UNA DE CUENTOS

LA LLAVE DE LA FELICIDAD.

El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado. Entonces decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía. Pero un día, esos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron a Él.

Dios se quedó triste y nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano, pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo.

Siguió reflexionando y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no la encontrara.

Pensó en ocultarla en el fondo del mar; en una caverna de los Himalayas; en un remoto confín del espacio sideral. Pero ninguno de estos lugares le convencía ya que el hombre terminaría descendiendo a los océanos, explorando todas las grutas de la tierra, incluso viajando al espacio algún día. Y tarde o temprano la encontraría.

Pasó toda la noche en vela, y cuando el sol comenzaba a despertar, se le ocurrió el sitio perfecto, el único lugar en el que el hombre no buscaría jamás.

Y, así, el Divino creó al ser humano, y colocó en su interior la llave de la felicidad.

Aprendizaje: Conectar con nosotros mismos es el camino para encontrar el verdadero gozo, la felicidad espiritual.

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UNA DE CUENTOS

EL PROFESOR.

Un día un profesor se puso a escribir en la pizarra:

9×1 = 09

9×2 = 18

9×3 = 27

9×4 = 36

9×5 = 45

9×6 = 54

9×7 = 63

9×8 = 72

9×9 = 81

9×10 = 91

En en salón se hicieron muchas burlas porque el profesor se había equivocado. Ya que la respuesta correcta de 9×10 es 90. Todos sus alumnos se rieron de él.

Entonces el profesor esperó a que todos se callaran, y dijo:

«A pesar de haber acertado las 9 primeras cuestiones, nadie me felicitó. Sin embargo por haber fallado sólo una, todos se empezaron a reír; eso significa que, a pesar de ser brillante, la mayoría de la sociedad solo se fijará en tus pequeños errores y se burlará de ello. No dejes que una simple crítica destruya tus sueños».

Aprendizaje: La única persona que no se equivoca es la que no hace nada.

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UNA DE CUENTOS

EL PERRO Y EL CLAVO OXIDADO.

Una mañana soleada una niña se encontró con un perro que estaba sentado en medio de un camino y no paraba de gruñir y de quejarse.

-¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo?, le preguntó dulcemente.

Al mirar la chica se dio cuenta de que sus ojos estaban bañados en lágrimas y su mirada reflejaba cierta angustia y tristeza. De ahí que la niña intentara acercarse para ayudarlo.

Pero el perro le gruñó. Era evidente que aquel perro estaba sufriendo.

La niña empezó a inquietarse. Poco después, descubrió que el animal estaba sentado sobre un clavo oxidado e intentó ayudarlo:

-¡Cuánto más tiempo tarde en sacártelo, más te dolerá la herida!

Pero el perro no le dejó acercarse y seguía sentado sobre el clavo, emitiendo de forma intermitente un llanto cargado de dolor y resignación. La niña no podía dejar de pensar:

-¿Por qué diablos sigues sentado sobre un clavo oxidado?

Si aquel animal hubiera podido hablar, seguramente le hubiera dicho lo siguiente:

-Si no me levanto es simplemente porque no me duele tanto como para hacer el esfuerzo de levantarme.⁣

Aprendizaje: No seamos víctimas de la tiranía de la pereza.

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UNA DE CUENTOS

LA RANA Y EL ESCORPIÓN.

Cuento africano sobre la bondad y el engaño.

Cuenta un relato popular africano que en las orillas del río Níger, vivía una rana muy generosa. Cuando llegaba la época de las lluvias ella ayudaba a todos los animales que se encontraban en problemas ante la crecida del río. Cruzaba sobre su espalda a los ratones, e incluso a alguna nutritiva mosca a la que se le mojaban las alas impidiéndole volar. Pues su generosidad y nobleza no le permitían aprovecharse de ellas en circunstancias tan desiguales.

También vivía por allí un escorpión, que cierto día le suplicó a la rana: «Deseo atravesar el río, pero no estoy preparado para nadar. Por favor, hermana rana, llévame a la otra orilla sobre tu espalda».

La rana, que había aprendido mucho durante su larga vida llena de privaciones y desencantos, respondió enseguida: «¿Que te lleve sobre mi espalda? ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco lo suficiente para saber que si te subo a mi espalda, me inyectarás un veneno letal y moriré!» El inteligente escorpión le dijo: «No digas estupideces. Ten por seguro que no te picaré. Porque si así lo hiciera, tú te hundirías en las aguas y yo, que no sé nadar, perecería ahogado».

La rana se negó al principio, pero la incuestionable lógica del escorpión fueron convenciéndola… y finalmente aceptó. Lo cargó sobre su resbaladiza espalda, donde él se agarró, y comenzaron la travesía del río Níger.

Todo iba bien. La rana nadaba con soltura a pesar de sostener sobre su espalda al escorpión. Poco a poco fue perdiendo el miedo a aquel animal que llevaba sobre su espalda.

Llegaron a mitad del río. Atrás había quedado una orilla. Frente a ellos se divisaba la orilla a la que debían llegar. La rana, hábilmente, sorteó un remolino… Fue aquí, y de repente, cuando el escorpión picó a la rana. Ella sintió un dolor agudo y percibió cómo el veneno se extendía por todo su cuerpo. Comenzaron a fallarle las fuerzas y su vista se nubló. Mientras se ahogaba, le quedaron fuerzas para gritarle al escorpión: «¡Lo sabía!. Pero… ¿Por qué lo has hecho?» El escorpión respondió: «No puedo evitarlo. Es mi naturaleza».

Y juntos desaparecieron en medio del remolino mientras se ahogaban en las profundas aguas del río Níger.

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UNA DE CUENTOS

ÚTILES 

Cuentan que en una carpintería hubo una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar diferencias. 

El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar, ya que se pasaba todo el tiempo haciendo ruidos. 

El martillo aceptó la culpa, pero pidió que fuera expulsado el tornillo, argumentando que había que darle demasiadas vueltas para que sirviera. 

El tornillo aceptó el ataque, pero exigió la expulsión de la lija. Señaló que era áspera en su trato y tenía fricciones con los demás. 

Y la lija estuvo de acuerdo, pero exigió que fuera expulsado el metro que siempre estaba midiéndose con los demás como si él fuera perfecto. 

En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició la tarea. Utilizó el martillo, la lija, el metro, y el tornillo. Finalmente, el trozo de madera se convirtió en un hermoso mueble. 

Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. 

Fue entonces cuando el serrucho dijo: 

—Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso nos hace valiosos. Así que no pensemos en nuestras fallas y concentrémonos en la utilidad de nuestros méritos. 

La asamblea pudo ver entonces que el martillo es fuerte, el tornillo une, la lija pule asperezas y el metro es preciso. Se vieron como un equipo capaz de producir muebles de calidad. 

Esta nueva mirada los hizo sentir orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.

Aprendizaje: Todos tenemos defectos. Estar juntos nos ayuda a superarlos. 

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