Cuando estamos muy centrados en un trabajo, una tarea, un objetivo, parece que el Mundo se para y nada más pasa a nuestro alrededor.
Sin embargo cuando acabamos, nos damos cuenta de que la vida sigue sin nosotros y que quizás nos perdimos parte por estar centrados en exclusiva en la tarea anterior.
El aprendizaje es claro, si no disfrutamos del día a día, la vida pasará de un hecho a otro y nos perderemos todo lo demás que nos rodea.
Abramos nuestras miras y nuestra vida. Hay muchas cosas importantes: nuestra familia, nuestros amigos, nuestro hogar, nuestras labores…
El equilibrio vital está en un compromiso de energía, de inteligencia, de capacidades y de tiempo que cubra todos los aspectos de nuestra vida, y no uno solo.
Si unos pesan más que otros, desequilibraremos la balanza y al final esto nos pasará factura tarde o temprano.
Seamos conscientes de que la vida transcurre para todos con el mismo tiempo, pero no todos la vivimos plenamente.
Debemos trabajar para mejorar el mundo aún en las circunstancias más adversas, pero enfocados en cultivar la “prosperidad compartida” en todos los ámbitos de la vida, y no solo en una parcela.
Reflexionar y empaparse de experiencias vitales, muchas veces nos llevan a la misma conclusión: carpe díem.
Vivamos plena y conscientemente.
