Cómo mejorar nuestra Economía Familiar

Introducción

Aunque parezca que la economía es un sistema global donde la acción individual no importa, no es así, tenemos que tomar decisiones sobre políticas económicas, porque van a influir decisivamente en nuestras vidas. Tenemos dos formas de hacerlo: mediante el voto político y mediante el voto que ejercemos en cada acto de compra. 

Asumir el control de nuestra economía no se limita a dejarse llevar por las circunstancias, debemos ser conscientes de nuestros actos.

Para nosotras la mejor forma de gestionar nuestra Economía Familiar es:

– Realizamos un Presupuesto anual y una proyección a 3-5 años vista.
– Gastamos menos de lo que ingresamos. Es decir, ahorramos. Casi siempre hay margen para recortar algunos gastos.
– Destinamos parte del ahorro a crear un Fondo de Emergencia (el colchón de seguridad) por si surge algún imprevisto.
– Invertimos para crear activos que pongan dinero en nuestro bolsillo.
– Cada mes hacemos una revisión de nuestra situación y ajustamos nuestro plan económico.
– Y controlamos nuestras deudas. Los préstamos tienen costes. Sólo incurrimos en deuda buena.

La mayoría no hemos logrado aún el nivel de libertad y seguridad financieras que deseamos, aunque estamos en el camino, pero la buena noticia es que todos podemos aspirar a conseguirlo si dedicamos un poco de tiempo a aprender a ahorrar, invertir y gestionar mejor nuestro dinero.

No hablamos de hacerse rico. No se trata de tener mucho dinero en el banco. Está bien aspirar a ser millonario, pero eso no está al alcance de todo el mundo. La seguridad financiera, en cambio, sí.


Si mantenemos nuestros gastos por debajo de nuestros ingresos podremos ahorrar, invertir y alcanzar la seguridad financiera. Intentemos aumentar nuestras inversiones y nuestro patrimonio.

Alguien que gana 35.000 euros al año y gasta 40.000 no tiene tranquilidad en su día a día. Mucha gente trabaja duro durante años y no llega a fin de mes o no tiene nada después de una vida de esfuerzo, sin saber que puede gestionar su economía fácilmente de una forma más eficiente.

ELABORAR UN PRESUPUESTO FAMILIAR O PERSONAL.

Todos debemos adoptar el hábito de ahorrar algo cada mes y gestionar nuestros ahorros y, cuanto antes empecemos, mejor.

Ahorrar lo suficiente nos ayuda a conseguir no sólo seguridad, sino que, bien invertido, ese dinero nos ayudará a acercarnos, año a año, a la libertad financiera. Es decir, en vez de trabajar por dinero que cubra nuestros gastos del día a día, debemos ahorrar e invertir parte de nuestros ahorros para que nuestro dinero trabaje para nosotros.

Si vivimos sin deudas, controlamos nuestros gastos y aumentamos nuestros ingresos de forma sistemática, podremos alcanzar cierta seguridad financiera. Está a nuestro alcance. Solo hay que proponérselo y tomar acción.

Aunque el dinero no da la felicidad, vivir sin deudas y sin angustias de fin de mes, tener unos ahorros, poder invertir y tener ingresos pasivos es un buen comienzo para conseguir cierta tranquilidad en la familia.

Igual que para rebosar salud no podemos descuidar las medidas preventivas, para que nuestra economía familiar no forme parte de nuestros quebraderos de cabeza hay que trabajar la planificación desde hoy mismo y mirando a largo plazo.

Empecemos por saber cuál es nuestra situación económica actual y cuáles son nuestros objetivos financieros.

PARA QUÉ ELABORAR UN PRESUPUESTO

¿Sabes exactamente cuánto dinero ingresas y cuánto gastas cada mes?

¿Sabes en qué te gastas cada euro?

¿Tienes alguna vez problemas para llegar a fin de mes?

¿Ahorras todos los meses o se te va todo el dinero en pagar facturas y deudas?

¿Sabes cómo invertir tus ahorros?

Si tuvieras una avería importante en casa o dejara de funcionar el coche, ¿cuentas con una reserva de dinero para los gastos imprevistos?

Todos tenemos objetivos financieros a medio y largo plazo: comprar una casa, cambiar de coche, acabar con las deudas malas, pagar los cuidados de nuestros hijos, etc.

A muchas personas el dinero “se les va” en gastos diarios y tienen verdaderas dificultades para llegar a fin de mes. Sorprendentemente, ocurre también en familias que disponen de ingresos elevados.

Sea cual sea nuestra situación económica, el presupuesto es la herramienta imprescindible para tomar el control de nuestras finanzas personales.

Sea cual sea nuestro nivel económico, el presupuesto nos permitirá sacar más partido a nuestro dinero.

Quizás elaborar un presupuesto suene complicado o sugiera imágenes desagradables, como privarse de cosas que deseamos o, incluso, de las necesarias. En realidad, es todo lo contrario. El presupuesto es la forma más eficaz para sacar todo el partido a nuestro dinero. Su confección y seguimiento pueden resultar incluso divertidos.

Requiere un poquito de esfuerzo al principio, pero luego se convierte en un hábito muy beneficioso que nos permite identificar en qué gastamos nuestros ingresos y hacer los ajustes necesarios para ahorrar un poco más cada mes, y así lograr nuestros objetivos a largo plazo.

