliendo su voluntad. Para los ojos de quienes viven una vida mundana esto parecerá una locura. El hombre que comienza a confiar se vuelve desprendido. Con gran coraje y confianza fluye en el río de la vida sin oponer resistencia. En el camino siempre se le proveerá lo necesario para poder continuar su crecimiento, nunca antes, ni después. Solo lo necesario y en el momento justo. Tampoco se le permitirá establecerse o identificarse. Cuando esto suceda aparecerá el maestro. La vida del buscador es un continuo peregrinaje. 

Aprendizaje: Solo los que saben desprenderse, poseen una confianza infinita y su mente se encuentra en el aquí y ahora para poder alcanzar la plenitud.

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UNA DE CUENTOS.

EL EPITAFIO DEL ANCIANO.

Hace muchos años, en una aldea rural, vivió un niño muy sensible e inteligente que solía lamentarse por el estado en el que se encontraba el mundo. Sus padres no podían entenderlo. El pequeño solía pasarse tardes enteras llorando por la contaminación y la destrucción que estaba sufriendo el planeta. También le avergonzaba no poder hacer nada por todas las injusticias que estaban cometiéndose en los países más pobres. Y se sentía especialmente triste por las graves consecuencias que tenían la guerra y el hambre sobre la vida de millones de seres humanos.

Más adelante durante su juventud empezó a protestar y a quejarse por las políticas impulsadas por el gobierno de su país. Y al cumplir la mayoría de edad, se trasladó a la ciudad más cercana de su pueblo, donde se convirtió en un destacado activista. Se pasaba los días y las noches luchando contra diversos representantes de las instituciones políticas, empresariales y religiosas con más poder. Movido por una profunda rabia e impotencia, peleaba para cambiar determinadas leyes que tanto mal causaban a los habitantes de su nación.

Frustrado por no conseguir los cambios que deseaba, al llegar a la edad adulta centró sus críticas y juicios en su mujer y sus hijos. Estaba tan preocupado de que su familia se quedara estancada en la mediocridad, que cada noche a la hora de la cena les recordaba cómo tenían que pensar y comportarse para ser dignos del apellido que llevaban. Y por más que su mujer y sus hijos trataran de acomodarse a sus expectativas, aquel hombre no consiguió nunca librarse de sus miedos e inseguridades. La suya fue sin duda una vida marcada por la lucha, el conflicto y el sufrimiento. 

Sin embargo, al cumplir ochenta años y aquejado de una enfermedad terminal, experimentó una revelación que transformó su manera de ver la vida. Tanto es así, que horas antes de fallecer dejó por escrito el epitafio que más tarde se escribiría sobre su tumba: «Cuando era niño quería cambiar el mundo. Cuando era joven quería cambiar mi país. Cuando era adulto quería cambiar a mi familia. Y ahora que soy un anciano y que estoy a punto de morir, he comprendido que si hubiera cambiado yo, habría cambiado todo lo demás».

Aprendizaje: Es imposible transformar la realidad si primero no nos atrevemos a cambiar por nuestra propia cuenta.

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UNA DE CUENTOS

LA LLAVE DE LA FELICIDAD.

El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado. Entonces decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía. Pero un día, esos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron a Él.

Dios se quedó triste y nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano, pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo.

Siguió reflexionando y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no la encontrara.

Pensó en ocultarla en el fondo del mar; en una caverna de los Himalayas; en un remoto confín del espacio sideral. Pero ninguno de estos lugares le convencía ya que el hombre terminaría descendiendo a los océanos, explorando todas las grutas de la tierra, incluso viajando al espacio algún día. Y tarde o temprano la encontraría.

Pasó toda la noche en vela, y cuando el sol comenzaba a despertar, se le ocurrió el sitio perfecto, el único lugar en el que el hombre no buscaría jamás.

Y, así, el Divino creó al ser humano, y colocó en su interior la llave de la felicidad.

Aprendizaje: Conectar con nosotros mismos es el camino para encontrar el verdadero gozo, la felicidad espiritual.

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UNA DE CUENTOS

EL PROFESOR.

Un día un profesor se puso a escribir en la pizarra:

9×1 = 09

9×2 = 18

9×3 = 27

9×4 = 36

9×5 = 45

9×6 = 54

9×7 = 63

9×8 = 72

9×9 = 81

9×10 = 91

En en salón se hicieron muchas burlas porque el profesor se había equivocado. Ya que la respuesta correcta de 9×10 es 90. Todos sus alumnos se rieron de él.

Entonces el profesor esperó a que todos se callaran, y dijo:

«A pesar de haber acertado las 9 primeras cuestiones, nadie me felicitó. Sin embargo por haber fallado sólo una, todos se empezaron a reír; eso significa que, a pesar de ser brillante, la mayoría de la sociedad solo se fijará en tus pequeños errores y se burlará de ello. No dejes que una simple crítica destruya tus sueños».

Aprendizaje: La única persona que no se equivoca es la que no hace nada.

