TODOS SOMOS IGUALES

Vivimos en una sociedad en la que, por increíble que parezca, no han desaparecido la discriminación, la xenofobia y otras formas de intolerancia.

El miedo, el temor a lo diferente, el temor del uno al otro, el miedo a la pérdida de la seguridad personal está detrás de esta lacra social. El miedo humano es en sí mismo imposible de erradicar, pero estamos convencidas de que sus consecuencias sí pueden cambiar si crecemos de espíritu.

Todos los seres humanos constituimos una sola familia.

La diversidad de condiciones, razas y culturas nos lleva al enriquecimiento mutuo. Esta diversidad debe de ser tomada como un don en vez de como una fuente de menosprecio y conflicto, de exclusión, discriminación e intolerancia.

Garanticemos entre todos el completo reconocimiento de la dignidad y la igualdad o equidad, y el pleno respeto de los derechos humanos.

Busquemos esa conversión de la mente y del corazón.

Lo que nosotras anhelamos para todo hombre, mujer y niño es una existencia en la cual las características individuales y los derechos personales queden salvaguardados por la solidaridad de nuestra pertenencia a esa sola familia que constituye la humanidad.

Trabajemos por un Mundo de Personas Arcoiris.

#anayany
#tolerancia
#arcoiris

EL AMOR POR NUESTROS HIJOS

“Cada momento que paso sin las personas a las que amo es un momento de tiempo perdido” R.R. Tolkien.

Nos despertamos todos los días para acompañarlos, amarlos y cubrirles todas sus necesidades. Los educamos a diario en valores como la tolerancia, el respeto, la libertad, el compañerismo… sin darnos cuenta de que nuestro ejemplo es realmente de lo que se impregna el corazón de nuestros hijos.

Seamos conscientes. Necesitan una atención sin prisas y esas tardes eternas de sonrisas que nunca terminan. Es maravilloso compartir con ellos y regalarles un pedacito de tiempo que les sepa a magia, a besos, a armonía, amor y sonrisas…

El ser humano tiene una necesidad natural por el “tiempo compartido”, con una cercanía tan necesaria como el propio alimento. De piel a piel. Donde a través del contacto físico se transmita mucho más que con las palabras. Tocarnos, acariciarnos, transferir nuestras energías, llegando hasta el alma. Una mirada, una caricia, una sensación, nuestro olor o nuestra voz calmada es el mejor regalo que a diario les podemos hacer a nuestros hijos.

Podemos crear una rutina, buscar actividades placenteras para ambos o en familia, donde nuestra cabeza solo esté pendiente de ser felices y disfrutar del momento. ¡Qué se pare el Mundo!

Nuestros hijos son lo primero de la lista y los lazos que unen todos nuestros sueños y esperanzas.

Pero aunque nuestros hijos sean nuestra prioridad esto no implica descuidarnos nosotros, padres y madres, como personas.

Ninguna prioridad puede ser bien atendida si nosotros mismos no aprendemos a cuidarnos también. Invertir en nuestro propio cuidado, en nuestro bienestar y en hacernos antifrágiles, es ocuparnos de nosotros para poder cuidarlos mucho mejor. Nuestro bienestar mental, espiritual y la satisfacción emocional confiere un colchón de felicidad, de equilibrio y seguridad para ellos.

Todos los niños entienden, perciben e intuyen muchas más cosas de las que nos podemos imaginar y por supuesto de las que nos pueden comunicar. La calidad y la autenticidad de los momentos compartidos con ellos marcará su crecimiento emocional y en parte su salutogénesis. No importa la edad o condición que tengan, detectarán el vínculo que nos une desde la atención y el amor en base a los momentos compartidos, a la cercanía, al consuelo, a las miradas, a las risas, al tono de las voces…

Any es nuestra prioridad, y no basta con que yo lo sepa o lo diga, ella lo debe notar a diario en mis actos, mis palabras, mi mirada y ante todo… en su corazón.

Acompañémoslos para que aprendan lo que es amar, escuchar, compartir, ayudar, ser felices… con nuestro ejemplo diario.

#anayany
#vidafeliz
#antifragilidad


CUIDADORAS

«El regalo más preciado que podemos dar a otros es nuestra presencia. Cuando nuestra atención plena abraza a los que amamos, florecen como flores’ Thich Nhat Hanh.

Todos podemos encontrarnos en nuestras vidas con un rol para el que en un principio nadie está preparado: cuidador o “necesitador” del cuidado.

Y aquí estamos las mujeres del siglo XXI, que elegimos trabajar o no fuera de casa, muy activas e inquietas a la hora de ayudar a los demás, que nos sentimos bien y seguras de nosotras mismas, con mucha energía y con una sabiduría de la vida que nos permite afrontar las cosas con fuerza y que aceptamos, además, el rol de ayudar a nuestros seres queridos acompañándolos en su camino.

