En un mundo donde las líneas entre lo correcto y lo incorrecto a menudo se difuminan, es importante recordar que lo que poseemos, tanto material como emocional, nos pertenece porque hemos trabajado duro para conseguirlo. No importa si se trata de nuestras pertenencias, nuestra paz, nuestra alegría o nuestros sueños; todo ello es el resultado de nuestro esfuerzo, nuestras raíces y nuestros valores.
Sin embargo, siempre hay quien intenta arrebatar lo que no le pertenece. Y no hablamos solo de bienes materiales, sino también de las pequeñas pero importantes cosas que forman nuestro bienestar. Cuando alguien intenta hacerse con nuestra paz o despojar nuestra ilusión, se está definiendo a él como ser humano. La falta de respeto hacia los demás no refleja nada más que la esencia del ladrón.
Porque robar no siempre es físico. Hacer creer que algo que me pertenece no es mío, es también un intento de robo. Arrebatar nuestra confianza, minimizar nuestro amor propio, pisotear nuestras raíces o valores… ¿Quién eres tú para saltarte las normas básicas de las relaciones humanas cual animal herido? Respeto por tu herida, pero incomprensión ante cualquier tipo de desprecio por otro ser humano. Una cosa es demandar un «buenismo» infantil en la relación, y otra es, ante la inmadurez y la carencia de organización y liderazgo, faltar al respeto a los demás.
La Educación es un escudo en las relaciones humanas. Y aquí no hablo del colegio ni de la universidad, aunque es cierto que muchas veces también son sistemas que nos limitan más de lo que nos liberan. Hablo de algo más profundo: una educación en valores, en respeto y en equidad. Una educación que en nuestro caso viene de nuestros ancestros, que nos mostraban con su ejemplo y sus experiencias cómo relacionarnos desde la empatía y el amor, pero sin sometimiento (ni nos sometemos ni mentimos) para defendernos de aquellos que, en su falta de educación, intentan robar nuestra esencia.
Porque vivir en libertad no es solo un derecho; es también una decisión. Defendernos de los ladrones de vida empieza por no sucumbir ante su falta de respeto, por no permitir que nos arrebaten la palabra y por seguir relacionándonos desde nuestras raíces como adultos y con educación. Huir no está en nuestros valores, enfrentar las dificultades, sí.
Somos guerreras espirituales ante los ladrones de vida.
«La libertad de opinión y expresión, que es sagrada, sólo puede existir en el contexto y el caldo de cultivo del decoro, la buena educación, el buen gusto y el respeto a la dignidad de las personas»..Sánchez Dragó.
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