LITHA Y EL SOLSTICIO DE VERANO.

Por Any Pascual.

El mundo mágico de los Celtas se rige por la rueda del tiempo, que marca ocho momentos, ocho festividades, fundamentales para el desarrollo natural de la vida y de todo lo que existe. Estos rituales ancestrales llamados Sabbats (palabra que significa descansos, fiestas, y de la cual proviene el nombre del día Sábado) se relacionaban estrechamente con los cambios estacionales: los solsticios, equinoccios, las épocas de cosecha y siembra, de luz y oscuridad, de nacimiento y muerte, el crecimiento, la decadencia y el reposo de la naturaleza.  

Estos días, nosotras disfrutamos de Litha, la celebración del verano, que coincide con el solsticio. Representa el ciclo agrario centrado en los cereales, y es un momento de prosperidad y descanso. Por fin ha llegado el tiempo de recoger el fruto de lo que hemos sembrado a lo largo de nuestra existencia por eso estos días han sido festejados durante miles de años por diferentes culturas y civilizaciones. Y es que al conectar una vez más con la Madre Tierra nos damos cuenta de que estos días no solo son los más largos del año, sino que también son un regalo del Sol para nuestro planeta.

Durante el solsticio de verano, el Sol llega a su punto álgido en el cielo, y descansa por un rato (Solsticio quiere decir “Sol quieto”) para así renovar su luz y abundancia, su calidez y energía. En estos días, podemos experimentar sincronías, brotes de inspiración y creatividad, cambios y descubrimientos… Es la ocasión perfecta para alegrarnos al empezar a ver asomar los frutos de todo aquello que llevamos trabajando, tanto a nivel material, como emocional, como espiritual, como físico, desde el solsticio de invierno. 

Por eso, para permitir que la energía solar de esta enorme estrella impregne cada una de nuestras células, nos convertimos en receptoras limpias y equilibradas, en un canal armónico y bien preparado, a través de los baños de Sol y de una alimentación que, como siempre, limpia nuestro cuerpo de toxinas y la mente de energía negativa, depura los órganos y también pone a punto nuestros canales energéticos. Damos gracias al Sol por los alimentos que con su luz nos dan energía, pues nuestro cuerpo es el resultado de lo que comemos, de cómo lo comemos y de qué pensamos sobre lo que comemos. Celebramos el culto a la vida, a la exuberancia de lo que ahora crece y la alegría del fuego. 

Durante la festividad celta de Litha es el momento de compartir, de salir, de bendecir al sol, de disfrutar con los seres queridos, de la naturaleza. Los días son luminosos, la fuerza y belleza del Sol que lleva prosperidad a todo lo que existe. Representa el fin de la oscuridad, de la esterilidad y el comienzo de la época más fértil y luminosa, cuando se empieza de nuevo. Todo lo que evoque el poder de la naturaleza y el del Sol nos da energía positiva, la energía de Litha. 

Durante Litha, la diosa de la tierra se expresa y comparte, igual que las tierras y sus cosechas.  

Saludos también al Dios del Sol que se hace protagonista pues ha llegado el momento de su mayor fortaleza.

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INCENDIANDO LA MADRE TIERRA PERVERTIMOS EL CALOR.

Ya Paracelso describió la estrecha relación del fuego con la vida. En el sentido espiritual el fuego nos transforma («todas las cosas nacen del fuego y a él vuelven») y ayuda a crear la semilla que se reproduce en las vidas sucesivas (por lo que se asocia la libido y a la fecundidad). Desde el sentido solar de la llama, asociamos el fuego a la idea de calor corporal, signo de salud y vida, movimiento y energía. Físicamente, el fuego permite a la humanidad desarrollarse y crecer para resolver problemas. 

Sin embargo, como elemento y parte de la naturaleza, nos puede provocar reacciones fuertes por el peligro que puede representar en malas manos o al descontrolarse. Vulcano, como dios de la fragua, refleja ambos aspectos del potencial de la llama: que en manos sabias empodera y acompaña (sobrevivimos a los fríos inviernos, cocinamos, etc.) o que usado negativamente puede alterar el equilibrio (como con los incendios intencionados en la Naturaleza). 

El fuego por sí solo no tiene ni mucho menos una connotación negativa. Es un elemento natural, como el agua, la tierra y el aire, los cuatro elementos primarios de la Naturaleza. Y como los demás, nosotras tratamos siempre de respetarlo y cuidarlo.

No queremos ver más fuegos “mal-intencionados” en la Pachamama, sino disfrutar de su calor y bondad, de esa chispa que ilumina y nos da más fuerza para vivir con el corazón cálido.

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