El presupuesto sirve para:

  • Saber en qué se va el dinero.
  • Priorizar los gastos.
  • Reducir o eliminar las deudas.
  • Apartar alguna cantidad todos los meses para invertir, teniendo en cuenta los objetivos a largo plazo.
  • Evitar discusiones de pareja.
  • Acumular un fondo para emergencias.
  • Vivir dentro de nuestras posibilidades, con la tranquilidad que esto supone.
  • Hacer previsiones de futuro mediante el ahorro o en base al rendimiento de nuestras inversiones y patrimonio.
  • Llevar un seguimiento y control para no desviarnos.


CÓMO ELABORAR UN PRESUPUESTO FAMILIAR O PERSONAL

PASO 1: IDENTIFICAR INGRESOS Y GASTOS.

Hay programas informáticos y servicios de banca online que nos facilitan esta tarea, aunque también se puede hacer con lápiz y papel. Una hoja Excel o un Google Sheets sirven perfectamente para esta tarea.

Todos los ingresos y gastos deben corresponder al mismo periodo de tiempo. Es decir, si introducimos ingresos y gastos anuales, aquellos gastos que pagamos mes a mes los multiplicaremos por doce meses (por ejemplo, la cuota de la comunidad de 100€ mensuales lo anotaríamos como 1.200€ anuales)

Cuanto más veraz sea la información que introduzcamos, más válido será el presupuesto. Merece la pena dedicar unos minutos previamente para recopilar los documentos necesarios: recibos de domiciliaciones, compras y cajeros automáticos, extractos de bancos o tarjetas de crédito, libretas, talones, nóminas…

Si no disponemos del dato real, podemos usar cantidades estimadas, aunque luego tendremos que comprobarlas y ajustarlas a la realidad. Naturalmente, algunos meses se gasta más que otros (seguro que el gasto de comida en diciembre no es igual que en febrero y se gasta más electricidad en enero que en mayo), por lo que la estimación debe hacerse también como promedio de un año.

Ingresos:
Empezamos por apuntar todas las entradas de dinero. Las más importantes suelen ser la nómina y los rendimientos de nuestras inversiones, pero no olvidemos otros posibles ingresos como pensiones alimenticias, intereses de cuentas bancarias, subvenciones, ayudas, trabajos extras, etc.

Gastos:
Los gastos son todas las salidas de dinero. Para saber realmente en qué situación estamos, hay que incluir todos los gastos actuales, desde la vivienda hasta los pequeños desembolsos diarios. Y no debemos olvidar otros ocasionales como vacaciones, regalos de cumpleaños y compras de Navidad.

Hay que identificar y apuntar todos los gastos, por pequeños que sean. Nosotras recomendamos el Método del Sobre: siempre pedir el ticket de compra y guardar todos los del mes en un sobre. Así nos haremos conscientes del goteo continuo de gastos innecesarios que cometemos a diario.

Después de apuntar todos los gastos conocidos puede que todavía haya salidas de dinero sin documentar (cantidades sacadas de los cajeros automáticos para pequeños gastos diarios).

Un buen experimento que podemos hacer en familia es convencer a todos para que lleven una agenda y apunten todos los gastos realizados, por pequeños que sean, por ejemplo durante un mes.

Un truco: Si utilizamos mucho la tarjeta de crédito o débito, cubrámosla con un post-it o guardémosla en una funda de papel. Cada vez que la usemos debemos anotar para qué la hemos empleado y cuánto hemos gastado.

Una vez que tengamos una estimación fiable de nuestra situación financiera, podemos proceder al siguiente paso: Evaluar y Ajustar los Gastos según los Ingresos.

PASO 2: EVALUAR LOS GASTOS Y HACER AJUSTES

Ingresos anuales > gastos anuales = felicidad
Ingresos anuales < gastos anuales = problemas

Puede que nuestros ingresos mensuales sean relativamente estables, pero los gastos varían. Unos meses se gasta menos y al final hay un poquito de superávit. Otros meses los gastos son mayores que los ingresos y se recurre al superávit de meses anteriores para pagarlos. Y así se va tirando mes a mes, pero sin llegar nunca a controlar la situación. Los problemas surgen cuando hay varios meses seguidos en los que los gastos superan a los ingresos. Entonces se agotan los ahorros y no hay más remedio que pedir dinero prestado para atender a los pagos.

Los gastos no deben superar el 90% de los ingresos, para poder ahorrar, como mínimo, el 10% restante cada mes. Este 10% se puede destinar : a reducir las deudas, a crear un fondo para emergencias y/o a lograr nuestros objetivos financieros a medio y largo plazo como acumular capital para una adquisición importante o empezar a invertir. Obvio, sin ingresos, nada de esto es posible y sin ahorro nunca tendremos el control sobre la situación.

Cuanto más ahorremos, antes lograremos nuestros objetivos, contaremos con más opciones de inversión y dispondremos de más control sobre nuestra vida y nuestro futuro.

Así que ajustemos nuestro presupuesto, tanto si tenemos problemas para llegara a fin de mes como si hemos ahorrado un poco más.

Para ello sólo hay dos opciones: aumentar los ingresos o reducir los gastos.

AUMENTAR LOS INGRESOS.

