“Forma y función son una unidad, dos caras de una misma moneda. Para mejorar la función, debe existir o crearse la forma adecuada”. Ida Rolf.
Nosotras cuidamos de nuestro cuerpo a diario a través del trabajo consciente de la fascia. Sabemos que si mantenemos zonas de nuestro cuerpo en tensión crónica, se convertirán en zonas en las que perderemos sensibilidad o simplemente se manifestará el dolor o incluso, si se agrava el problema, podremos dejar de percibirlas de la tensión existente. Cualquier trastorno físico o emocional (estrés, miedo, depresión, o cualquier emoción negativa) produce una tensión corporal y por tanto un acortamiento del tejido fascial provocando dolores y molestias en una zona o en otras partes del cuerpo más alejadas, debido a la tensión recíproca del tejido conjuntivo. La fascia es un continuo corporal, es un TODO. Por eso cuando existen tensiones profundas e internas que están constantemente, las 24 horas al día activas, agotándonos, degenerando los tejidos e impidiendo la libre circulación de los líquidos, se crean puntos débiles corporales e incluso de comunicación del organismo con el sistema nervioso central, pudiendo generarse un proceso degenerativo muy variado.
Tras años de experiencia, hemos aprendido que al trabajar la fascia no solo hemos mejorado la forma, función y respiración sino que hemos evitado estar llenas de energía reprimida o no asimilada por acumulación de estrés.
Para nosotras es imprescindible trabajar a diario la fascia como parte de nuestra vida salutogénica al ser conscientes de que no se trata solo de rehabilitación corporal sino de un escudo de protección y lubricación, y una forma de liberación.
¡Estamos fascianadas!
Aprendizaje: Cuidémonos de forma global y consciente en el ahora.
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