SILENCIO MEJOR QUE REACCIÓN

“La vida es realmente sencilla, pero insistimos en hacerla difícil”. Confucio.

Concentremos nuestra energía en nuestra propia vida, ocupémonos de nosotros mismos en vez de estar preocupados por las opiniones de los demás y así, después, podremos ayudar de forma adecuada.

Si hay todavía algo que nos molesta cuando los otros hablan, eso es simplemente una proyección de aquello que todavía no hemos resuelto en nuestro interior. Sigamos trabajándonos.

Controlemos no estar a la defensiva frente a los demás. Cuando tratamos de defendernos continuamente, en realidad estamos dándole demasiada importancia a los otros y le damos más fuerza a su agresión que a nuestra razón.

Si no estamos a la defensiva día tras día, estamos mostrando que respetamos las opiniones de los demás y que realmente no nos afectan sus energías negativas cuando hablan. Son simplemente opiniones, sin más repercusión y no necesitamos responder para alimentar sus egos o convencer a otros de lo contrario.

Seamos nosotros felices y guardemos nuestra energía para lo realmente importante: amar y ayudar a los demás.

Nuestro silencio interno nos puede ayudar a que no reaccionemos impulsivamente a las cosas. Respiremos hondo, calmémonos y realicemos ayuno de palabras para volver a educar al ego que tiene la mala costumbre de hablar todo el tiempo.

Practiquemos el arte de no hablar, por lo menos algunas horas durante un día a la semana, según lo permita nuestra vida; o el arte de hablar sin hablar: abstenerse de mentir, abstenerse de cotillear, abstenerse de hablar maliciosamente, abstenerse de palabras ásperas y de charlas frívolas.

Y practiquemos la “palabra correcta” utilizando en el momento adecuado las palabras que vale la pena recordar, las que son razonables, moderadas y beneficiosas. Busquemos las palabras apropiadas, cultivemos la honestidad y compartamos desde nuestros valores.

Podemos encontrarnos con gente que, con tal de ganarse la simpatía de un grupo, comparte información de forma negativa o autoritaria contra otros. Es un problema de su estado vital, no del nuestro. No sobrereaccionemos. Por supuesto que a veces hay que informar a los demás de los problemas, pero hagámoslo de forma moderada y solo en la medida que sea necesario, por ejemplo para la protección de todos, el cumplimiento de las normas comunes o la defensa de nuestros derechos.

La verdad es que es sencillo decidir cuándo debemos decir algo y cuándo debemos callar: si algo no es verdadero, ni beneficioso ni agradable, mejor abstengámonos de hablar; si es verdadero pero no es beneficioso ni agradable, mejor abstengámonos de contarlo; si es verdadero y beneficioso pero no es agradable, busquemos el momento adecuado para hablar y la forma más pacífica de hacerlo. Si algo no es ni verdadero ni beneficioso, aunque sea agradable, es mejor el silencio; si es verdadero y agradable pero no es beneficioso, podemos encontrar más paz callados, y si es verdadero, beneficioso y agradable, digámoslo desde el corazón.

Practicar la virtud o el arte de no hablar requiere de un poco de reflexión y calma para no actuar por impulso y debe formar parte de nuestra práctica de vivir de forma más consciente y feliz.

Así, nuestra naturaleza interna reemplazará lo negativo, el “run-run” de nuestra cabeza, por silencio, dejando aparecer la luz del corazón y el poder de la sabiduría. Pero hay que tener cuidado y mantener bajo control el ego, porque el poder del silencio solo surge cuando la mente se queda tranquila.

Estemos en silencio cultivando nuestro poder interno. Así, cuando digamos algo, será porque es realmente importante y lo que expresemos será lo que deseemos decir, «desde el corazón vibrando en la frecuencia del amor», como dice Any.

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