Al principio las posibilidades para aumentar los ingresos pueden parecer limitadas.

Si la situación lo permite, podríamos intentar negociar un aumento de sueldo o buscar un segundo empleo o fuente de ingresos.

También hay que asegurar la optimización de nuestra carga fiscal, para no pagar más impuestos de los necesarios, y consultar las ayudas y deducciones aplicables.

Pero como normalmente no está en nuestras manos aumentar mucho los ingresos, lo habitual es tener que reducir gastos.

REDUCIR GASTOS

Nunca es divertido recortar gastos, pero hasta lograr una situación financiera saneada suele ser un mal necesario. La clave está en priorizar.

Conviene distinguir entre:

– Gastos fijos obligatorios: como la hipoteca o alquiler de la casa y las cuotas de otros préstamos. Su importe no varía mucho mes a mes.
– Gastos variables necesarios: comida, ropa, electricidad, etc.
– Gastos discrecionales: todos los demás gastos que, en caso de necesidad, se podrían reducir o eliminar.

Cuando hay que economizar, normalmente es más fácil empezar con los gastos discrecionales.

GASTOS DISCRECIONALES.

Se trata de todos aquellos gastos para cosas que nos gustan, pero que no son imprescindibles. Cuando hay que recortar, deben ser los primeros. Todos podemos descubrir gastos superfluos que realmente no añaden mucho a nuestra calidad de vida, y que drenan fondos que podríamos utilizar para otros fines más productivos.

Calcula honestamente lo que representan al año las cosas que compras porque “están bien de precio”, la comida basura, las comidas innecesarias fuera de casa, la ropa en rebajas…

Por ejemplo, un paquete de tabaco (o si prefiere, un desayuno completo fuera de casa) todos los días puede llegar a costar unos 3,5€. Parece poca cosa, pero si eliminamos este gasto y metemos su importe mensual (105€) en una cuenta que paga un 2% de intereses, al cabo de 10 años equivaldría a casi 14,000€.

¡Cuidado con los lujos disfrazados de necesidades!

Puede que formen parte de nuestra rutina el café diario, ir al cine y salir a tomar una copa los fines de semana, el gimnasio, la peluquería, la pizza a domicilio, la televisión de pago… pero si nuestros ingresos no cubren la totalidad de nuestros gastos, descontada alguna cantidad para el ahorro, se trata de lujos.

¡Únete a la vida frugal!

Dicho esto, en cuanto hayamos salido de los números rojos, es buena idea presupuestar algo para ocio, siempre sin endeudarnos. También hay que disfrutar de la vida, y los presupuestos son como las dietas: los demasiado estrictos suelen fracasar. Lo importante es buscar la forma de incluir estos conceptos dentro del presupuesto y ajustarse para no gastar más de lo permitido.

GASTOS VARIABLES NECESARIOS.

Electricidad, comida, transporte, son gastos necesarios para vivir, pero de los que podemos ahorrar si hacemos un uso racional. Por ejemplo, tenemos la posibilidad de reducir la factura de la luz apagando lámparas, ajustando el termostato, utilizando bombillas de bajo consumo o solicitando una tarifa con mejores condiciones según nuestro estilo de vida.

Como estos gastos son necesarios, normalmente sólo es posible economizar haciendo pequeños recortes. Un poquito aquí, un poquito allá, es el ahorro típico de la hormiguita: comprar en lugares más económicos (cooperativas de consumo), andar o utilizar transporte público en vez de pagar gasolina y parking, coger el autobús o metro en vez de un taxi, comprar ropa, muebles y electrodomésticos sólo durante las rebajas o de segunda mano (y más importante, ¡sólo si hace falta!), comparar precios de distintos establecimientos, buscar el mejor plan para el teléfono e internet, etc. Suele haber más margen de lo que se piensa. ¡Viva la vida frugal!!

GASTOS FIJOS OBLIGATORIOS.

Son, por ejemplo, la hipoteca o el alquiler de la vivienda, los gastos de comunidad u otros préstamos bancarios. Hay que pagarlos sin falta y sus importes son difícilmente negociables. Si no se abonan al banco dentro de los plazos establecidos, se aplicarán gastos adicionales de demora, engordando cada vez más la deuda y la cantidad a pagar. Además, puede verse afectado nuestro historial crediticio, lo que dificultará la obtención de crédito en el futuro. En el peor de los casos, podríamos perder nuestras posesiones, incluyendo nuestra vivienda. O si no cumplimos con los gastos de comunidad, tendremos que afrontar desagradables juicios y demandas, con sus correspondientes costes.

Hay que pagar estos gastos lo primero y sin falta.

Si realmente atravesamos dificultades para atender estos pagos, planteémonos negociar con los acreedores y llegar a un acuerdo para aplazar alguno de ellos hasta que se sanee nuestra situación financiera. Pero sólo debemos hacerlo después de reducir al máximo los demás gastos.

El exceso de endeudamiento, con sus correspondientes intereses a pagar, aumenta los gastos fijos obligatorios hasta límites insostenibles, dejándonos con margen escaso o incluso negativo para poder atender los demás pagos.

