UNA DE CUENTOS (XXXII)

ARRIÉSGATE.

Dos semillas estaban juntas en el suelo primaveral y fértil.

La primera semilla dijo:

—¡Yo quiero crecer! Quiero hundir mis raíces en la profundidad del suelo que me sostiene y hacer que mis brotes empujen y rompan la capa de tierra que me cubre… Quiero desplegar mis tiernos brotes como estandartes que anuncien la llegada de la primavera… ¡Quiero sentir el calor del sol sobre mi rostro y la bendición del rocío de la mañana sobre mis pétalos!

Y así creció.

La segunda semilla dijo:

—Tengo miedo. Si envío mis raíces a que se hundan en el suelo, no sé con qué puedo tropezar en la oscuridad. Si me abro paso a través del duro suelo puedo dañar mis delicados brotes… Si dejo que mis capullos se abran, quizá un caracol intente comérselos… Si abriera mis flores, tal vez algún chiquillo me arrancara del suelo. No, es mucho mejor esperar hasta un momento seguro.

Y así esperó.

Una gallina que, a comienzos de la primavera, escarbaba el suelo en busca de comida encontró la semilla que esperaba y sin pérdida de tiempo se la comió.

Moraleja: A los que se niegan a arriesgarse y a crecer los devora la vida.

UNA DE CUENTOS (XXIX)

“Hace años, un estudiante le preguntó a la antropóloga Margaret Mead cuál consideraba ella que era el primer signo de civilización en una cultura. El estudiante esperaba que Mead hablara de anzuelos, ollas de barro o piedras de moler.

Pero no. Mead dijo que el primer signo de civilización en una cultura antigua era un fémur que se había roto y luego sanado. Mead explicó que en el reino animal, si te rompes una pierna, mueres. No puedes huir del peligro, ir al río a tomar algo o buscar comida. Eres carne de bestias que merodean. Ningún animal sobrevive a una pierna rota el tiempo suficiente para que el hueso sane.

Un fémur roto que se ha curado es evidencia de que alguien se ha tomado el tiempo para quedarse con el que se cayó, ha vendado la herida, le ha llevado a un lugar seguro y le ha ayudado a recuperarse. 

Mead dijo que ayudar a alguien más en las dificultades es el punto donde comienza la civilización.” Ira Byock.

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UNA DE CUENTOS (XXIV)


«Una serpiente entró en un taller de carpintería, y al arrastrarse, pasó por encima de una sierra y quedó ligeramente herida.


De un momento a otro, regresó y con toda su furia, mordió la sierra; y, al hacerlo quedó gravemente herida en la boca.


Entonces, sin entender lo que estaba sucediendo y pensando que la sierra estaba atacándola a ella, decidió rodear la sierra para sofocarla con todo su cuerpo exprimiéndola con todas sus fuerzas, pero terminó matándose ella misma.»


En ocasiones podemos reaccionar con ira y sin darnos cuenta podemos herir a otros que nos han perjudicado.


Paremos si aparecen estas emociones, porque después de todo nos estaremos lastimando a nosotras mismas si no frenamos a tiempo.


Las personas hacemos muchas cosas Pero podemos decidir si nos afectan o no.


No sobre-reaccionemos para no sufrir consecuencias que a veces pueden ser dañinas.


Nunca dejemos que el odio, la ira, etc. se apoderen de nuestra vida, porque el amor es más fuerte que cualquier cosa.


Hagamos que el AMOR sea nuestra fuerza para cambiar el Mundo, y el resto vendrá por añadidura.


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UNA DE CUENTOS (XXIII)

LA ESTRELLA DE MAR. L. Eiseley

«Cierto día, caminando por la playa, reparé en un hombre que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez.

Tan pronto como me aproximé me di cuenta de que lo que el hombre llevaba en la mano eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena, y una a una las arrojaba de nuevo al mar.

Intrigado, lo interrogué sobre lo que estaba haciendo, a lo cual me respondió:

– Estoy lanzando estrellas marinas nuevamente al océano. Como ves, la marea es baja y estas estrellas han quedado en la orilla, si no las arrojo de nuevo al mar morirán aquí por falta de oxígeno.

– Entiendo -le dije- pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa. No puedes lanzarlas a todas, son demasiadas. Y quizás no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. ¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?

El nativo sonrió, se inclinó y tomo una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió:

– ¡Para esta si lo tuvo!»

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UNA DE CUENTOS (XX)

Amaterasu: un cuento sobre el amor propio.

Amaterasu Ō-Mikami o Amaterasu Okami (天照) es la diosa del Sol en el sintoísmo y antepasada de la Familia Imperial de Japón según los preceptos de dicha religión. Según cuenta el libro histórico más antiguo de Japón, Amaterasu era la Diosa del Sol, de la que emanaba toda la luz. Amorosa y compasiva con todos los seres

Un día su hermano sintió envidia y se propuso demostrar que era más poderoso que ella. Comenzó a destruir las creaciones de su hermana, a atormentarla y perseguirla.

Tras las vergonzosas y cada vez más agresivas conductas de su hermano, Amaterasu sintió mucho dolor, se asustó y se encerró en una cueva.

Al no estar ella, el Sol no salía y el mundo se cubrió de oscuridad, los campos morían y la tierra se helaba.

Los demás dioses, temiendo que las tinieblas perduraran para siempre, intentaron convencerla para que salga de la cueva pero no tuvieron éxito, Amaterasu se sentía tan herida y asustada que no podía salir.
Entonces pensaron otra estrategia, organizaron una fiesta en la entrada de la cueva diciendo que era para honrar a una nueva diosa llena de luz y belleza.

La música, risas y alegría del exterior atrajo la curiosidad de Amaterasu, quien se asomó saliendo unos metros a ver quién era esta nueva diosa, sin saber que habían puesto un espejo justo a la salida de la cueva. Al mirarlo se encontró con una mujer bellísima y llena de luz. Al principio pensó que se trataba de esta nueva diosa de la que todos hablaban, pero luego se dio cuenta que era su propio reflejo y vio toda su luz y magnificencia. Mientras tanto los dioses habían aprovechado para sellar la entrada de la cueva e impedir que volviera a entrar.

Al verse como realmente era y reconocer su luz, Amaterasu recuperó su poder.

Salió al mundo, pudo vencer a su hermano (a quien nunca más temió) y el sol volvió a iluminar la Tierra.