Hoy celebramos a Santa Ana porque es bueno recordar de dónde venimos y quién nos inspira, y para celebrarnos a nosotras mismas, a todas las “Anas” del mundo: las que cuidan, las que crean, las que se emocionan en silencio y las que sonríen desde el alma. Feliz Vida a todas.
Santa Ana, en la tradición cristiana, es la madre de la Virgen María y, por tanto, la abuela de Jesús. Su nombre proviene del hebreo «Hannah», que significa gracia, compasión o favor. Aunque los evangelios canónicos no mencionan detalles de su vida, en los textos apócrifos se la describe como una mujer justa, llena de fe, que esperó durante años el milagro de la maternidad junto a su esposo Joaquín. Y ese milagro fue María, madre de Jesús.
Santa Ana representa la esperanza que no se agota, la sabiduría materna que acompaña en silencio, la paciencia tejida con amor. Es un símbolo para las generaciones que elegimos cuidar, que amamos la maternidad por diversa, dura y en las circunstancias que sean, que acompañamos a nuestros hijos sin que se note.
«Ana» es un nombre antiguo como la tierra, y fresco como el amanecer. Llamarse Ana es llevar una herencia de mujeres fuertes, silenciosas, sabias, que han sostenido sin pedir nada a cambio. Es una forma de honrar esa línea invisible de amor que pasa de madre a hija, de generación en generación.
Nosotras aceptamos el regalo de nuestros ancestros, nuestro nombre, Ana. Nos representa y agradecemos su esencia. Gracias a mi madre por su elección. Hoy honramos nuestro nombre porque lo aceptamos libremente.
Porque llamarse Ana es una forma de decir: gracias a la vida que me ha dado tanto…
Un abrazo de Ana ![]()
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y otro de Any
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