EL AHORRO COMO GASTO FIJO OBLIGATORIO 

Todos trabajamos mucho para ganar nuestros salarios; dinero que luego se destina a pagar a los demás: al banco, al casero, a los colegios, al Estado, a las compañías de electricidad, teléfono y seguros… Todos son pagos necesarios, pero deberíamos de pagarnos a nosotros también.

Ya hemos mencionado la importancia del ahorro y la inversión para lograr la libertad financiera.

El objetivo empieza por guardar cada mes por lo menos el 10% de los ingresos.

La mejor forma de lograrlo es incorporando ese 10% dentro de los gastos fijos obligatorios del presupuesto. Es decir, asumir la obligación de pagarnos una cantidad fija cada mes antes de presupuestar otros conceptos variables.

¡Paguémonos a nosotros mismos!

Apartemos todos los meses un 10% de nuestros ingresos, como mínimo.

Algunas entidades de crédito ofrecen opciones para transferir esta cantidad desde nuestra cuenta corriente hasta una cuenta de ahorro u otro producto, de forma automática todos los meses. También lo podemos hacer si usamos la banca online o si lo ordenamos directamente en nuestra sucursal.

Lo importante es coger el hábito a principio de mes antes de gastar el dinero en otras cosas.

Ojos que no ven, corazón que no siente. Si nos acostumbramos a no contar con este 10% dedicado al ahorro, no lo echaremos de menos.

Quizás después de realizar todos los recortes posibles, el presupuesto siga siendo demasiado ajustado para permitirnos este 10% de ahorro mensual. No desesperemos; pongamos de momento una cantidad menor, un 5% o incluso menos. Aunque sólo podamos ahorrar 5 ó 10 euros cada mes, merece la pena. La cantidad es menos importante que la constancia.

El mejor destino para este ahorro dependerá de las circunstancias personales, etapa de vida y situación financiera de cada uno. Ya hablaremos de nuestra experiencia más adelante.

Lo importante es dar el primer paso e incorporar el ahorro sistemático, por pequeño que sea a nuestra manera de vivir.

NUESTROS OBJETIVOS FINANCIEROS

Es hora de plantearnos cuáles son los objetivos financieros a los que queremos llegar partiendo de nuestra situación económica actual en nuestra planificación financiera total:

– Control de los gastos.
– No tener deudas malas.
– Preparar objetivos concretos para el futuro.
– Ahorrar para invertir y tener ingresos pasivos.
– Proteger a la familia a largo plazo.

PREPARAR OBJETIVOS CONCRETOS PARA EL FUTURO

Para ello tendremos que empezar por marcarnos los Objetivos Financieros Generales que sostengan el estilo de vida que queremos llevar y los Objetivos Financieros Concretos para este año.

Probablemente, no podremos lograr a la vez todos los objetivos, así que intentaremos conseguir los más importantes o los más urgentes primero.

Si son muy globales, nuestros objetivos, puede ser necesario dividirlos en varios objetivos concretos para poder poner en marcha YA la recuperación de nuestra salud financiera. Cuando un objetivo es demasiado amplio y general se hace difícil de conseguir. A veces es más fácil empezar si escogemos objetivos más concretos.

Veamos la diferencia entre objetivos generales y concretos con un ejemplo

Objetivos generales

– Algún día quiero poder comprar mi propia casa.
– Deseo dar a mi hijo una salud óptima.
– Necesito ayuda en la cocina.
– Quiero vivir desahogadamente.

Objetivos concretos

– Quiero tener ahorrado 20.000 euros para la entrada de un piso, antes de octubre del 2022.
– Antes de gastar en productos que al final acaban en el armario y no utilizo, me voy a comprometer ahorrando 3.000 euros anuales para mi formación y las necesidades salutogénicas de mi hijo.
– Quiero ahorrar 1.000 euros antes del próximo mayo para poder comprarme un robot de cocina que me ayude a tener más tiempo disponible y hacer la comida de manera más sencilla.
– Quiero acumular 1.000 euros para mi fondo de reserva antes del verano.

Un objetivo financiero concreto ha de ser alcanzable y delimitado en el tiempo.

Para lograrlos sustituiremos gastos pequeños, por ahorros concretos. Parece imposible ahorrar las cantidades necesarias pero si lo intentamos veremos que no es tan complicado.

No esperemos para dar los primeros pasos; pensemos que hasta la cantidad más pequeña contribuirá al logro de nuestros objetivos, sobre todo si contamos con el factor tiempo.

Llevemos las riendas de nuestra economía.


EL FONDO DE EMERGENCIA

Hay muchas cosas en la vida que se escapan de nuestro control. Los electrodomésticos se estropean, los coches se averían, podemos tener accidentes, enfermar o perder nuestros trabajos. Los gastos imprevistos que pueden surgir son infinitos y además aparecen en los momentos menos oportunos.

Sin un fondo de dinero apartado para imprevistos, lo normal es tener que recurrir a opciones más costosas:

– Pedir un préstamo o pagar con tarjeta de crédito. Endeudarnos es poco aconsejable, ya que los intereses aumentarán nuestros gastos fijos. Es la mejor forma de caer en la trampa de un endeudamiento cada vez mayor. Además, en casos de necesidad, nos podemos ver forzados a aceptar condiciones poco favorables.

