UNA DE CUENTOS.

UN MINUTO DE SABIDURÍA.

“ -¿Existe eso que se llama «un minuto de sabiduría»?

-Por supuesto que existe», replicó el maestro.

-Pero un minuto ¿no es demasiado breve?

-No, es cincuenta y nueve segundos demasiado largo.

Más tarde les decía el maestro a sus desconcertados discípulos:

-¿Cuánto tiempo lleva alcanzar a ver la luna?. Entonces, ¿para qué tantos años de esfuerzos espirituales? El abrir los ojos puede llevar toda una vida. El ver es cuestión de un instante.»

Aprendizaje: Mirémonos a nosotros mismos, ahí está la respuesta.

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UNA DE CUENTOS

EL ESPEJISMO.

Una vez un hombre fue invitado a la casa de un amigo. En el momento en que iba a beber el vino que le habían ofrecido, creyó ver una pequeña serpiente en el fondo de la copa. Para no importunar a su anfitrión no le dijo nada y se lo tragó todo.

Cuando regresó a su casa comenzó a sentir fuertes dolores de estómago. Le prescribieron numerosos medicamentos, pero, como cada vez se sentía peor, creyó que moriría. Su amigo, alertado por lo sucedido, lo invitó nuevamente a su casa. Lo hizo sentar en el mismo lugar y le ofreció una copa de vino avisándole de que era medicina.

En el momento en que el enfermo se llevaba la copa a los labios, vio nuevamente, en el fondo de la misma, a la pequeña serpiente. Esta vez se lo comunicó a su convidante, quien, sin decir ni una sola palabra, señaló un arco que colgaba del techo. De pronto, el enfermo se dio cuenta de que la «cría de serpiente» era el reflejo del arco que colgaba encima de él. Los dos hombres se miraron y se pusieron a reír y el enfermo recuperó la salud.

Aprendizaje: Lo que creemos que nos perjudica puede, en realidad, ser un aliado que aumente nuestra consciencia.

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UNA DE CUENTOS

UN MUNDO DE LOCOS. Nunc. “Viaje a la Divinidad”.

“Había un mundo donde todos sus habitantes estaban locos. Un día, uno de esos locos que vivía como ellos, se preguntó qué hacía él allí, entre tantos locos. Él no era de allí, quería irse. Se sentía raro, no era como los demás. Uno de aquellos locos le preguntó qué le pasaba, y el hombre le contestó:

-Yo no soy de aquí, yo no pertenezco a este planeta, a este lugar.

-Este está loco -pensó el loco de aquel hombre -¿cómo que no eres de aquí, si aquí estás?

Gran dilema tenía aquel hombre. ¿Cómo explicar a un loco, que está loco? ¿Cómo explicar a los locos, que él no lo está? El hombre lo intentó, y habló con cuantos locos se le acercaron con curiosidad o interés.

-Está loco -comentaban entre los locos a escondidas del hombre.

Un día llegó otra persona, uno que hasta no hace mucho había estado loco, pero que ya se le había pasado la locura, y acercándose al hombre le dijo:

-Hola, tienes razón, estos están locos. Me acabo de dar cuenta.

-¡Qué bien! -dijo el hombre-, ya no estoy solo.

Pasó el tiempo, y algunos locos fueron dejando de estar locos, y se juntaron todos en un grupo al que denominaron, aquellos que ya no están locos. Así que los habitantes de ese planeta estaban divididos en dos grupos, los locos y los que ya no estaban locos.

Los locos seguían viviendo con su locura, y los que ya no estaban locos, se apartaban de los locos para que estos no les contagiaran la locura. Se creían mejores que los locos, y no querían juntarse con ellos.

Muchos de los que ya no estaban locos, querían convencer a los locos de su propia locura, para que así dejaran de estar locos y todos estuvieran cuerdos.

Pasado el tiempo, el hombre que formaba parte del grupo de los que ya no estaban locos, se dijo:

-¿Qué está pasando? Aún estoy loco -no entendía qué le pasaba. Él descubrió que la gente estaba loca, y que él ya no, pero ahora de nuevo había descubierto que estaba loco, ya que aquellos que creían que ya no estaban locos, aún lo estaban, aunque al igual que los locos no lo sabían.

Así que volvió de nuevo con los locos. Vivía como los locos, pero había vivido como los que en teoría ya no estaban locos, así que eso le permitía vivir sin locura. Pero aquel hombre que había vuelto con los locos, los que creían que ya no estaban locos le criticaban y decían que volvía a estar loco.

Algunos de los que creían que ya no estaban locos decidieron vivir sin intentar convencer a los locos de su propia locura, ya que entendieron que ellos no podrían convencer a un loco de su propia locura, que eso era cosa de ellos. Era como querer que un sordo escuchase o un mudo hablase.

