«Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma». Carl Gustav Jung.
Aceptar es adaptarse a la realidad con una actitud tranquila y activa, sin luchar contra el mundo, sino trabajando por vivir de la mejor forma posible.
Aceptar no consiste en resignarse sin hacer nada y de mala gana, es asumir algo en paz y de un modo activo para poder obtener la mejor posición desde la que afrontar la vida.
El dolor es parte del camino de todos los seres humanos, pero el sufrimiento no. El sufrimiento solo está en nuestra mente.
La vida la podemos afrontar como personas más idealistas, más pesimistas o simplemente realistas.
El primero se nutre de fantasías y, algún día, los golpes de la vida lo aterrizan y fácilmente se vuelve conformista.
El pesimista es incapaz de disfrutar el Sol por estar pensando en la oscuridad de la noche.
Y los realistas, buscamos lo mejor sin los delirios y el estrés del perfeccionista, y sin el derrotismo del pesimista.
Por eso la aceptación es un manantial de paz y nos permite ser felices si somos realistas, incluso en una silla de ruedas.
Si aceptamos nuestras circunstancias estaremos en paz y todo fluirá.
La aceptación no es indolencia, es simplemente asumir lo que no podemos cambiar. No somos Dioses.
Aceptemos la realidad, pero sin dejar de trabajar por ser la mejor versión de nosotros mismos.