– Deshacernos anticipadamente de inversiones a más largo plazo, como acciones o criptomonedas. Además, puede ocurrir que en ese momento los mercados no sean favorables y haya que vender a un precio inferior o incluso con pérdidas. Y aunque no fuera así, estaríamos saboteando nuestros objetivos a largo plazo al deshacernos de estas inversiones.

No podemos evitar que lleguen momentos difíciles. Pero un fondo de emergencia sirve para mitigar estas situaciones e impedir el descarrilamiento de nuestros planes.

La cantidad necesaria depende de las circunstancias personales: con qué ingresos contamos en la familia, cuántas personas están a nuestro cargo y qué otras opciones tendríamos para encontrar dinero rápidamente en caso de necesidad.

Nosotras consideramos que acumular un fondo de emergencia equivalente a entre tres y seis meses de gastos normales, es decir, lo suficiente para pagar la hipoteca o el alquiler y la cuota de los préstamos, comida, luz, seguros, etc. durante ese periodo. Así no dejaríamos de cumplir con nuestro objetivo general.

Esto no significa que tenemos que ahorrar toda la cantidad que nos hemos propuesto antes de poder realizar otras inversiones, ya que muchas familias tardamos años en acumular una reserva equivalente a esos meses de gastos.

Para empezar, podríamos apartar una cantidad razonable (por ejemplo, 1.000 euros) como fondo de emergencia. Todos los meses, destinaremos por lo menos una parte del ahorro a este fondo hasta cubrir la cantidad objetivo. A partir de entonces podremos destinar el ahorro mensual, por ejemplo a inversiones.

Siempre revisaremos periódicamente la cantidad que dedicamos al fondo de emergencia y la incrementaremos si se ha quedado desfasada.

Los imprevistos, por definición, no se prevén, así que el dinero del fondo de emergencia tiene que estar fácilmente disponible cuando se necesita.

Conviene que no lo ingresemos en la cuenta corriente o libreta utilizada para domiciliar recibos y pagar tarjetas de crédito, y que no lo toquemos excepto para verdaderas emergencias.

Nosotras tampoco tenemos este dinero, que podríamos necesitar a corto plazo, invertido en depósitos a plazo fijo demasiado largo o en fondos garantizados que cobren penalizaciones por sacarlo antes de su vencimiento.

Lo tenemos depositado en productos sin riesgo que nos garanticen el capital. Que nuestro dinero siempre esté ahí.

No conviene meterlo en acciones, fondos de inversión de renta variable o renta fija a largo plazo. Podríamos necesitar reembolsar estas inversiones cuando su valor esté bajo.

La disponibilidad y seguridad son más importantes, en el caso del fondo de emergencia, que la rentabilidad, pero tampoco nos interesa tener todo ese dinero inmovilizado en una cuenta sin producir nada. Puede ser una cantidad considerable y es de sentido común buscarle alguna rentabilidad, por pequeña que sea.

Algunas opciones:

– Cuentas bancarias a la vista remuneradas que ofrecen total liquidez y pagan intereses. Estas cuentas remuneradas no suelen admitir domiciliaciones de recibos porque están concebidas para ahorrar, no como cuenta operativa. Normalmente abonan los intereses cada mes. Hay que consultar con la entidad si exige un saldo mínimo y si existen comisiones y gastos que puedan «comerse» esa rentabilidad.

– Fondos de dinero, o fondos de inversión monetarios: fondos de inversión que invierten en activos financieros de renta fija a corto plazo, como por ejemplo letras del tesoro y pagarés de empresas.null

Debemos aprender a utilizar correctamente el crédito. Así que vayamos poco a poco.

Los costes de utilizar crédito suelen incluir intereses, comisiones y otros gastos.

El interés es el importe que la entidad financiera cobra por el servicio de prestarnos su dinero. El tipo de interés puede ser fijo o variable. Un tipo de interés fijo es el que se mantiene igual durante la vida del préstamo o crédito. Un tipo de interés variable puede subir o bajar durante la vida del préstamo. Están vinculados a un tipo de referencia. El más habitual es el Euribor, al menos en las operaciones hipotecarias.

Algunos créditos pueden tener un tipo de interés nominal bajo, pero muchas comisiones por otros conceptos: de apertura, de amortización parcial, de cancelación o de estudio. Así, un crédito con un tipo de interés nominal del 3% puede resultar mucho más costoso que otro con el 5%.

Es muy importante distinguir entre tipo de interés nominal y la TAE.

La TAE (Tasa Anual Equivalente) es un cálculo, un tanto complejo, que incluye el tipo de interés nominal, más las comisiones y ciertos gastos que puedan aplicarse, teniendo en cuenta el plazo de la operación. Es un indicador mucho más fiable del coste real del crédito.

Al comparar distintos préstamos y créditos, siempre hay que utilizar la TAE, pero teniendo en cuenta los siguientes tres consejos:

– Comparemos la TAE de préstamos a un mismo plazo. Las comisiones hacen que sea diferente según el plazo para el que se calculan.

– Tengamos cuidado al comparar la TAE de un préstamo fijo con la de otro variable; en este último caso será siempre una tasa teórica, porque no hay manera de saber a priori cuál va a ser la evolución del índice de referencia. En el caso de un préstamo de tipo de interés fijo la comparación es fácil: cuanto menor es la TAE menos dinero pagaremos.
Lo mismo sucede al comparar la TAE de un préstamo personal con la de uno hipotecario. El hipotecario tiene muchos más gastos que no se incluyen en el cálculo del TAE legal, como son los gastos notariales, los seguros obligatorios, etc.

