APRENDIZAJE, APRECIO, AGRADECIMIENTO, ACEPTACIÓN

Por Any Pascual

“Hasta que hayas formado el hábito de buscar lo bueno en lugar de lo malo que hay en los demás, no serás exitoso ni feliz”. Napoleon Hill.

El Universo es magnífico, benevolente y sabio. Sobre todo esto último. Es tremendamente más sabio que el mayor erudito.

El Universo nos conoce muy bien. Y por eso sabe perfectamente cómo, cuándo y por qué presentarnos una crisis, un problema, una oportunidad para evolucionar. Y también sabe cuándo darnos lo que queremos, la forma de cumplir nuestros sueños.

El Universo y nuestra vida se comunican constantemente. No hay un solo acto que no tenga una consecuencia, cada acción conlleva una reacción. Y por lo tanto, cada reacción tiene un vínculo muy estrecho con la acción que la provoca.

Lo que quiero decir es que si para generar una reacción hemos de actuar, también es cierto en el otro sentido. Para que algo se materialice en la realidad es necesario algo más que solamente actuar de modo tangible, más que dedicarle horas y horas de atención.

El Universo nos pone actividades, momentos, situaciones delante de los ojos (sean los físicos o los mentales) para que aprendamos algo.

Todo lo que nos pasa o nos ha pasado en la vida está ahí para expresar o explicar una parte de nosotros o algo más de lo que ser conscientes, algo que incremente nuestra sabiduría, infinita por naturaleza y al mismo tiempo oculta por el ego.

La cuestión es que si no aprendemos la lección que estas circunstancias nos enseñan, no podemos pasar al siguiente punto de expansión a través de la consciencia y experiencia. La vida en realidad sí es como un videojuego y como la escuela, solo que sin notas o estrellas o ningún tipo de calificación, en el sentido de que pasamos al siguiente nivel, con otras cosas que aprender, solo cuando hemos integrado en nosotros lo aprendido.

Esto nos dice una gran verdad: tendremos la felicidad cuando seamos felices con lo que tenemos.

Eso no significa que hay que resignarse o dejar de tener metas e ilusión por el futuro. Significa que nuestro futuro depende más del presente de lo que podría parecer.

El Universo es sabio, y quiere que lideremos desde el corazón. Por eso, para desarrollar esos sentimientos, nos pone primero en la posición contraria. Para ver si estamos preparados para una vida verdaderamente próspera, nos enseña primero a compartir lo poco que creemos tener, para que cuando la vida que queremos se manifieste en abundancia, actuemos con generosidad, porque ya somos generosos desde el principio, y con compasión, dado que hemos aprendido, estando en una situación menos agradable, a respetar a nuestros pares y entender su punto de vista, porque era el que nosotros mismos teníamos antes.

Así pues, las claves para una vida soñada, “perfecta”, la que deseamos y visualizamos y nos parece vivir cuando estamos entusiasmados, están en el título de este escrito.

Aprendizaje, Aprecio, Agradecimiento y Aceptación. Pueden ser etapas del crecimiento interior o pueden darse al mismo tiempo.

Ya hemos hablado un poco sobre el Aprendizaje, tanto propio como general, álmico y cósmico, en este momento y en otras entradas, así que voy a pasar al siguiente. Solo remarco que aprender de lo que la Vida quiere enseñarnos nos permite (y ayuda a) evolucionar.

Apreciar es fácil si sabes con todo tu corazón que cada cosa que te pase trae consigo una enseñanza especialmente para ti diseñada por un cariñoso poder superior que te ama no importa qué, para que aprendas a amarte a ti mismo y a los demás de manera incondicional. Si entiendes la maravilla que la Vida crea para ti cada día, el aprecio se vuelve parte integral y muy importante de ti. Quizá no aprecies a tu familiar diciéndote algo que no quieres oír, pero recuerda la frase  “no pienses en lo que no tienes como si ya lo tuvieras, cuenta los bienes preciosos que ya posees y piensa hasta qué punto los buscarías si no los tuvieras”. Y con esto pasamos al siguiente punto.