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UNA DE CUENTOS

EL PERRO Y EL CLAVO OXIDADO.

Una mañana soleada una niña se encontró con un perro que estaba sentado en medio de un camino y no paraba de gruñir y de quejarse.

-¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo?, le preguntó dulcemente.

Al mirar la chica se dio cuenta de que sus ojos estaban bañados en lágrimas y su mirada reflejaba cierta angustia y tristeza. De ahí que la niña intentara acercarse para ayudarlo.

Pero el perro le gruñó. Era evidente que aquel perro estaba sufriendo.

La niña empezó a inquietarse. Poco después, descubrió que el animal estaba sentado sobre un clavo oxidado e intentó ayudarlo:

-¡Cuánto más tiempo tarde en sacártelo, más te dolerá la herida!

Pero el perro no le dejó acercarse y seguía sentado sobre el clavo, emitiendo de forma intermitente un llanto cargado de dolor y resignación. La niña no podía dejar de pensar:

-¿Por qué diablos sigues sentado sobre un clavo oxidado?

Si aquel animal hubiera podido hablar, seguramente le hubiera dicho lo siguiente:

-Si no me levanto es simplemente porque no me duele tanto como para hacer el esfuerzo de levantarme.⁣

Aprendizaje: No seamos víctimas de la tiranía de la pereza.

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UNA DE CUENTOS

LA RANA Y EL ESCORPIÓN.

Cuento africano sobre la bondad y el engaño.

Cuenta un relato popular africano que en las orillas del río Níger, vivía una rana muy generosa. Cuando llegaba la época de las lluvias ella ayudaba a todos los animales que se encontraban en problemas ante la crecida del río. Cruzaba sobre su espalda a los ratones, e incluso a alguna nutritiva mosca a la que se le mojaban las alas impidiéndole volar. Pues su generosidad y nobleza no le permitían aprovecharse de ellas en circunstancias tan desiguales.

También vivía por allí un escorpión, que cierto día le suplicó a la rana: «Deseo atravesar el río, pero no estoy preparado para nadar. Por favor, hermana rana, llévame a la otra orilla sobre tu espalda».

La rana, que había aprendido mucho durante su larga vida llena de privaciones y desencantos, respondió enseguida: «¿Que te lleve sobre mi espalda? ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco lo suficiente para saber que si te subo a mi espalda, me inyectarás un veneno letal y moriré!» El inteligente escorpión le dijo: «No digas estupideces. Ten por seguro que no te picaré. Porque si así lo hiciera, tú te hundirías en las aguas y yo, que no sé nadar, perecería ahogado».

La rana se negó al principio, pero la incuestionable lógica del escorpión fueron convenciéndola… y finalmente aceptó. Lo cargó sobre su resbaladiza espalda, donde él se agarró, y comenzaron la travesía del río Níger.

Todo iba bien. La rana nadaba con soltura a pesar de sostener sobre su espalda al escorpión. Poco a poco fue perdiendo el miedo a aquel animal que llevaba sobre su espalda.

Llegaron a mitad del río. Atrás había quedado una orilla. Frente a ellos se divisaba la orilla a la que debían llegar. La rana, hábilmente, sorteó un remolino… Fue aquí, y de repente, cuando el escorpión picó a la rana. Ella sintió un dolor agudo y percibió cómo el veneno se extendía por todo su cuerpo. Comenzaron a fallarle las fuerzas y su vista se nubló. Mientras se ahogaba, le quedaron fuerzas para gritarle al escorpión: «¡Lo sabía!. Pero… ¿Por qué lo has hecho?» El escorpión respondió: «No puedo evitarlo. Es mi naturaleza».

Y juntos desaparecieron en medio del remolino mientras se ahogaban en las profundas aguas del río Níger.

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UNA DE CUENTOS

ÚTILES 

Cuentan que en una carpintería hubo una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar diferencias. 

El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar, ya que se pasaba todo el tiempo haciendo ruidos. 

El martillo aceptó la culpa, pero pidió que fuera expulsado el tornillo, argumentando que había que darle demasiadas vueltas para que sirviera. 

El tornillo aceptó el ataque, pero exigió la expulsión de la lija. Señaló que era áspera en su trato y tenía fricciones con los demás. 

Y la lija estuvo de acuerdo, pero exigió que fuera expulsado el metro que siempre estaba midiéndose con los demás como si él fuera perfecto. 

En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició la tarea. Utilizó el martillo, la lija, el metro, y el tornillo. Finalmente, el trozo de madera se convirtió en un hermoso mueble. 

Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. 

Fue entonces cuando el serrucho dijo: 

—Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso nos hace valiosos. Así que no pensemos en nuestras fallas y concentrémonos en la utilidad de nuestros méritos. 

La asamblea pudo ver entonces que el martillo es fuerte, el tornillo une, la lija pule asperezas y el metro es preciso. Se vieron como un equipo capaz de producir muebles de calidad. 

Esta nueva mirada los hizo sentir orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.

Aprendizaje: Todos tenemos defectos. Estar juntos nos ayuda a superarlos. 

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