Aquel hombre y unos cuantos más, vivían entre aquellos locos y aquellos que creían que ya no estaban locos pero que aún se separaban de los demás, sin aceptar a nadie y creyéndose mejores. Aquel hombre y esas pocas personas más, que un día habían estado locos y que se habían dado cuenta de su locura, ahora ya no se separaban de nadie, tan sólo vivían con su cordura en un mundo de locos.

Todo aquel que sea consciente que estaba loco (dormido en la inconsciencia), si se separa de los demás, juzga o se cataloga como diferente, se está separando y aún seguirá estando loco en otro tipo de inconsciencia. Aquel que está cuerdo de verdad, es aquel que puede vivir en un mundo de locos sin necesitar y sin intentar que nadie despierte de la inconsciencia. Es aquel que vive con plena Aceptación de lo que Es, y aquel que ya no desea nada del mundo de los locos ni nada del mundo de los que se consideran que ya no están locos. Aquel que ya no juzga ni a unos ni a otros. Aquel que vive en concordancia a la cordura, comprendiendo que aquellos locos son presa de la locura”. 

Locura=inconsciencia=sufrimiento

Cordura=Consciencia=Aceptación=Tranquilidad=Uno mismo

Aprendizaje:  El auténticamente cuerdo, es aquel que permanece sin sufrimiento, que vive y permanece en paz.

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UNA DE CUENTOS.

EL HOMBRE DE VIDA INEXPLICABLE.

“Había una vez un hombre llamado Moyut. Vivía en una aldea en la que había obtenido un puesto como pequeño funcionario y parecía muy probable que fuese a terminar sus días como inspector de pesos y medidas. Una tarde, cuando estaba caminando por los jardines de un viejo edificio cerca de su casa, el Jádir -misterioso guía de los sufíes- se le apareció vestido con una túnica de brillante verde. Moyut se encontró con el Jádir y el Jádir le dijo:

-Hombre de brillantes perspectivas, deja tu trabajo y encuéntrame junto a la ribera del río dentro de tres días.

Y desapareció.

Moyut fue a ver a su superior, conmovido por este encuentro, y le dijo que tenía que partir. Todo el mundo en la aldea se enteró pronto de esta decisión, y dijeron: “Pobre Moyut, se ha vuelto loco”. Pero como había muchos candidatos para su puesto no tardaron en olvidarlo. 

En el día señalado Moyut se encontró con el Jádir, quien le dijo:

-Quítate las ropas y arrójate al río. Quizás alguien te salvará.

Moyut así lo hizo, aunque se preguntaba si se había vuelto loco. Puesto que sabía nadar no se hundió, pero fue arrastrado por las aguas largamente antes de que un pescador lo hiciera subir a su bote y le dijera:

-Hombre loco, la corriente es muy fuerte, ¿qué estás tratando de hacer?

Moyut dijo:

-Realmente no lo sé.

-Estás loco -dijo el pescador-, pero te llevaré a mi cabaña de juncos junto al río, y veremos qué puedo hacer por ti.

Cuando el pescador descubrió que Moyut era una persona instruida, aprendió de él a leer y a escribir. A cambio le dio alimento y un lugar donde habitar. Moyut ayudaba al pescador en su trabajo. Después de unos pocos meses el Jádir volvió a aparecer, esta vez en plena noche al pie de la cama de Moyut, y le dijo:

-Levántate y deja a este pescador. Se te proveerá lo necesario.

Moyut salió inmediatamente de la cabaña, se vistió como pescador y vagabundeó hasta llegar a una carretera. Cuando se hizo el día vio a un agricultor en un burro en su camino hacia el mercado.

-¿Buscas trabajo? -le preguntó el agricultor-, porque necesito a un hombre que me ayude para traer de vuelta algunas compras que debo hacer.

Moyut lo siguió. Trabajó para el agricultor durante casi dos años, tiempo en el cual aprendió bastante sobre agricultura, pero sobre ninguna otra cosa más. Un atardecer, mientras estaba limpiando algodón, se le apareció el Jádir y le dijo:

-Deja este trabajo, ve a la ciudad de Mosul y usa tus ahorros para convertirte en un mercader de pieles.

Moyut obedeció. En Mosul se hizo conocido como mercader de pieles y no volvió a ver al Jádir durante tres años. Había ahorrado una suma considerable de dinero y estaba pensando en comprar una casa, cuando el Jádir volvió a aparecérsele y le dijo:

-Dame tu dinero. Ahora deja este pueblo y ve a la lejana ciudad de Samarkanda, y allí trabaja para un almacenero.

