“El ser humano es un ser extraño porque: nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere”. Facundo Cabral.
Solo viviendo desde el amor se domina el ego.
Una vida consciente nos aleja del lado más dañino de nuestro ego. Reconocer ese lado inconsciente, condicionado por la cultura, religión, educación, etc., supone simplemente cuestionar qué está pasando a nuestro alrededor y verlo de una forma neutra y amorosa independientemente de las circunstancias.
El ego forma parte de nuestra condición humana y está ahí para ayudarnos a crecer (aunque a veces parezca a priori “negativo”).
Reconocer al ego es simplemente admitir los errores sin quedar atascados persiguiendo la gratificación prometida o deseada (que no soñada), centrándose en proyectos que por desgracia al final son humo. El ego quiere hacernos sentir bien en todo momento y además no le importa el trabajo duro e ingrato que se necesite para lograr las grandes metas que se proponga. Es avaricioso y está hambriento, por eso los demás pueden llegar a manejarnos para sus propios fines. Dejarnos vencer por el ego supone tomar decisiones más o menos precipitadas solo según los “pensa-mientos” (pensar-mentir) que nuestra mente realiza según determinados intereses o creencias, y no vivir desde el corazón. Nos puede distraer de las prioridades, puede llevarnos a quedarnos cuando debemos irnos; puede hacernos permanecer en condiciones insostenibles porque quiere probar que podemos navegar a través de tiempos difíciles o saltar de un problema a otro, con la esperanza de finalmente sentir que hemos vencido o compararnos con los demás; etc.
Aprendizaje: Si dejamos al ego a un lado y damos todo desde el corazón, entonces cada día será gratificante, satisfactorio y seremos felices independientemente de las circunstancias.
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