“Todos somos Dioses en estado de crisálida”. Dale Carnegie.
El árbol es la unión entre la tierra y el cielo. Las raíces inmersas en la tierra y la copa queriendo rozar el firmamento. Desde lo más tosco a lo más sutil, desde lo más telúrico a lo más etéreo. Por eso los árboles nos arropan, nos recogen, nos inspiran y nos motivan.
Cuando vivimos en paz, meditamos, oramos o somos plenamente conscientes del momento presente somos como un árbol, irguiéndonos hacia la bóveda celeste, abriéndonos al Universo. Podemos ser como ese árbol, con nuestra columna vertebral erguida, la cabeza bien elevada, queriendo rozar el firmamento, convirtiendo el cuerpo en una fortaleza para ir desde lo más tosco a lo más sutil. Nuestra columna vertebral es como un símbolo que recrea la columna vertebral del Universo. Desde la Tierra al Cosmos.
Aprendizaje: Dejemos que la energía fluye por nosotros y así nos convertiremos en un circuito energético para trascender los opuestos y reposar en la unidad.