Cada niño es un regalo que debe de ser aceptado en su condición plena, ya que cada uno de nuestros hijos nos trae toda la sabiduría en su alma, independientemente de su condición, carácter o habilidades.
Ellos nos han elegido y debemos proveerlos en todas sus necesidades: espirituales, de crecimiento y evolución.
Cuando decidimos ser padres, firmamos un contrato vital con nuestro futuro hijo, y está en nuestras manos cumplirlo. Igual que sabemos que tendremos que cubrir sus necesidades materiales para su bienestar físico, nos comprometemos a garantizar su desarrollo en todas las áreas de la vida.
Vislumbremos igualmente la sabiduría y el amor infinito que viene con cada hijo. Ellos nos han seleccionado por alguna razón, y junto a nosotros tendrán su propio crecimiento individual, al mismo tiempo que también se dará el nuestro, pues estos contratos de alma dan siempre beneficios mutuos.
Los padres asumimos la responsabilidad de criarlos, protegerlos y darles cuanto necesiten para sobrevivir en el plano material. Pero también nos responsabilizaremos en ayudarlos en el desarrollo de sus habilidades y talentos diversos. Cada niño es un Mundo y cada uno tiene sus necesidades.
Nuestros hijos inevitablemente nos ayudarán a elevar nuestra conciencia, por medio de nuestra convivencia con su alma pura de vibración limpia y con la profunda sabiduría vital que traen. Este es el camino natural de la evolución, en el cual el alma del niño está siempre en una espiral superior, y por lo tanto, en condiciones de ayudar a sus padres a que evolucionen también.
Sin embargo, los padres hemos de ser conscientes de este hecho y aceptar, apoyar y criar a nuestros hijos desde el amor infinito, independientemente de su condición, ya que somos los celadores de su alma.
Cuestionemos y desafiemos viejas formas de crianza y tomemos el camino hacia nuevos conceptos, desmitificando y dando un nuevo significado al concepto de padres. Seamos conscientes en aplicar distintas formas de vida familiar según las circunstancias, basadas en la diferencia de cada uno de los miembros, el respeto mutuo y la ayuda a los demás.
Un niño siempre es especial, sensible, amoroso, talentoso e intuitivo. Los padres tendremos que responsabilizarnos para encontrar formas de estimular esta sensible y bella energía, y colaborar en el desarrollo de todas sus capacidades, diferentes e únicas.
Nuestro hijo será el instructor de nuevos caminos para que nosotros crezcamos junto a ellos. Nos harán cuestionarnos o desafiar todos los sistemas de creencias y “reglas” existentes si es preciso, y dependerá de nosotros, como padres, escuchar y aprender, y no quedarnos en el viejo paradigma que no les deje evolucionar.
Debemos de tener claro que cada hijo es un “espejo” para nosotros, Así empezaremos a vivenciar pautas más amorosas y revitalizadoras que si no los aceptamos como Maestro. Ellos nos ayudan a despertar y saber quiénes y qué somos, y lo que somos capaces de hacer cuando somos verdaderos, auténticos y únicos, como ellos. Los padres hemos de comprender que esta pequeña criatura es un ser sabio y poderoso. El reto es comprender que ellos nos están ayudando a nosotros e intentar del mismo modo brindarles nuestro apoyo.
La enseñanza más poderosa es la de la “Igualdad del ser”, todos somos iguales, aunque diferentes. Los niños deben de ser considerados como iguales y con iguales derechos en la familia, y no como dependientes, aprendices o inferiores.
Nuestros hijos han venido a enseñarnos la mayor de las enseñanzas: el camino. GRACIAS.
Gracias Any, amor infinito.