DESPLEGUEMOS NUESTRAS ALAS


«Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad.» Carl Jung.

Todos tenemos alas.

Algunas personas las utilizamos desde que éramos pequeñas y otros no las verán en toda su vida, pero eso no significa que no las tengan.

Las alas son las que nos hacen volar.

Cuando abrimos nuestras alas es más fácil llegar, que cuando las tenemos cerradas. Con las alas abiertas volamos libres, solos temporalmente, pero así vemos las cosas más claras. Lo bueno es que podemos cerrarlas conscientemente, cuando queramos, y ceder esa fuerza para otras cosas maravillosas.

Si las mantenemos replegadas por un tiempo, estamos sacrificando nuestra posibilidad de volar. Cuando ayudamos a los demás somos muy conscientes de que quizás tengamos que tenerlas replegadas. Simplemente no es nuestro momento de volar, es el momento de estar con los pies en la tierra, arrimando el hombro. A las madres nos pasa mucho esto. Hasta que dejamos que nuestros hijos vuelen solos, y entonces nosotras podemos volver a desplegarlas del todo. O también podemos elegir libremente padres e hijos volar juntos hacia el mismo horizonte durante esta vida. 

Siempre que repleguemos nuestras alas, debemos hacerlo desde el corazón, para que no nos invada la melancolía o la pena. Así permanecerán ahí fuertes, robustas, ágiles, esperando a ser abiertas en el momento necesario.

Y no olvidemos que nunca es tarde para volar. No importa si hace mucho que no desplegamos nuestras alas o si no lo hemos hecho nunca antes o si solo podemos hacerlo ocasionalmente. Saber que están ahí, dispuestas a trabajar por y para nosotros cuando más lo necesitemos, es lo más importante.

Si ahora las tenemos replegadas, de vez en cuando paremos y disfrutemos abriéndolas en la intimidad. Es importante verse a uno mismo tal y como es. Recordar nuestra grandeza.

Y si en algún momento nos cruzamos con alguien que piensa que ya no puede más, recordémosle que puede extender sus alas y volar sobre la tierra. Que no hace falta llegar al cielo, para nada. Que aunque el dolor sea un fuerte pegamento, el amor es el disolvente. Y enseñémosle nuestras alas para que vea el camino.

Cuidado con el ego o la falta de autoestima, son los que nos ciegan. Por eso muchas personas no las ven en toda su vida. Pero si quieren ser ayudados para volar, podemos hacerles de espejo, es mucho más rápido.

Aprendizaje: Somos conscientes de la fuerza de nuestras alas, por eso podemos volar libres.

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