Solas, en pareja, con más o menos ingresos y formación… como colectivo, presentamos unos rasgos que no están pasando desapercibidos ni en nuestro entorno ni para los médicos, rehabilitadores u otros profesionales que interactúan con nosotras. Somos las últimas responsables de los cuidados de nuestros familiares.

Cada vez tenemos más peso para la industria, ávida de nichos de negocio: ortopedias, adaptaciones, salud, etc. Ya somos un grupo muy numeroso, grandes consumidoras de todo lo relacionado con la rehabilitación, la nutrición, el cuidado personal, etc., lo que crea oportunidades de negocio y nos da relevancia social. De ahí que ya nos tengan en cuenta como un grupo muy importante de consumo, apoyo a los profesionales de la salud, y nos consideren necesarias en la sociedad para el cuidado de parte de la población, tanto de nuestros familiares más jóvenes con necesidades de apoyo en la vida diaria como de nuestros mayores, que forman una población cada día más representativa.

Somos mujeres de hoy en día, valientes, lúcidas y comprometidas que rebosamos proyectos, energía y seguridad en nosotras mismas.

Con los años y el transcurrir de la vida hemos decidido mantener o no nuestro trabajo, pero hemos elegido cuidar siempre de nuestros hijos, hermanos, padres, etc. Tenemos también otras identidades: esposas, trabajadoras en casa, estudiantes, profesionales, entre otras, aunque dedicamos nuestra vida en su mayor parte a ser cuidadoras, haciéndonos cargo de nosotras mismas y de quienes más nos necesitan, desde el respeto, el conocimiento de quien aprende de la experiencia y, sobre todo, desde el amor infinito.

Por motivos políticos y económicos, todavía nos vemos obligadas a no tener descanso, formación o suficientes ayudas, sin embargo celebramos la plenitud de ser orgullosas cuidadoras de quienes nos necesitan para seguir adelante.

Afrontamos nuestra situación con la mirada de las mujeres del siglo XXI, mujeres que deseamos que los profesionales que tratan a nuestros familiares nos hablen de igual a igual, y lo más importante, los y nos respeten y traten con humanidad.

Somos personas que disfrutamos de lo que hacemos, pero somos conscientes de que necesitamos ayuda para mantener nuestra energía, salud y libertad. La ayuda de TODOS: familiares, profesionales, Estado…

Sabemos poco de todo y mucho de «mundología» porque tratamos con mucha gente en el entorno del cuidado familiar, hemos vivido muchas experiencias (tanto enriquecedoras como duras) y lo mismo hemos estado horas y horas en las salas de espera de un hospital que hemos ayudado a que nuestros hijos, por ejemplo, logren hitos que ni los profesionales se pueden creer.

Somos mujeres del siglo XXI y como tales desarrollamos nuestro crecimiento personal, profesional, emocional y espiritual. Tenemos una vida feliz con nuestras circunstancias y estamos llenas de ilusiones. Hemos tomado las riendas de nuestras vidas, sabemos pedir ayuda si la necesitamos y aprendemos todos lo días cosas nuevas mientras aplicamos nuestros cuidados desde el amor incondicional, la generosidad infinita y la esperanza de mejorar la vida de la familia.

Las circunstancias vitales de cada una de nosotras es diferente a todos los niveles (económico, social, etcétera) pero lo que nos une es más fuerte que lo que nos diferencia. El AMOR. Sabemos lo que es darlo todo a cambio de nuestra mejor recompensa, una sonrisa.

No somos ni maestras, ni enfermeras, ni fisioterapeutas, ni logopedas, ni nutricionistas… aunque ejercemos de todo ello a diario. Somos las mejores alumnas de las formaciones que nosotras mismas nos pagamos o simplemente seguimos adelante sin ayuda a base de ensayo-error. Somos grandes investigadoras buscando lo mejor para la vida de las personas que tenemos a nuestro cargo, y aprendemos rápido a buscar soluciones a los problemas que nos surgen por el camino.

Esta es la vida y lucha de muchas mujeres que hemos decidido cuidar a nuestros seres queridos.

Solo espero que la próxima vez que alguien se cruce con nosotras (conocidos, familiares, profesionales, personal de la administración, etc.) vean a las mujeres que somos: bellas por dentro y por fuera, formadas, capacitadas, en continuo crecimiento y orgullosas de nosotras mismas y de nuestras familias.

Lo que si hemos aprendido desde el primer día de ocupar el rol de cuidadoras es que, aunque sea muy duro, hoy será otro día para disfrutar de la compañía de los seres que más nos quieren y a los que más queremos en la vida. GRACIAS.

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LA EUDAIMONIA

“La felicidad no es algo confeccionado, viene de sus propias acciones” Dalai Lama.

No todos percibimos la felicidad de la misma forma. Mientras para unos es la obtención de placer, cosas materiales o recibir reconocimientos, para otros ser feliz radica en el aumento del conocimiento intelectual, el amor, compartir… o miles de combinaciones entre ambas opciones.

