Por Any Pascual
A mi entender y según mis experiencias en mi «evolución espiritual», existen maestros espirituales.
Para mí, estas son las almas encarnadas que la Vida, el Universo, los Sabios y también nosotros mismos, antes de encarnar, decidimos que lleguen a nuestra vida como personas en esta maravillosa Tierra para mostrarnos el siguiente paso de nuestra evolución, para reflejar algo de lo que no somos conscientes, revelar aspectos de nosotros mismos, dirigir nuestra atención durante un tiempo hacia una parte de la realidad, reforzar una idea proveniente de nuestro Ser que infravaloramos… o simplemente para comunicarnos que sí, que estamos en línea con nuestra alma, conectados a y con nuestra intuición, en el camino del propósito por el cual elegimos encarnar en las circunstancias en las cuales lo hemos hecho.
Por eso, para mí, teniendo en cuenta que todos somos Uno, lo mismo, Amor, y que por lo tanto somos iguales en esencia, los maestros que nos ayudan a volver a la Senda se presentan o manifiestan de dos maneras, complementarias como las energías Yin-Yang, para que haya una, cuando la diferenciamos del todo, o Tao, la otra es necesaria. Y siempre se presentan ambas.
A algunos, ahora está generalizado llamarlos “gente tóxica”. Suelen presentarse cuando tenemos algo encallado, una creencia o emoción debido a la cual momentáneamente no experimentamos la Plenitud del Ser que somos. Son almas que están en su propio proceso evolutivo, que decidieron estar encarnadas al mismo tiempo que nosotros y con las que nos pusimos de acuerdo para servirnos mútuamente de maestros. Reflejan algo en nosotros que podemos sanar y que, si lo hacemos, generará un salto cuántico espiritual en nuestra evolución. Mucha gente se relaciona constantemente con esta clase de maestros, porque así lo decidieron. Ven continuamente un patrón en sus relaciones y siempre hay una característica que “no soportan”, que “ojalá fuera distinto” en esa(s) persona(s) de su entorno. Aunque no podamos verlo cuando se producen las “confrontaciones” (las mayores y, por lo menos así se planeó, más eficaces formas de entender una pieza de nuestro puzzle interno, del de la otra persona, cómo enfocamos egoicamente las relaciones o un aspecto generalizado de estos humanos que desconocemos, me incluyo pues aún estoy en el camino de aprender lo que vienen a enseñarme, nuestra auténtica y amorosa esencia, que somos una parte perfecta, amada y en evolución del Universo), estas aparentes discordias tienen un concepto de base, más allá de las circunstancias específicas, que, con un poco de introspección sincera, en silencio, con la mente serena y vacía de la cháchara de nuestro ego, podremos comprender, interiorizar y aplicar. Ser luz.
Con esta clase de maestros aprendemos muchas lecciones muy valiosas que nos sirven luego para cambiar nuestra percepción de la vida hacia caminos más amorosos. Cuanto más nos “chirríen”, molesten o perturben las situaciones (neutras en sí mismas) en las cuales este tipo de maestros hace su aparición y despliega su potencial de despertarnos a la consciencia y al Amor través del sufrimiento), mayor potencial hay ahí para evolucionar, si conscientemente elegimos, a causa de o durante ese momento de nuestra vida, tomar una actitud positiva, pacífica, inclusiva (todos tenemos el mismo derecho a pertenecer aquí, a estar) y centrada en las virtudes detrás de las pasiones y fijaciones egoicas, comúnmente llamadas “defectos” que son reflejos de las nuestras que negamos.
LA IRA ES UN DÉFICIT DE SERENIDAD (LA SERENIDAD ES UN SUPERÁVIT DE IRA), y así con cada cualidad. En alguien muy orgulloso existe el potencial de una gran capacidad de amar. Una persona que consideraríamos vanidosa o superficial cuenta en su interior con unos grandes valores que puede escoger seguir en cada paso de su camino y ser un gran maestro espiritual de la otra clase… En mí, por ejemplo, coexisten la ecuanimidad (todo es como tiene que ser. “Buena suerte o mala suerte ¿quién sabe?”. Todo ocurre para algo y, cuando estoy descentrada y el ego grita tan fuerte que silencia mi alma y su voz sabia, la envidia. Son las dos caras de la moneda. Una persona puede estar obcecada, cegada por los defectos de alguien y en relación a ese mismo alguien, otra persona puede ver en ella sus virtudes, como una manifestación de su propia virtud interior.
Siempre existen ambos. Un gurú ha superado su propia sombra, y cualquier inconsciente es Amor.
La otra manifestación de los maestros espirituales es la que la mayoría de la gente asocia a esas palabras. Wayne W. Dyer, Louise L. Hay, Deepak Chopra, Jean Shinoda Bolen, Lee Carroll, Shakti Gawain, Rhonda Byrne, Jorge Bucay, Álex Rovira, Heather Ash Amara… y muchas otras almas que transmitieron y siguen transmitiendo mensajes de amor, paz y evolución al planeta. Estas almas están más adelante en el camino de la evolución hacia el Amor, y encarnaron para ayudarnos a los demás Seres que ahora somos humanos, sus hermanos espirituales que necesitamos más pruebas para evolucionar. Ellas, sus almas, también están en este viaje con nosotros. También tuvieron que superar muchas pruebas que les llevaron al elevado nivel de consciencia donde se encontraban cuando yo recibí sus mensajes. Y ellos escogieron esas pruebas. Wayne tuvo un problema con el alcohol hasta que se dejó guiar por su alma, la cual nombró Yo Superior. Louise tuvo la autoestima por los suelos durante gran parte de su vida, experimentó falta de libertad sexual y problemas familiares, antes de aceptarse y escribir “Usted puede sanar su vida”. Y eso es solamente lo que se me viene a la mente en este momento, hubo mucho más. Estas pruebas estaban ahí para ellos, para que aprendieran quiénes son en realidad y para que pudieran iluminar la vida de tantas y tantas personas como lo han hecho a día de hoy, incluyéndome. Las escogimos.
