HASTA EN LOS MÁS BELLOS JARDINES SE ENCUENTRA MIERDA.

«No hay más que una vida; por lo tanto, es perfecta». Paul Éluard.

Todos somos muy diferentes: razas, religiones, culturas, etcétera; pero nos unen más cosas de las que nos separan. Todos queremos ser felices, disfrutar de la vida, pero también todos tenemos familiares con alguna enfermedad o discapacidad, o nosotros mismos tenemos problemas de alguna índole. Así que todos amamos y sufrimos por igual. 

Algunas personas, ante estas realidades, viven en el pesimismo, envueltas obsesivamente en sus pensamientos y sentimientos, y no saben como parar el “run-run” de sus cabezas; otras están obcecadas con tener razón o adoran ser victimizadas. En el otro extremo están los que se unen a la moda positivista e intentan embotellar sus emociones para que no se vean, cero dramas, o empujarlas a un lado y permitirse solo aquellas consideradas socialmente legítimas, las positivas, aunque estar eufóricos realmente oculte los verdaderos problemas.

Nosotras apostamos por el camino medio, por una vida rodeadas de salutogénesis y donde nosotras conscientemente elegimos la antifragilidad. Buscamos a diario el equilibrio, es decir, nos damos permiso para estar alegres, pero también para enfadarnos cuando sea; para tener una vida plácida y derrumbarnos si no podemos más; para reírnos cada tarde y llorar por las noches por las dificultades del día.

Esto es para nosotras vivir en equilibrio. Elegir que prime la felicidad, el bienestar y la paz a través del Amor Infinito, pero sin una meta idílica a la que queramos llegar, sino afrontando que el TODO forma parte de la vida. Lo bueno y lo menos bueno.

Somos reales y estamos vivas, así que aunque nuestro concepto y elección es ser felices con nuestras circunstancias, sabemos que vivir en sí mismo implica enfrentarnos a realidades adversas, por eso elegimos el equilibrio. 

No hay biografía sin heridas. Es más, yo descubrí la verdadera felicidad tras el duro golpe de las circunstancias con las que Any venía a afrontar la vida. Entonces empecé realmente a valorarla y a entender que desde el sufrimiento el destino es el mismo, pero el camino lo construyo a diario yo, gracias a mi libre albedrío. Cuando entendí realmente esto, es cuando comencé a elegir otra forma de llegar, disfrutando del camino.

No ha sido fácil. Se necesita valor para buscar la agilidad emocional necesaria para crecer y salir poco a poco del túnel y aprender a disfrutar de las circunstancias del presente sean cuales sean. Por lo menos a mí, salir del círculo vicioso del declive inconsciente y entrar en el círculo virtuoso del avance lento continuo me ha llevado mucho tiempo.

Aceptar que todas las emociones forman parte de nuestra vida, y no dejarme hackear por el positivismo de moda ni por el sufrimiento para sentirme arropada socialmente, ha sido lo más duro de buscar un equilibrio real, y no vivir desde el miedo.

Any y yo nos trabajamos a nivel físico, espiritual, mental y emocional, pero teniendo en cuenta que tenemos tres cerebros: mente, corazón y estómago, y que a Any y a mí nos mueve sobre todo el corazón. Tiene que existir un líder, y qué mejor para nosotras que él. 

El corazón nos ha guiado instintivamente siempre. Desde ese Amor de la Madre que certifica al bebé que nace, o al niño que no puede valerse por sí mismo, que va a seguir vivo, hasta el Amor como el TODO que envuelve la vida. Esa fuerza primigenia es la que nos hace sobrevivir, incluso aunque perdamos la memoria o vivamos en diferentes estados de consciencia, porque el corazón siempre se siente. Alimentemos el Amor como ese vínculo afectivo que no se educa, sino que nos une por instinto. Y aceptemos nuestros sentimientos que laten al son que más le conviene.

Nosotras tenemos muy claro que, para estar vivas, tenemos que mover nuestro corazón, y para eso están las emociones y la respiración. Por eso aceptamos las emociones negativas, porque son necesarias para la vida. 

Nos damos permiso para tener toda clase de emociones, porque eso nos hace estar vivas.

La rabia, por ejemplo, nos hace bombear la sangre más deprisa para poder defendernos o para atacar. Las emociones de defensa, tristeza, rabia, asco y miedo, están ahí para ayudar al ser humano a sobrevivir. También la más neutra, la sorpresa. Y otras, como la culpa, nos ayudan a sanarnos a través del arrepentimiento, el perdón, etc.

Y por eso nosotras evitamos la rigidez en ambos sentidos, ya que nos lleva a problemas de salud o a trastornos varios. Gracias Leonid, cuanta sabiduría encierran tus postulados.

Elegimos la flexibilidad, que es el equivalente al bienestar corporal y a la salud mental y emocional. Y la base para la espiritualidad.

Siempre buscamos ser emocional y físicamente flexibles, porque somos conscientes de que en el camino de la vida existen momentos de culpa y alegría, de asco y felicidad, de ira y de paz, de miedo y sorpresa, de tristeza y euforia…

 Nosotras no buscamos ni el positivismo ni nos dejarnos vencer por el pesimismo. Somos neutras. Ese es el camino que hemos elegido para la felicidad, que prime el amor a través de la curiosidad, admiración, seguridad y alegría.

Felicidad no como euforia o alegría desmedida sino como admiración: esa otra emoción tranquila, que nos permite observar, contemplar y nos calma como espectadoras sin juzgar. Y de ahí a la meditación hay un paso. No como un ritual oriental sino como un momento de seguridad y tranquilidad mayor, un gran bienestar. La manifestación de la paz.

Y desde esa seguridad, equilibrio y neutralidad, vivimos con asertividad, conscientes de no acercarnos ni a la agresividad ni a la pasividad, pero atreviéndonos a fallar.

Y dejando espacio a la curiosidad para aprender de la ciencia y luego aplicar lo aprendido, al mismo tiempo que somos parte de nuestra propia investigación para adaptarnos a nuestras necesidades.

Y sin olvidarnos del arte y la creación de belleza a nuestro alrededor.

Y que no falte la alegría, el jolgorio y el buen humor todo el día.

Hemos aprendido lo que es SER FELICES con nuestras circunstancias, pero respetando nuestro derecho humano a flaquear, caer y volvernos a levantar. Porque no todos los días son de color rosa, nos permitimos tener una vida arcoiris.

Ahora sabemos que podemos elegir nuestro camino. Que la forma en que cada uno elige cómo lidiar con los momentos duros está en el interior pero se refleja también en los actos, hechos y palabras que forman el recorrido. Y que cuando elegimos cada aspecto de cómo amamos, cómo vivimos, cómo somos, cómo hablamos o cómo trabajamos por nuestro futuro, simplemente estamos manifestando en el plano físico nuestras emociones sin filtro.

Aprendizaje: Ser felices es una forma de vida que podemos elegir, pero eso no significa que no podamos tener las emociones negativas que forman parte de la condición humana.

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