– Además del interés y comisiones, puede haber una serie de gastos no incluidos en el cálculo del TAE, sobre todo en el caso de préstamos hipotecarios: gastos de notaría o registro, de tasación, de gestión, de seguros o garantías e impuestos. Estos gastos, en muchos casos obligatorios, varían según la entidad.

NO NOS ENDEUDEMOS EN EXCESO

Muchos expertos dicen que el total de los pagos mensuales destinados a pagar deudas, es decir, las cuotas e intereses de la hipoteca y de los demás préstamos, incluyendo las tarjetas de crédito, no debe exceder el 50% de los ingresos mensuales.

Hoy en día, debido al alto coste de la vivienda, puede resultar muy difícil no exceder ese 50%, pero sigue siendo un objetivo.

Otra manera de controlar la deuda es calcular el total de los pagos mensuales de deudas sin incluir la hipoteca de la primera vivienda y no debe ser superior al 15% de los ingresos.

Síntomas de un problema

Con independencia del porcentaje que nuestras deudas representen sobre nuestros ingresos, los siguientes síntomas pueden indicar un exceso de endeudamiento.

– No sabemos exactamente cuánto dinero debemos.
– No podemos ahorrar el 10% de nuestros ingresos mensuales debido a los pagos de deudas.
– Tenemos como costumbre pagar sólo la cuota mínima mensual de la tarjeta de crédito.
– Hemos pedido un préstamo para pagar otro.
– Hemos tenido que pedir un aval a un pariente para poder obtener crédito.
– No tenemos un fondo de emergencia para imprevistos.
– Hemos recibido notificaciones del banco por atrasos en los pagos.

Seamos realistas, afrontemos las situaciones y tomemos acción para solucionar los problemas.

Tomemos las medidas adecuadas para salir del círculo vicioso que destroza nuestra economía familiar y entremos en una espiral financiera virtuosa.

 INVERTIR O PAGAR DEUDAS

Imaginemos que nos encontramos con un poco de dinero extra (una devolución de impuestos, un regalo, una paga o el resultado de gestionar mejor el presupuesto). ¿Qué podemos hacer? 

1.-Pagar deudas o Invertirlo.

Para decidir entre invertir o pagar deudas hay que comparar la rentabilidad de la inversión con el coste de la deuda. Lo que esperamos ganar frente a los intereses que tenemos que pagar. Generalmente, es preferible reducir deuda si tiene un tipo de interés mayor que la rentabilidad de la inversión.

Por ejemplo, tenemos 1.000€, que podemos usar para invertir o para pagar deudas.

Supuesto 1: Tenemos un saldo de 1.000€ como deuda aplazada en nuestra tarjeta de crédito con un coste de un 19% TAE. Decidimos meter los 1.000€ en una cuenta de ahorro de alta remuneración (4% de interés). La cuenta de ahorro genera un rendimiento anual de 40€, mientras la tarjeta de crédito nos está costando 190€ solo en intereses. Es decir, estamos incurriendo en una pérdida bruta anual de 150 euros. Y la pérdida es mayor después de impuestos, ya que los 40 euros se convierten en poco más de 32€ netos después de pagar el IRPF.

En este caso, está claro que nuestro dinero estaría mejor empleado pagando la deuda de la tarjeta de crédito.

Supuesto 2: Estamos pagando un préstamo personal de 1.000€ al 5% TAE y se nos presenta la oportunidad de invertir en un depósito u otro vehículo de inversión (dividendos en acciones, ETF…) que genera un 7% TAE. En este caso, sería mejor estrategia seguir pagando la deuda e invertir los 1.000€ ya que nos daría una ganancia anual bruta de 20€ (neta de unos 7€) como diferencia entre lo que obtenemos por la inversión y los intereses de la deuda.

2.-Gastarlo. Es importante ser fieles a nuestro presupuesto y estudiar muy bien el mismo antes de gastar el dinero que ingresamos en cosas innecesarias. Ese dinero puede mejorar mucho nuestra situación financiera familiar. 

Gestionar bien nuestros ingresos es tan importante como controlar nuestros gastos.

OPORTUNIDADES DE AHORRO

La capacidad de ahorro depende de dos factores, los ingresos que tenemos y la salida de dinero de nuestro bolsillo.

Para incrementar nuestro ahorro podemos generar más ingresos o reducir la salida de dinero: reduciendo nuestras deudas y controlando nuestros gastos.

Cuando conseguimos reducir una deuda, lo que realmente sucede es que el dinero pasa a trabajar para nosotras. En vez de ir en nuestra contra (los intereses que pagamos al banco), pasa a jugar a nuestro favor (intereses, dividendos…) Es un efecto doble.

Pero recordemos que antes de ahorrar para dedicar dinero a la inversión, debemos tener un colchón financiero y unos ahorros mínimos que nos permitan dormir bien cada noche. También necesitamos tener nuestro Presupuesto Anual bajo control y conocer los gastos importantes que vamos a tener durante el año.

¿Qué hacer con el ahorro?

Con los tipos de interés actuales en mínimos históricos o cerca de ellos, el objetivo para el ahorro es mantener nuestro poder adquisitivo al final del año, porque todo dinero que no produzca más dinero pierde valor cada día que pasa.