Agradecer. A veces es difícil, lo reconozco, pero se hace más y más fácil al practicar. Hay miles de cosas que agradecer todos los días. Incluso aunque no veas la luz al final, aunque parezca que nadie te apoya, reflexiona. Estamos vivos. ¿Cuánta gente hubiera dado de todo por estar viva, por sentir el amor de aquellos que quieren un día más? Haz una lista de agradecimientos. Puedes pensar en personas que tienen menos, y darte cuenta de que puedes oír, hablar, comer, ver, y casi seguro tener un techo. Tienes familia. Amigos. Trabajo. Y quizá las tres cosas. Agradecer demuestra que valoras las maravillas de tu vida. No se trata de decir “Gracias” ante un cumplido, sino de sentir el agradecimiento con toda tu alma y por todo tu cuerpo, incluso aunque sean malos tiempos, porque siempre llegará otro día para fortalecer tu amor por la vida. Y para resolver tus problemas, admitir tus errores y decidir qué quieres. Y así llegamos al final, que es el principio de otro ciclo. O del mismo pero mejor, porque al agradecer quizá te des cuenta de que no era necesario cambiar nada.

Aceptar es un punto clave. Decir sí a la vida sin segundas intenciones ni remordimientos, esa es la verdadera aceptación. Aceptar no significa resignarse y suspirar detrás de cámaras. Significa saber dónde estás, qué quieres, y no resistirte. Aceptar significa decirle que no a la queja. Saber quién eres es maravilloso. Y aceptar significa considerar a las circunstancias actuales el punto de partida para quién puedes ser. Es decirnos “Vale, esto es así, me siento de esta forma y lo entiendo. No voy a negarlo ni a luchar. Ahora ¿qué puedo hacer con esto, para transformarlo en aquello que quiero?”. Y aceptar también es tener claro cuáles son nuestros límites, el punto en el que no vamos a ceder, con honestidad. Porque luchando, viendo quién tiene razón, se pierde mucho tiempo y energía. Es mejor aceptar que todas las partes tienen sus motivos, ver lo que se te pone delante de forma cruda y gestionarlo de acuerdo con tus valores. Por ejemplo, yo podría estar luchando contra mis circunstancias motrices, negando que necesite descansar la espalda después de estar sentada, o forzándome hasta el punto en el que sea insoportable. En lugar de eso, me he hecho amiga de mis circunstancias y aprovecho esos momentos tumbada para otras cosas. Poniendo otro ejemplo, la vida es una espiral, un rizo maravilloso de nuestro mismo tamaño que siempre crece, y no podemos pararlo. Aceptar que todo va a desarrollarse según el plan benevolente de nuestra alma, tanto si al ego le gusta como si no, nos permite aprender de la experiencia. Y volver al principio con más consciencia.

Eso sí, esto no se trata de ser marionetas del destino ni de demonizar al ego, se trata de cómo vivir con lo que no podemos cambiar, de ser amorosos en lo que sí podemos hacer, y de saber la diferencia. Es importante entender que el Universo, al final, con la muerte, va a deshacer nuestras limitaciones humanas como si de humo se tratase. Y aun así, estamos aquí en la Tierra para ejercitar nuestra individualidad y decidir cómo queremos vivir. Para eso tenemos libre albedrío. Así que, simplemente, creemos la vida de nuestros sueños partiendo de lo que ya tenemos, y decidamos nuestra vida mientras el Universo nos cubre las espaldas.

Aprendizaje: Aprender de lo que hemos pasado, apreciar la belleza de vivir, agradecer lo que ya es y aceptar las circunstancias con todo el corazón, amando al Universo entero, es lo que necesitamos para que nuestro libre albedrío cree verdaderamente aquello que deseamos dentro de las posibilidades y con nuestros propios límites.

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UNA DE CUENTOS (V)

“La persona que ama también se da cuenta de lo grato y dichoso que significa estar vivo”. Leo Buscaglia

Un político, un empresario y un intelectual fueron a visitar al sabio Lao Tsé. 

Habían oído que era verdaderamente feliz. 

Nada más verle, los tres sintieron que su presencia emanaba armonía, paz y serenidad. 

“¿Acaso tienes poder sobre otros hombres?”, le preguntó el político. 

Lao Tsé negó con la cabeza. “El único hombre del que soy dueño es de mi mismo”. 

Seguidamente, el empresario intervino: 

“¿Acaso acumulas riquezas materiales?” 

El sabio volvió a negar con la cabeza. “Lo único que tengo son estas ropas que llevo puestas”.


