Por Any Pascual de anayany.com
«Soy una hermosa mariposa» Strudell de «Bichos», Disney.
Existen miles de películas románticas, y muchos libros con portadas bonitas, que intentan enseñarnos qué es el amor, cómo expresarlo y cuál es su significado.
Pero en realidad, todas esas producciones no captan la esencia del verdadero amor.
El amor consiste en dar, en ser feliz, en aceptar, en comprender y conocer, en perdonar, en ceder, en estar ahí, en escuchar, en valorar a la otra persona, en buscar oportunidades para compartir, en ser libres para hablar, en la importancia que le das al otro, en la tolerancia, en la felicidad que sientes cuando estás con esa persona, en las ganas de crear momentos valiosos, en los valores comunes, en la disposición a ayudar, en el cariño, en querer abrazar, en la confianza, en el respeto…
Cuando la mayoría de los humanos pensamos en el concepto de amor, de inmediato recordamos el romanticismo de las relaciones de pareja, en las emociones que se despiertan hormonalmente cuando alguien se enamora…
El amor es mucho más profundo que el hechizo de quien cae enamorado, y la verdadera cara de los sentimientos solo se muestra cuando la realidad impera.
Muchos de nosotros quizá querríamos que la sensación del amor apasionado no se acabara nunca, y está bien querer eso. Pero cuando la Vida te muestra el verdadero significado del amor, es en los momentos más difíciles, cuando te das cuenta de todo lo que te has estado perdiendo tan solo por estar obnubilado.
El amor no es solamente romance. Una madre que lo da todo por cuidar a su hija, por ejemplo, que cambia, se adapta, es diferente, crece y ama muchísimo a su familia, es un claro ejemplo de amor infinito.
Los cambios son difíciles, porque nuestro ego lucha para mantenernos seguros, intentando alejarnos del peligro que ve en lo desconocido. Nuestro ego quiere, por encima de todas las cosas, mantenernos enteros, seguros y a salvo, y cree que amar nos hace daño.
Por eso, todos tenemos que hacer un esfuerzo consciente y consistente cada día para demostrar que amar nos sana, que amando estamos a salvo.
El amor nos devuelve a aquellos momentos en los que éramos niños, y el ego nos dice que eso es peligroso porque, siendo niños, dependemos de los demás y tienen alguna oportunidad para hacernos sufrir.
Necesitamos decirle una y otra vez a esa voz en nuestra cabeza que está bien ser vulnerables, que podemos entregar lo que somos a otros.
Necesitamos recordar que para recibir se ha de dar.
El amor verdadero se basa en la pureza, y es lo que nos rodea y nos compone cuando estamos en un plano no físico. El amor es quienes somos, y por eso el propósito de la vida es recordar; recordar que somos perfectos, recordar que todo está bien.
El amor es plenitud, es verdad, bondad y belleza, es presencia y es unión.
Cuando amamos, somos quienes realmente somos, y brillamos con una luz especial que se puede sentir.
Hay varios tipos de amor (el de la pareja, el de los amigos, el de la familia, el de las cosas materiales, el de los hábitos, el de la belleza, el de la vocación y el trascendental o divino, entre muchos otros) y, aun así, la separación es ilusoria y las barreras no existen, porque cada uno de ellos es una manifestación del amor que está dentro de nosotros y a nuestro alrededor, el amor que conforma nuestras células y las hace funcionar, que crea la comida que comemos y cada cosa que creemos poseer, el amor que genera viento o lluvia, el amor que manifiesta continuamente todas las condiciones para la vida, el amor que mantiene los planetas girando, el amor que hace al alma del Universo latir.
Todos los seres humanos estamos hechos de esa misma fuerza inconmensurable que crea vida, pero lo hemos olvidado y nos hemos creado nuestra propia “casa de espejos” en la que nos vemos irrealmente diferentes a nosotros mismos y a los demás; nos la hemos creado tan bien (cómo no, si somos creadores de galaxias) y hemos vivido en ella durante tanto tiempo, que consideramos al reflejo lo reflejado y perdemos la perspectiva necesaria para vernos con claridad.
Cuando vamos a una “casa de espejos” física, en la que sabemos que vamos a ver trucos y falsedades, la mayoría comprendemos que en realidad no somos tan altos como nos muestran, que no somos tan delgados como un dedo, que no tenemos el tamaño de una ballena ni un único ojo. Sabemos que esos espejos pueden decirnos cosas, pero la verdad no es lo que nos cuentan.
Entonces, si sabemos que una carpa en un circo cambia lo que vemos y cómo lo vemos tan drásticamente, si sabemos que eso no es cierto… ¿Por qué pensamos que nosotros no hacemos eso mismo? ¿Por qué confiamos en nuestra visión del mundo, cuando la mente humana modifica tanto la vida que, si no la utilizamos conscientemente, es la mayor “casa de espejos” del mundo?
Solo conozco una manera de revelar lo auténtico en la existencia: el amor.
El amor es calma, serenidad, quietud. El amor es equilibrio.
Cuando nos emocionamos demasiado, nos agitamos, nos inquietamos.
El amor es sonreír porque sí, sin que haya nada aparente que nos remueva.
El amor verdadero es estar bien. Simplemente estar bien.
El amor nos cura, nos relaja, nos conecta.
El amor nos ayuda a relacionarnos con los demás sin reproche, porque aceptamos sin resignarnos.
El verdadero amor es ver la maravilla de cualquier cosa.
El amor verdadero es apreciar la vida sin necesidad de esa frase hecha que dice “solo se sabe lo que se tiene cuando se pierde”.
El amor verdadero es dar amor completamente, con el corazón y el alma, siendo felices simplemente dando.
El amor verdadero es ser uno mismo, con confianza y conscientemente, y amar y alentar y disfrutar de que los demás sean ellos mismos con confianza y consciencia.
Transformemos el miedo y el ego y hagamos alquimia para crear amor. Recordemos que todo está bien. Nosotros somos amor, no miedo, y ese amor está y estará ahí siempre, porque es la esencia inmutable que nos acompaña toda la existencia.
El miedo y el ego son una crisálida, y los necesitamos en cierto punto para sobrevivir, pero ya no más.
No somos la crisálida, somos una semilla de un árbol magnífico que puede dar muchos frutos deliciosos al mundo si lo permitimos.
Somos mariposas pensando ser orugas, y el amor, en su verdadero significado, es recordar que contamos con las alas que nos ayudan a volar si las abrimos, nos liberamos del miedo y amamos de verdad.
Any Pascual.
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