“He aquí lo que usted puede hacer: suprimir al hombre y salvaguardar el medio ambiente, o suprimir el medio ambiente y salvaguardar al hombre. Puede suprimir juntos al hombre y al medio ambiente, o puede proteger juntos al hombre y al medio ambiente”. Maestro budista Ch’an Lin Zi.
El ser humano con su calor interno, sus sustancias minerales, sus corrientes electromagnéticas, sus líquidos y sus gases orgánicos es un ser vivo al que también hay que proteger.
Salvemos al Planeta y al mismo tiempo al hombre.
Nuestra vida se debe alimentar de la vida en la tierra, nuestra respiración del soplo que se origina en sus bosques, nuestra sangre de su agua…
Vivimos sobre la Tierra en interdependencia total con ella.
Eco, Bio, Orgánico o Natural es más que un término de moda.
El mercado de alimentos ecológicos está creciendo a un ritmo altísimo, y las multinacionales de la industria de la alimentación son conscientes de ello y quieren tomar la mayor tajada del pastel.
El sello ecológico en España certifica que en el cultivo o cría de los ingredientes de los que está compuesto un alimento no se han utilizado compuestos de síntesis química (pesticidas, herbicidas, hormonas, antibióticos, …) y además no provienen de organismos modificados genéticamente (transgénicos).
Este sello garantiza que la materia prima cumple los aspectos anteriormente mencionados, pero no garantiza que el alimento procesado que se realiza con esta materia posea unas cualidades nutricionales mejores y, dependiendo del modo de elaboración, que sea más sano y equilibrado.
Al final, en los procesos de producción masiva, todo se soluciona con potenciadores del sabor, espesantes, reguladores de la acidez…y un packaging o envoltura impecable con un mensaje rompedor que puede hacernos creer que estamos comiendo un manjar supersaludable, eso si más caro, propio de los mismos dioses, y la realidad de nutritivo y saludable poco.
Entre los ejemplos tenemos conocidas marcas de alimentos infantiles ecológicos, en las que a sus productos se le añade almidón de maíz (ecológico), zumos concentrados (ecológicos) o harina de arroz (ecológica).
Incorporar aditivos, por muy ecológicos que sean, no hace que el producto sea nutricionalmente más sano ni equilibrado: en este caso concreto son una fuente innecesaria de azúcares, modifican la textura (y sabor) natural del producto y se realiza básicamente por razones económicas de ahorro en costes.
Veamos otros ejemplos de productos que pueden parecer saludables o mejores, pero no lo son.
Una conocida fábrica de producción de aceites, conservas, mermeladas y zumos ecológicos está en proceso de duplicar su capacidad de producción con la adición de nuevas líneas. Se ha consolidado como proveedor de grandes empresas de distribución como Lidl España y Uvesco (matriz de la enseña BM) o El Corte Inglés. Sin embargo si leemos los ingredientes del producto comercializado bajo la marca blanca y el original, no tienen el mismo valor nutricional ni de lejos. El agua puede ser un elemento saludable claro está, pero pagar por agua…Lo barato sale caro.
No se trata de comer, sino de nutrirnos.
Otro ejemplo lo podemos encontrar en el Café. No es lo mismo una torrrefacción artesanal y con un método de decafeinización, por ejemplo, a base de agua y sin disolventes, que un café ecológico que utiliza procesos que desnaturalizan el producto.
Nada que ver un Aceite de Oliva Virgen Extra de Primera Prensión en Frío con un aceite Carrefour Bio Ecológico. Aquí tenéis información de valor sobre un tema tan importante: https://anayany.com/aove-por-nuestras-venas/
Aceitunas o miso pasteurizados que han perdido parte de sus propiedades saludables a pesar de ser bio, etc.
Y no hablemos ya de los productos de limpieza, cosméticos o ropa, por ejemplo.
Conviene comprender bien el significado de los diferentes etiquetados que nos dan más o menos garantía de que en los productos que las tienen no haya una serie de compuestos.
Pero no basta con que un producto presuma de ser ecológico para que realmente lo sea. A veces un producto presume de tal cosa solo por no contener fosfatos, por ejemplo, pero eso no implica que no contenga otras cosas nocivas para la salud, como disrruptores endocrinos.
Aprendamos a leer las etiquetas que se presuponen ecológicas:
1. Comercio Justo. Se trata de una etiqueta completa porque certifica que el producto cumple con los estándares internacionales de comercio justo, que tiene en cuenta aspectos medioambientales, sociales y económicos. ¡Pero ojo con los productos elaborados!
2. Ecolabel de la Unión Europea. Designa productos con un impacto ambiental menor que otros de su misma categoría.¡Menor no significa saludable!
3. Ecocert para cosméticos y detergentes naturales y ecológicos. Es de los más reconocidos a nivel europeo y garantiza buenas condiciones de trabajo para los agricultores, así como la utilización segura de productos químicos, gestión de desechos o uso responsable del agua.
4. El sello internacional Stardard 100 de Oeko-Tex indica que un producto textil está libre de ciertas sustancias nocivas, como pesticidas o metales pesados.¡Pero no olvidemos los tintes!
5. La etiqueta FSC garantiza que la madera o el papel que la exhiben procede de bosques que se han gestionado de manera sostenible.¡Y los tóxicos detectados en los productos reciclados?
6. La etiqueta MSC establece que el pescado viene de una pesquería sostenible. Esto es, que las empresas mantienen un nivel saludable de especies, cuidan la integridad del ecosistema marino y desarrollan sistemas de gestión con criterios biológicos, ambientales sociales y tecnológicos.
No todo vale.
El consumo BIO debe de ser consciente, basado en productos FRESCOS y de TEMPORADA, de cercanía y confianza y debe ayudar al agricultor con conciencia, frente a las grandes multinacionales que ven en esto una posibilidad de negocio, van al máximo en la restricción de pesticidas según la legislación vigente y no piensan en el hombre ni en el medio ambiente.
Bio ha pasado de ser un sinónimo de SALUDABLE, a un sinónimo de RENTABLE a nivel de los negocios que rodean el suministro a las tiendas y particulares que consumimos por SALUD Y CONCIENCIA solo productos bio.
No estropeemos lo conseguido hasta ahora arruinando al agricultor comprometido con la vida. Ayudemos a los que quieren comprometerse con la cercanía del consumo para evitar la huella ecológica, y no con los que venden su pequeña cosecha a grandes distribuidoras y se niegan a servir a sus vecinos locales verduras frescas y de calidad a un precio razonable.
A nosotras desde luego no nos importa pagar un poco más si el producto es de confianza, están detrás familias que intentan subsistir haciendo las cosas bien, y existe un compromiso con la salud de las personas y el planeta, antes que una ganancia económica especulativa de productos bio.
Por eso hacemos una compra consciente, por supuesto que nada es perfecto por motivos diversos, pero queremos salud para nosotros, trabajo para el pequeño agricultor local y salud para el planeta.
El dinero que nosotras destinamos a alimentación, limpieza, etc. como cualquier otro consumo, gasto o inversión, intentamos que sea lo más consciente, respetuoso y saludable posible.
No es fácil, pero sabemos lo que queremos.
Por un futuro mejor para todos.