“Las palabras tocan nuestros corazones. Son las que, más que ninguna otra cosa, nos hacen seres humanos y pueden manifestar todo un Mundo dependiendo de la intención con las que sean dichas.” Any Pascual.
Existen dos tipos de palabras y por lo tanto dos clases de conversación y en último término de comunicación: las palabras-alimento y las palabras-basura.
Dependiendo de cuál usemos, lo que nos digamos unas personas a otras cambiará radicalmente, y también cómo lo digamos. Así que es necesario ser conscientes y saber si las palabras con las que nos comunicamos alimentan o son basura que acumulamos sin decidirnos a tirarla al contenedor.
Las palabras-alimento, como su nombre indica, son palabras que nutren, que construyen, que informan, son palabras positivas y al mismo tiempo son mucho más que mero positivismo, pues generan una comunicación en la que se aprende algo nuevo, en la que se comparten ideas y en la que todo el mundo está deseoso de ser alimentado y alimentar gracias a ellas.
Las palabras-basura son exactamente lo contrario y hay dos clases.
Una es lo que podríamos llamar palabras “comida rápida”. Cosas que se dicen solo por conversar, por llenar el hambre que genera el silencio y que ni son positivas ni nos aportan nada. Muchas veces, aunque no todas, estas palabras comida rápida, son palabras negativas y se utilizan también para hablar de lo que pasa en el mundo exterior, o en el interior de otras personas que no están presentes, y que no nos gusta.
Muchos de los canales de noticias, los grupos de RRSS o los programas de tv utilizan estas palabras de comida rápida cuando se quedan sin información verdaderamente útil.
El otro tipo de palabras-basura son aquellas que en cierto momento sí fueron palabras alimento, o que de haberse “conservado” mejor (de haberse dicho con otro tono o en otro contexto) sí hubieran alimentado, pero que por lo que sea se han podrido.
Estas palabras acaban generando un olor horroroso y la mayoría de la gente, al contrario que con la basura física, las deja ahí en un rincón de su mente, envueltas por capas de bolsas-ego, para que no se desparramen por todo el lugar y llenen con su olor y podredumbre zonas que en apariencia están limpias.
Lo más sano es obviar esta clase de palabras, y retenerlas solo momentáneamente en unas bolsas-ego de una única capa biodegradable (de fécula de patata por ejemplo), para que podamos seguir funcionando en la situación en las que estas palabras se han generado. Y después, lo antes posible, a solas, separar esa basura y tirarla al contenedor correspondiente: falsas expectativas, poca autoestima, críticas destructivas, las preocupaciones, el “¿qué dirán?”, etc. Y también las cosas más crudas, las que han estado pudriéndose en la “nevera” durante años y por una causa u otra ahora debemos afrontar: viejas rencillas familiares, insatisfacción laboral profunda, el miedo a no ser suficiente…
Y así, siendo puntualmente optimistas, esperar que eso se vaya desintegrando poco a poco y limpiar toda nuestra casa-mente para generar un entorno en el que esas mismas palabras-basura tengan cada vez menos potencia, “huelan” cada vez menos. En el que las palabras-basura estén compuestas mayormente de “residuos orgánicos” que sirven, con un gran trabajo y mucho tiempo, de introspección para hacer compost y así al final, casi sin darnos cuenta, esas cosas que nos dolían, tras un tiempo y mucha alquimia, se trasformen en la siguiente comida deliciosa sacada de nuestro propio huerto, que tenemos frente a nosotros, nuestro corazón.
Siempre hay esperanza para las palabras basura, porque lo que es basura o alimento también cambia dependiendo de la persona y sus circunstancias. Saber que ahí afuera existe la palabra-basura, nos ayuda a apreciar lo rico que está la comida de verdad, viva, real, orgánica; vivir, pensar y decir desde el amor, la felicidad y la paz común.
Distinguir las palabras-alimento entre todas las palabras-basura nos ayuda a verlas y a atraerlas más y así nuestra alimentación mental proliferará de un modo consciente.
Alimentemos también con las palabras, porque así crearemos un Mundo lleno de armonía y amor con nosotros y la naturaleza, y también entre nosotros.
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