LA FELICIDAD EN LAS LETRAS.

Por Any Pascual.

“Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca”. Jorge Luis Borges.

Leer nos lleva al camino de las letras, y a veces desde ahí se llega al camino de escribir nuestras experiencias tras haber leído y pasado por el corazón nuestro pequeño camino. El arte de escribir simplemente se trata de expresar el alma universal, que se repite en todas partes, para ayudar a otros.

Crear un libro, escribirlo uno mismo desde el corazón, pasándolo por el conocimiento y la experiencia, supone dedicarle tiempo de la vida a cultivar y cuidar el amor por las letras. Por eso para mí escribir es una forma de reconocerme, expresarme y compartir. De amarme y amar a los demás. De dar para recibir. Al escribir le robo vida a la muerte.  

Para mí un libro es un buen amigo. Porque un libro es el recipiente donde está contenida la melodía del universo y también alberga el sentimiento que le sobra al corazón y nos sale por la mano, como decía Carmen Conde. Por eso adoro mi libro. Porque soy yo. Y al mismo tiempo somos todos.

Escribir acompañados de y sobre los recuerdos, lo que no queremos perder, o para recuperar lo que casi hemos perdido, hace que las conexiones nerviosas entre los dedos y el cerebro funcionen en ambos sentidos. Porque el cerebro envía instrucciones a los dedos para escribir. Y a veces, cuando se es artista, ocurre la magia y es también al revés. Hay días en que los dedos envían instrucciones al cerebro para vivir.

Se necesita sensibilidad, conocimiento y corazón para bien leer y bien escribir. No solo como adjetivo, en el sentido común. También como sustantivo que sustenta la sustancia. Como un regalo precioso que al dar se multiplica, y por lo tanto crece y crece sin agotarse.

Los bienes de la vida son muchos. Los libros son uno de ellos.

Por otro lado la poesía se puede tratar como a un caballero de camisa bien planchada, modales impecables y porte regio, que confiere relevancia a cualquier entorno en el que se encuentra y a todo aquello que tenga entre manos; como una señora de un pueblo mediterráneo que alegra el corazón a todos sus vecinos cuando les saluda de camino a sus recados; como un niño pequeño que juega en su mundo, tan libre, alegre y satisfecho con lo que hace que embelesa a los adultos, los cuales se quedan preguntándose cómo algo tan sencillo puede ser así de hermoso; puede ser como los pájaros, que viven sus propias vidas y mientras tanto mejoran las de los demás simplemente siendo ellos mismos sin esfuerzo, por existir… O puede ser un campo lleno de flores, a través del cual la memoria y la imaginación danzan juntas hasta el infinito, con solo las palabras vividas a modo de música. 

Y nada de todo esto puede definir la poesía, porque lo curioso es que los versos sirven para todo excepto para ser solo lo que los humanos queremos que sean. Hay mucho más en una poesía que lo que se ve a primera vista.

Por eso los poetas escribimos conforme vamos viviendo y recordando, y por eso nuestros poemas son irrepetibles.

Aprendizaje: Las letras escritas desde el amor son mejores aún que el silencio.

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