“Hay dos instrucciones muy antiguas de oriente que rezan: una, para el que sabe, ver todo es doloroso; y otra, no hay nada más hiriente que la lucidez”. Ramiro Calle.
Crecer en cualquier campo es un trabajo lento y constante, a veces sin resultados inmediatos. Por eso es importante la paciencia para triunfar en cualquier área.
Pretendemos que con cinco minutos de esfuerzo en una actividad vamos a tener resultados de por vida.
Cuando los alumnos de música practican seis horas su instrumento y aseguran que no es suficiente para llegar a cierta maestría, no es que sean torpes, todo lo contrario.
Apliquemos esto a todos los grandes logros que queramos conseguir. Las horas que le dediquemos a algo, marcará el foco de nuestra vida.
Muchas veces queremos lograr en unas semanas lo que otras personas han tardado diez años en conseguir.
En esta nueva era se dan muchos placebos y analgésicos para no trabajar. Todo se agua para hacerlo fácil y sin esfuerzo. Pero el camino CORRECTO no tiene atajos y requiere de una actividad continua y constante.
Los grandes resultados se consiguen lentamente, con trabajo, ilusión y disfrutando del camino.
Para lograrlos, debemos explorar todos los lados de nuestra personalidad. Busquemos una educación integral, no sólo de la mente o el intelecto, sino también del cuerpo y el espíritu interior, hasta ser felices, armoniosos y estar llenos de paz. Libres de toda tensión. Entonces recogeremos los frutos del trabajo. Entonces es cuando surge la magia como resultado, que es diferente al milagro espontáneo.
No tengamos miedo a luchar por nuestros sueños. Más vale morir en el campo de batalla que tener una vida de terror.
Y no esperemos los milagros como resultado final , porque el verdadero camino nunca tiene fin, porque cuando trabajamos muy duro despertamos, y entonces vemos el TODO y eso implica la dualidad positiva pero también la negativa. Y ver la VERDAD también duele. Por eso hay tantos “ciegos» emocionales en esta sociedad.
Disfrutemos todos los días de un nuevo amanecer, de un nuevo comenzar, de una nueva oportunidad e hilemos una fina cuerda para tejer nuestra propia vida, llena de alegrías e inevitablemente de algunas tristezas, pero conscientes de que estamos vivos.