Debemos tener:

– Dinero para el día a día. Este no va a formar parte de nuestro ahorro pues desaparece mensualmente: hipoteca, alimentación, teléfono, gasolina… Estará en nuestra cuenta corriente (sin generar remuneración) y sirve para pagar los recibos domiciliados, sacar dinero del cajero…

– Ahorro a medio plazo. Este dinero es para imprevistos y para gastos conocidos: una pequeña reforma, la lavadora que tenemos que cambiar en 6 meses, las vacaciones anuales… Este dinero lo tenemos en una cuenta corriente que genera remuneración.

Estos ahorros reserva son la primera línea de liquidez. Es decir, dinero disponible para el día a día, para los imprevistos y para los objetivos a corto y medio plazo.

También hay que tener en cuenta que uno de nuestros objetivos era acumular un fondo de emergencia suficiente para cubrir unos cuantos meses de gastos. Y como habíamos comentado tratándose de una cantidad importante que sólo hay que tocar en caso de apuro, es de sentido común colocar este fondo en una cuenta remunerada u otro producto que permita sacar un poco de rentabilidad sin perder liquidez.

– Para conseguir otros objetivos a largo plazo, nosotras combinamos cuentas corrientes remuneradas y otros productos seguros con inversiones que tengan rentabilidades potenciales más altas, como acciones o fondos de inversión.

En general, cuantos más años tenemos para invertir, más riesgo podemos correr, porque tendremos más capacidad para aguantar períodos bajistas.

Pero recordemos que “el ahorrador es el perdedor”. Tener liquidez no es lo mismo que tener el dinero parado sin sacarle la máxima rentabilidad posible. Debemos de ser conscientes de que invertir pone dinero en nuestro bolsillo y ahorrar debajo del colchón, saca dinero de nuestro bolsillo.


LA IMPORTANCIA DE ELEGIR BIEN

Cuando se trata de invertir, la enorme oferta de alternativas en el mercado puede ser abrumadora.

Los inversores particulares tenemos que decidir qué hacer con nuestros ahorros. ¿Invierto?¿No invierto?¿Cuánto dinero?¿En qué producto?¿Durante cuánto tiempo?, etc.

No son decisiones para tomar a la ligera. Adquirir un determinado activo financiero supone comprometer nuestros ahorros y por lo tanto condiciona nuestra capacidad financiera, presente y futura.

No se trata de recomendar un producto o valor específico. No hay fórmulas mágicas ni soluciones talla única. Pero sí existen recomendaciones y pasos a seguir que nos ayudarán a alcanzar nuestros objetivos.

Es importante tener en cuenta que la inversión es sólo una de las estrategias para el logro de nuestros objetivos financieros.

El concepto de planificación financiera es más amplio y engloba otras estrategias importantes como el control de los gastos y aumento del ahorro mediante un presupuesto personal, la gestión de endeudamiento, etc.

Recomendamos, por supuesto, la lectura de un clásico: “Padre Rico, Padre Pobre” de Robert Kiyosaki.

PASOS EN LA TOMA DE DECISIONES DE INVERSIÓN

Debemos recordar que solo destinaremos a la inversión el sobrante entre los ingresos y los gastos mensuales que tengamos. Eliminemos primero las deudas por las que pagamos los intereses más altos y sanemos nuestra situación financiera actual, antes de tomar decisiones de inversión.

Antes de invertir también debemos determinar nuestro perfil de inversor. Según nuestra aversión al riesgo (si somos más conservadores o más arriesgados), así invertiremos en distintos productos o activos de inversión. Por ejemplo, tradicionalmente, la inversión en renta fija se asocia a perfiles de riesgo conservadores. De la misma forma, las criptomonedas estarían más cerca de la cartera de un inversor agresivo.

En el momento de invertir debemos de tener muy en cuenta que la inversión no es un juego y conlleva sus riesgos. No nos dejemos embaucar por intereses demasiado elevados. Si parece demasiado bueno generalmente no lo va a ser. Lo fundamental es conocer a fondo el producto en el que invertimos, sus plazos y posibles rendimientos sin perder de vista la volatilidad asociada (el cambio en el valor de nuestra inversión, la posibilidad de perder todo nuestro dinero en algún momento de la vida del activo en el que invertimos). La decisión final es solo nuestra.

Después de invertir debemos vigilar nuestras inversiones. Vigilemos los plazos de vencimiento, las posibilidades de traspaso para conseguir mayores beneficios o el momento adecuado para liquidar esos activos.

Conozcamos bien nuestros objetivos financieros y nuestra tolerancia al riesgo para poder elegir inversiones con un nivel de riesgo, rentabilidad y plazo adecuados para nuestro perfil.

Tomémonos nuestro tiempo y comparemos alternativas hasta encontrar la que mejor se ajusta a nosotros.

Podemos buscar consejo profesional para la toma de decisiones de una inversión, pero recordemos que la responsabilidad final es nuestra. Para evitar disgustos y costes nosotras intentamos evitar a terceros como intermediarios. No todos los que trabajan o se venden como profesionales, son inversores, solo recomiendan su producto. ¡Cuidado! Un vendedor no es un inversor, y un trabajador siempre se debe a su producto.