Moyut así lo hizo. En este momento Moyut comenzó a mostrar indudables signos de iluminación. Curaba a los enfermos, ayudaba a sus prójimos durante su tiempo libre y notaba que los misterios se iban profundizando en él cada vez más acentuadamente. Filósofos, hombres de negocios, lo visitaban y le preguntaban:

-¿Con quién estudiaste?

-Es difícil decirlo -contestaba Moyut.

Sus discípulos le preguntaban:

-¿Cómo empezaste tu carrera?

Él decía:

-Como un pequeño funcionario público.

-¿Y la abandonaste para dedicarte a sacrificios y mortificaciones?

-No. Simplemente la abandoné -decía Moyut.

Y sus discípulos no lo entendían. La gente se le acercaba para escribir la historia de su vida.

-¿Qué has sido en tu vida? -le preguntaban.

-Salté a un río, me convertí en pescador; después abandoné la cabaña de juncos en la mitad de una noche; después de esto me volví agricultor, y mientras estaba limpiando algodón cambié y fui a Mosul, donde me convertí en un mercader en pieles. Ahorré algún dinero allí, pero lo regalé, y después vine a Samarkanda y trabajé para un almacenero. Y aquí es donde estoy ahora.

-Pero esta conducta inexplicable no ilumina para nada tus dones tan extraños y tus ejemplos maravillosos, decían los biógrafos.

-Así es -decía Moyut”.

Muchos podrán terminar sus días como inspectores de pesos y medidas, en una oscura oficina o en una vida sin contenido. Pero como Moyut, quienes han entendido que hay algo más comenzarán a buscar. No es fácil confiar plenamente en nuestra voz interior y sin oponer resistencia, cumpliendo su voluntad. Para los ojos de quienes viven una vida mundana esto parecerá una locura. El hombre que comienza a confiar se vuelve desprendido. Con gran coraje y confianza fluye en el río de la vida sin oponer resistencia. En el camino siempre se le proveerá lo necesario para poder continuar su crecimiento, nunca antes, ni después. Solo lo necesario y en el momento justo. Tampoco se le permitirá establecerse o identificarse. Cuando esto suceda aparecerá el maestro. La vida del buscador es un continuo peregrinaje. 

Aprendizaje: Solo los que saben desprenderse, poseen una confianza infinita y su mente se encuentra en el aquí y ahora para poder alcanzar la plenitud.

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UNA DE CUENTOS.

EL EPITAFIO DEL ANCIANO.

Hace muchos años, en una aldea rural, vivió un niño muy sensible e inteligente que solía lamentarse por el estado en el que se encontraba el mundo. Sus padres no podían entenderlo. El pequeño solía pasarse tardes enteras llorando por la contaminación y la destrucción que estaba sufriendo el planeta. También le avergonzaba no poder hacer nada por todas las injusticias que estaban cometiéndose en los países más pobres. Y se sentía especialmente triste por las graves consecuencias que tenían la guerra y el hambre sobre la vida de millones de seres humanos.

Más adelante durante su juventud empezó a protestar y a quejarse por las políticas impulsadas por el gobierno de su país. Y al cumplir la mayoría de edad, se trasladó a la ciudad más cercana de su pueblo, donde se convirtió en un destacado activista. Se pasaba los días y las noches luchando contra diversos representantes de las instituciones políticas, empresariales y religiosas con más poder. Movido por una profunda rabia e impotencia, peleaba para cambiar determinadas leyes que tanto mal causaban a los habitantes de su nación.

Frustrado por no conseguir los cambios que deseaba, al llegar a la edad adulta centró sus críticas y juicios en su mujer y sus hijos. Estaba tan preocupado de que su familia se quedara estancada en la mediocridad, que cada noche a la hora de la cena les recordaba cómo tenían que pensar y comportarse para ser dignos del apellido que llevaban. Y por más que su mujer y sus hijos trataran de acomodarse a sus expectativas, aquel hombre no consiguió nunca librarse de sus miedos e inseguridades. La suya fue sin duda una vida marcada por la lucha, el conflicto y el sufrimiento. 

Sin embargo, al cumplir ochenta años y aquejado de una enfermedad terminal, experimentó una revelación que transformó su manera de ver la vida. Tanto es así, que horas antes de fallecer dejó por escrito el epitafio que más tarde se escribiría sobre su tumba: «Cuando era niño quería cambiar el mundo. Cuando era joven quería cambiar mi país. Cuando era adulto quería cambiar a mi familia. Y ahora que soy un anciano y que estoy a punto de morir, he comprendido que si hubiera cambiado yo, habría cambiado todo lo demás».

Aprendizaje: Es imposible transformar la realidad si primero no nos atrevemos a cambiar por nuestra propia cuenta.

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