UNA DE CUENTOS.

EL MONJE Y EL CIENTÍFICO.

Cuenta una antigua leyenda que un famoso científico acudió a la casa de un maestro zen. Al llegar, se presentó enumerando todos los títulos que había alcanzado y lo que había aprendido a lo largo de sus años de estudio.

Después le pidió al maestro que le enseñara los secretos de su filosofía. Por toda respuesta, el maestro se limitó a invitarlo a sentarse y le ofreció una taza de té.

Aparentemente distraído, sin dar muestras de preocupación, el maestro virtió té en la taza del científico, y siguió echando té aunque la taza ya estaba llena.

Perplejo por aquel desliz, el científico le advirtió al maestro que la taza ya estaba llena y que el té se estaba escurriendo por la mesa.

El maestro le respondió con tranquilidad:

– Exactamente. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría aprender algo?

Ante la expresión incrédula del científico, el maestro enfatizó:

– A menos que vacíe su taza, no podrá aprender nada.

Hoy hemos aprendido que tenemos que tener el valor de dejar ir, de dejar ese espacio libre en nuestro corazón y aprender a recibir lo nuevo.

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#vidafeliz

#amorinfinito

UNA DE CUENTOS.

EL ÁGUILA QUE SE CREÍA GALLINA.

Caminando por un prado, un granjero se encontró un huevo de águila. Sin pensarlo dos veces, lo metió en una bolsa y, una vez en su granja, lo colocó en el nido de una gallina de corral. Así fue como el aguilucho fue incubado y criado junto a una nidada de pollos. Al creer que era uno de ellos, el águila se limitó a hacer durante su vida lo mismo que hacían todos los demás. Escarbaba en la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, imitando así el vuelo del resto de gallinas. Los años fueron pasando y el águila se convirtió en un pájaro fuerte y vigoroso. Una mañana divisó muy por encima de él una magnífica ave que planeaba majestuosamente por el cielo. El águila no podía dejar de mirar hacia arriba, asombrada de cómo aquél pájaro surcaba las corrientes de aire moviendo sus poderosas alas doradas. 

—¿Qué es eso? —le preguntó maravillado a una gallina que estaba a su lado. 

—Es el águila, el rey de todas las aves —respondió cabizbaja su compañera—. Representa lo opuesto de lo que somos. Tú y yo somos simples pollos. Hemos nacido para mantener la cabeza agachada y mirar hacia el suelo. 

El águila asintió con pesadumbre. Y nunca más volvió a mirar el cielo. Tal como le habían dicho, murió creyendo que era una simple gallina de corral.

Aprendizaje: Somos más que nuestras creencias. Al expandir nuestra mente, descubrimos el alma que siempre está ahí para ayudarnos.

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#unadecuentos

UNA DE CUENTOS.

SER DIFERENTES.

Un samurai, conocido por todos por su nobleza y honestidad, fue a visitar a un monje zen en busca de consejos.

No obstante, en cuanto entró en el templo donde el maestro rezaba, se sintió inferior, y concluyó que a pesar de haber pasado toda su vida luchando por la justicia y la paz, no se había ni tan siquiera acercado al estado de gracia del hombre que tenía frente a él.

–¿Por qué me estoy sintiendo tan inferior? –le preguntó, no bien el monje hubo acabado de rezar. –Ya me enfrenté muchas veces con la muerte, defendí a los más débiles, sé que no tengo nada de qué avergonzarme. Sin embargo, al verlo meditando, he sentido que mi vida no tenía la menor importancia.

—Espera. En cuanto haya atendido a todos los que me han buscado hoy, te daré la respuesta.

Durante todo el día el samurai se quedó sentado en el jardín del templo, viendo cómo las personas entraban y salían en busca de consejos. Vio como el monje atendía a todos con la misma paciencia y la misma sonrisa luminosa en su rostro. Pero su estado de ánimo iba de mal en peor, pues había nacido para actuar, no para esperar. Por la noche, cuando ya todos habían partido, insistió:

–¿Ahora podrá usted enseñarme?