Esta segunda variedad de maestros espirituales, cada uno recibiendo mensajes que se interpretan de manera diferente, condensados en libros con títulos distintos, siendo al final siempre lo mismo, vibran muy rápido, muy alto, muy conscientemente, y resuenan con nosotros cuando vibramos en sintonía con ellos, cuando estamos centrados, cuando nuestra mente está comunicando lo que nos susurra nuestra alma, cuando visualizamos, amamos incondicional y plenamente y, luego, soltamos. Cuando estamos en nuestro camino, orientados en una dirección con corazón y dispuestos a Amar.
Si los maestros espirituales que he mencionado antes nos ayudan revelando los aspectos que podemos trabajar en nosotros y la manera en la que el ego nos habla, estas almas nos hacen ver nuestra luz, nuestras virtudes, nuestra sabiduría, nuestra intuición, nuestras potencialidades, nuestras capacidades, nuestro propósito (cuando pasa eso de que recibimos el pensamiento “yo quiero hacer algo como lo que está haciendo él/ella, quiero dedicarme a ello” desde nuestra alma, nuestro corazón, con Amor infinito y una sensación de que eso es, de que esa actividad “encaja” con nosotros, con quienes somos en realidad…), nuestra felicidad innata, nuestra completa aceptación…
Es diferente para cada alma, dependiendo de su evolución, de su Registro Akáshico, de sus variadas experiencias en esta vida, de los aspectos que necesita trabajar y de aquellos en los que ya se deja guiar por el Universo, el Amor y su propia esencia; pueden mostrarnos cosas muy distintas a nosotros que a los demás. Nos hacen de espejo de partes de nosotros que son nuestro Ser, que son pedazos del Tao, de la Sabiduría y del amoroso e inclusivo Todo. Un maestro espiritual que se manifiesta así para muchas personas puede ser un maestro que se presenta como de la otra clase para otras, sobre todo si no se acepta el aspecto espiritual de la existencia o a esas personas.
Hay personas, tengo la seguridad de ello, que se toman los mensajes de Buda (o Jesús, todo depende) como una ofensa, como algo personal. Eso está perfecto; esas personas, en su esencia, tienen el potencial de ser como Siddharta Gautama, de transmitir mensajes muy similares a los suyos. Para personas como estas, los que yo puedo considerar maestros espirituales de este grupo pueden sacar a flote creencias limitantes, pueden perturbarles en grado sumo. Está bien. Y también está bien al contrario. Mi verdad puede ser diferente a la tuya, y la tuya puede ser muy diferente a la mía. Somos Uno.
Estas personas resuenan con una vibración amorosa, y normalmente suelen ser faros llenos de luz para el resto de seres humanos, de modo que solo nos los encontraremos cuando nuestra propia “melodía” sea similar a la suya. En cada momento la frecuencia que emitimos cambia, así que está bien cambiar de alma que nos sirva como maestro. A veces me siento más cercana de unos o de otros. Fluyo con el designio momentáneo de mi alma.
Hay que recordar siempre ambas caras de la moneda. Todos somos luz, y todos experimentamos sombras.
Personalmente, existen muchas personas que me hacen de maestros todos los días, de ambas clases.
Hay un ser en concreto que ha pasado de ser mi maestro de una clase a otra. Y no, mamá, no eres tú (contigo todavía estoy en proceso, aunque estoy segura de que harás esa transición en algún punto). Él me ha ayudado y sigue sirviéndome de maestro más de un año después, en temas distintos y algunos idénticos a entonces. Supe ver las creencias que mi ego continuamente emitía en cuanto a él. Las sané y estoy sanando, y gracias a ello ahora es un gran maestro del segundo tipo para mí. Compasión, calidez, tranquilidad, aprecio, suavidad, entendimiento, aceptación, confianza, perenne calma, plenitud. Esas son algunas de las cosas que me ha enseñado. Gracias, gracias, gracias, te amo con toda mi alma y amo nuestro vínculo eterno.
En resumen, los maestros espirituales se presentan en dos variantes. Una nos aclara nuestro siguiente paso a través de una experiencia (o una serie de ellas) que nos saca de nuestra zona de confort para nuestra evolución. Y la otra nos hace ver el camino completo y nos ayuda a situarnos en esta evolución en espiral, valorando cuánto hemos avanzado, el lugar en el cual estamos en el presente y cómo y dónde existe la posibilidad de que lleguemos si seguimos los dictados del Ser. Todas nuestras relaciones son maestros espirituales y de todas podemos aprender algo útil. Recordad esto siempre que os relacionéis con alguien: como en el símbolo del Yin-Yang, la oscuridad y la luz se complementan, son dos aspectos de la manifestación del Universo y ambas necesitan a la otra para existir; en el centro de toda negrura existe claridad y toda iluminación luminosa surgió gracias a un punto de sombra. En un momento no necesitaremos más relaciones que nos sirvan de maestro, en una manifestación u otra para evolucionar y crecer en el Amor puro. Llegará un instante en el cual seremos nuestros propios maestros.
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