Por último, el intelectual añadió: 

“¿Acaso has alcanzado todo el conocimiento que los eruditos anhelan poseer?”

Lao Tsé negó con la cabeza por tercera vez. “El único conocimiento que atesoro es el que me brinda mi propia experiencia”. 

Desconcertados, los tres hombres le preguntaron al unísono: 

“Y entonces, dinos: ¿cuál es la causa de tu felicidad?” 

El sabio sonrió y respondió: 

“La verdadera felicidad no tiene ninguna causa. Estoy vivo, y eso es lo único que necesito para ser feliz”.

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UNA DE CUENTOS (IV)

EL NIÑO QUE PUDO HACERLO…

«Dos niños llevaban toda la mañana patinando sobre un lago helado cuando, de pronto, el hielo se rompió y uno de ellos cayó al agua. La corriente interna lo desplazó unos metros por debajo de la parte helada, por lo que para salvarlo la única opción que había era romper la capa que lo cubría.

Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero al ver que nadie acudía buscó rápidamente una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas.
Golpeó, golpeó y golpeó hasta que consiguió abrir una grieta por la que metió el brazo para agarrar a su compañero y salvarlo.

A los pocos minutos, avisados por los vecinos que habían oído los gritos de socorro, llegaron los bomberos.

Cuando les contaron lo ocurrido, no paraban de preguntarse cómo aquel niño tan pequeño había sido capaz de romper una capa de hielo tan gruesa.

-Es imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la fuerza suficiente ¿cómo ha podido conseguirlo? -comentaban entre ellos.

Un anciano que estaba por los alrededores, al escuchar la conversación, se acercó a los bomberos.

-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.

-¿Cómo? -respondieron sorprendidos.

-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo».

Moraleja: SÍ SE PUEDE.

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UNA DE CUENTOS (III)

La fiesta.

«Alguien se pone en camino y, al mirar hacia delante, distingue a lo lejos la casa que le pertenece.

Sigue caminando hacia ella y, al llegar, abre la puerta y entra en una habitación preparada para una fiesta.

Están invitados todos los que fueron importantes en su vida, y todo el que viene trae algo, se queda un tiempo, y luego se va.

Así, pues, asiste cada cual con un regalo por el que ya pagó todo el precio: la madre, el padre, los hermanos, un abuelo, una abuela, el otro abuelo, la otra abuela, los tíos y las tías, todos los que hicieron sitio para él, todos los que lo cuidaron. Incluso vecinos, amigos, maestros, parejas e hijos.

Todos los que tuvieron importancia en su vida y los que aún la tienen.

Y cada uno que llega trae algo, se queda un poco, y luego se va.

Igual que los pensamientos, que llegan, traen algo, se quedan un poco, y luego se van.

Igual que vienen los deseos o el dolor: todos traen algo, se quedan un poco y luego se van.

Y también la vida: viene, nos trae algo, se queda un poco y luego se va.

Después de la fiesta, la persona se encuentra colmada de regalos y sólo permanecen a su lado aquellos a quienes corresponde quedarse todavía un tiempo.

Se acerca a la ventana y se asoma: ve otras casas, sabe que en su día también celebrarán una fiesta. Él irá, llevará algo, se quedará un poco y luego se Irá.

También nosotros participamos aquí de una fiesta, trajimos algo, tomamos algo, nos quedamos un tiempo, y luego nos vamos”.

Vivir.

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UNA DE CUENTOS (II)

“Pongamos una rana en un recipiente lleno de agua y comencemos a calentar el agua.

A medida que la temperatura del agua empieza a subir, la rana ajusta su temperatura corporal en consecuencia.

La rana se mantiene ajustando su temperatura corporal con el aumento de la temperatura del agua.

Justo cuando el agua está a punto de alcanzar el punto de ebullición, la rana no puede ajustar más.

En este punto la rana decide saltar.

La rana trata de saltar, pero es incapaz de hacerlo, ya que ha perdido toda su fuerza ajustando la temperatura corporal.

Muy pronto la rana muere.

¿Qué mató a la rana?¿El agua hirviendo?

Lo que mató a la rana fue su propia incapacidad para decidir cuándo saltar».

Moraleja: Saltemos mientras tengamos la fuerza.

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