El maestro lo invitó a entrar y lo llevó hasta su habitación. La luna llena brillaba en el cielo y todo el ambiente respiraba una profunda tranquilidad.

—¿Ves esta luna, qué bonita es? Ella cruzará todo el firmamento y mañana el sol volverá a brillar. Solo que la luz del sol es mucho más fuerte y consigue mostrar los detalles del paisaje que tenemos a nuestra frente; árboles, montañas, nubes. He contemplado a los dos durante años, y nunca escuché a la luna decir “¿Por qué no tengo el mismo brillo que el sol? ¿Es que quizás soy inferior a él?”

–Claro que no –respondió el samurai–, la luna y el sol son dos cosas diferentes, y cada uno tiene su propia belleza. No podemos comparar a los dos.

–Entonces, ya sabes la respuesta. Somos dos personas diferentes, cada cual luchando a su manera por aquello que cree, y haciendo lo posible para tornar a este mundo mejor; el resto son solo apariencias.

Aprendizaje: Todos formamos parte de la unidad.

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UNA DE INGENIO.

“¿De qué sirve el ingenio cuando no nos divierte? No hay nada más fatigoso que un ingenio triste”. Ivan Turgueniev.

¿QUÉ SE VENDE EN ESTA TIENDA?.

Un hombre entra a una tienda y se produce la siguiente conversación con el tendero:

— ¿Cuánto cuesta 3? —pregunta el cliente.

—400€ —responde el tendero.

— ¿Y cuánto cuesta 100? —pregunta el cliente.

—400€, también —responde el tendero.

— ¿Y cuánto cuesta 13? —pregunta el cliente.

—500€ —responde el tendero.

—Está bien, me llevaré 22 —dice el cliente.

—Muy bien, van a ser 900€ —responde el tendero.

Solución: En la tienda se venden letras (o rótulos con letras). Cada letra de cada palabra cuesta 100€.

UNA DE CUENTOS.

LAS CUATRO ESTACIONES.

Cuentan que una vez, un hombre muy anciano, cansado de escuchar las quejas de sus cuatro hijos, y de ver cómo juzgaban a otros hombres constantemente, decidió darles una lección. Mandó a cada uno de ellos a visitar un peral que estaba lejos, muy lejos. Pero mandó a cada uno de sus hijos en distintas estaciones del año. Así, el hijo mayor fue en invierno, el segundo, en primavera. El tercer hijo fue a observar el peral en verano, y el último, en otoño.

Cuando terminaron de visitar todos al peral, el hombre reunió a sus hijos y les preguntó:

– Y bien, explicarme cómo es el árbol que habéis visto.

Comenzó a hablar el hijo mayor:

– Un árbol horrible, desnudo, con ramas retorcidas. Sin duda, un esperpento de árbol.

– ¡Qué va!- dijo entonces el segundo hijo- ¡El árbol estaba repleto de brotes dispuestos a nacer! Todo un árbol lleno de promesas…

– No sé qué habéis visto vosotros, hermanos, pero no es lo que yo vi- dijo el tercer hermano- Mi peral estaba repleto de flores. Es un árbol lleno de vida y vitalidad. De dulzura, plenitud y mucha belleza.

– Pues yo no lo vi como tú dices, hermano- dijo el más pequeño- Mi árbol tenía frutos, estaba lleno de peras jugosas y listas para comer. Pero el peso de la fruta encorvaba las ramas y las hojas estaban a punto de marchitarse. Se le veía cansado y sus hojas estaban a punto de caer.

– Todos tenéis razón- dijo entonces el padre- Cada uno de vosotros habéis visto el árbol en una estación diferente y éste ha cambiado. Por eso, no podéis juzgar al árbol por cómo es en una sola estación, sino en todas ellas. Igual ocurre con las personas. Tampoco podéis juzgarlas por cómo son en un momento dado. Y como ese árbol, solo podréis recoger los frutos de la vida al final del trayecto, cuando ya hayáis pasado por todas las estaciones de la vida…

Aprendizaje: No juzgues a nadie por cómo es en un momento dado ni intentes recoger los frutos de la vida antes de tiempo.

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