Hoy en día podemos gestionar a través de internet todas nuestras inversiones sin tener que recurrir a terceros. Al principio parecerá más difícil, todo requiere un aprendizaje, pero al final manejar tus carteras de inversión cuando quieras a través de internet, te acerca a optimizar al máximo la inversión.

A Any, con 15 años, puedes verla en cualquier momento comprando acciones en DeGiro con el dinero de los dividendos obtenidos por sus otras inversiones o tradeando con criptomonedas en Binance para conseguir cada vez tener más cantidad de Bitcoins… Ella estudia mercados, tiene su estrategia e invierte directamente, sin intermediarios. Valora el dinero, sabe obtener ingresos sin trabajar y gestiona ella misma sus inversiones.

Solo se trata de Educación Financiera y decidirse a pasar de la teoría a la práctica.

Debemos recordar que solo destinaremos a la inversión el sobrante entre los ingresos y los gastos mensuales que tengamos. Eliminemos primero las deudas malas, o paguemos las que tengan los intereses más altos y sanemos nuestra situación financiera actual, antes de tomar decisiones de inversión.

Veamos algunos puntos claves a tener en cuenta a la hora de invertir:

– Invirtamos, si nos es posible, en el largo plazo. Los mercados suben y bajan, pero a largo plazo suele haber más subidas que bajadas. Mantengamos el rumbo y no nos distraigamos con las variaciones diarias. Pongámonos un plazo amplio para rentabilizar nuestra inversión y fácilmente el mercado cumplirá nuestras expectativas si hemos estudiado bien el producto. Pensemos en las inversiones inmobiliarias, o en las acciones de empresas consolidadas en el mercado bursátil, aunque no dejan de tener su riesgo como cualquier inversión, podemos sacar grandes rentabilidades si sabemos invertir correctamente.

– Aprendamos mientras obtenemos ganancias, aunque hay que ser sinceros y las pérdidas forman parte del aprendizaje. Para saber manejar bien nuestro dinero tenemos que ser conscientes de que existe un riesgo que hay que aceptar para ser un buen inversor. No siempre se gana, aunque en el global de nuestras inversiones hay que buscar las máximas ganancias, también tendremos algunas pérdidas.

– Uno de nuestros trucos es … diversificar, diversificar, diversificar. Conviene mantener una mezcla de inversiones con distintos horizontes temporales para poder atender a las distintas necesidades a medida que se presentan.

– ¡Cuidado con los costes! Comparemos bien las tarifas y comisiones de cada intermediario y gestionemos nosotros directamente lo que podamos. Estas decisiones inciden mucho en la rentabilidad final de nuestra inversión.

– Evitemos realizar un exceso de operaciones en un intento de “ganar al mercado”. Hoy en día es relativamente fácil realizar inversiones especulativas, comprando y vendiendo a muy corto plazo a través de Internet y operar en mercados antes reservados a expertos. Sin embargo, solo por ser fácil, no quiere decir que sea rentable.

– Empecemos a invertir antes que después. De todos los factores que afectan a la acumulación de capital por inversión (cantidad inicial invertido, cantidad de las aportaciones, rentabilidad…) el más importante es el factor tiempo.

– Evitemos las modas y los gurús de turno, así como la toma de decisiones emotivas. Las rentabilidades históricas no son ninguna garantía de rentabilidades futuras. Nadie sabe lo que harán los mercados. La disciplina y paciencia son rasgos importantes para el pequeño inversor. El miedo y la avaricia son sus enemigos. Hay que evitar “comprar caro” cuando los mercados viven momentos eufóricos y “vender barato” en los momentos de crisis.

– En cuanto a la disciplina, nosotras hacemos aportaciones periódicas y regulares, aunque sean de pequeña cantidad, en vez de esperar lo que pueden parecer “momentos oportunos” para invertir cantidades más grandes. Pero también mantenemos una reserva que solo invertimos en caso de «corra la sangre en los mercados».

– Si alguien nos ofrece una inversión “demasiado buena para ser verdad” lo más probable es que NO sea verdad. Nunca comprometemos nuestro dinero sin entender la inversión y los riesgos que conlleva, y sabemos que no existe rentabilidad sin riesgo. Si apostamos por un producto de alto riesgo sabemos que lo podemos perder todo en un momento dado, por eso invertimos una pequeña cantidad en la que estamos a gusto en el caso pérdidas y valoramos las posibilidades de que sea una inversión muy buena a largo plazo.

– Nos encanta la inversión inmobiliaria, en bolsa, en criptomonedas,…cada una conlleva un riesgo diferente y obtenemos una rentabilidad diferente, pero son mercados en los que a corto, medio y largo plazo estamos obteniendo rentabilidades acorde a nuestra inversión.

Sumar ingresos continuos por esta vía a nuestros ingresos por trabajo, hace que nuestra economía familiar sea muchísimo mejor que si dependiéramos solo de un sueldo. Poner dinero en nuestros bolsillos sin trabajar es la mejor forma para nosotras de optimizar nuestra economía.

No somos expertas, somos inversoras y queremos contaros nuestra experiencia sobre lo que hacemos para que nuestro dinero trabaje para nosotras y no solo ahorrar sin poder evitar perder poder adquisitivo teniéndolo en el banco.


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