Para nosotras tener una vida en paz, con aprendizaje diario y toma de acción en temas como el cuidado de nuestra salud, forma parte de nuestra felicidad. Acciones vinculadas con la antifragilidad, ayudar a los demás, la ecología y la infancia nos conducen a una vida feliz. A esto subyace un actuar desde el amor incondicional, conseguir la auto-realización y practicar la compasión.

Por supuesto, todo esto, nos está llevando un tiempo… seguimos en el camino.

Hemos aprendido a vivir desde la neutralidad, respetando a los demás y respetando la búsqueda de la felicidad individual de cada uno, sin vernos afectadas por las decisiones ajenas ni perjudicar a los demás con nuestras acciones, ya que la felicidad está vinculada con el fin que cada uno busca, por lo que depende de cada persona y varía mucho.

Respetamos profundamente el camino individual de cada persona hacia su felicidad.

Actuar con amor también nos hace ser felices. Nosotras sabemos que cuando vivimos desde el amor y lo hacemos por el bien común, se equilibran la vida, las vibras y los resultados.

Vivir una vida frugal también es un tipo de felicidad que nos gusta, basada en una vida sin miserias ni opulencias, desde la salutogénesis y de aprendizaje continuo.

Nuestra felicidad es el conjunto de todo y la recompensa de un largo camino por todos estos temas que aprendemos, interiorizamos y aplicamos siguiendo la maestría de quienes tienen experiencias y resultados fantásticos en estos campos, de personas de carne y hueso que nos han enseñado desde el amor cómo han logrado ellos sus resultados demostrables.

Ser feliz no es tener una vida perfecta ni de ensueño. Somos conscientes de que los problemas forman parte de la vida, pero que cuando los afrontamos con nobleza y grandeza desde el alma, pueden no interferir o dominar una vida maravillosa y feliz con nuestras las circunstancias.

Según nuestra experiencia la felicidad viene de vivir de acuerdo con el sentir del corazón, el amor incondicional y la búsqueda de la paz interior, para encontrarse a uno mismo, sentirse completo y autosuficiente.

Es lograr la eudaimonía, que no es más que la auto-realización y llevar al máximo las propias capacidades, desde el respeto al prójimo.

El camino es largo, pero la felicidad ya nos acompaña en cada uno de nuestros pasos.

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HABLAR Y ESCUCHAR

“Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar”. Ernest Hemingway

Tan importante es saber hablar como saber escuchar y callar en ocasiones.

Hablar con conocimiento, de lo que se sabe, hablar cuando se debe, contar hasta diez antes de hablar cuando estemos irascibles, hablar con sinceridad, con educación y respeto, hablar con el corazón y con razonamiento. Hablar para que nos escuchen, hablar para desahogarse, hablar para que nos entiendan, hablar para ayudar. Hablar para agradecer, hablar para valorar a las personas.

No privemos a nadie de la palabra porque estamos coartando su libertad. Hablando se entiende la gente, cerrando el vehículo de comunicación solo aumentamos los problemas.

Las palabras son un arma poderosa, según el tono, la forma con que se digan, en el momento que se digan, pueden motivarnos y ayudarnos, o todo lo contrario.

Orador viene de oración, orar. Quién habla bien invita al otro a orar, a conectarse consigo mismo, a escuchar también su propia voz. De ahí la importancia de saber hablar. Pero para ello, antes es esencial saber escuchar. Escuchar para saber hablar y llegar al alma.

A toda persona que habla le gusta ser escuchada. Pero escuchar es un arte. No todas las personas saben escuchar. Si escuchamos nos enriquecemos, podemos aportar cosas a la conversación, podemos ayudar a quien escuchamos y a la vez nos ayudarán a nosotras. Todos aprendemos de todos y cada uno de nosotros nos encargaremos de incorporarlo de manera adecuada a nuestra vida.

No es lo mismo oír que escuchar. Si oímos estamos pensando a la vez en nuestras cosas y si escuchamos estamos pensando en lo que nos transmiten. Es muy importante, que haya generosidad por ambas partes. Que el locutor aprenda a callar para no aburrir al que escucha, y que el que escucha esté atento, sino la comunicación es defectuosa.

Si escuchamos sabremos hablar y callar. Observemos, escuchemos y hablemos con propiedad y seguridad. También es importante que nos callemos a tiempo (es una muestra de control y neutralidad).

Nos enseñan a leer y a escribir, pero no se nos enseña a escuchar. Si en la vida no hay una habilidad en la escucha ni en el habla, la cosa se complica mucho.

El arte de la oratoria y el arte de la escucha activa son esenciales para cualquier comunicación correcta. Saber escuchar es una maestría. Y también lo es saber expresarnos. No son dones. Son habilidades que requieren una ejercitación constante, consciente y activa.

Escuchemos, hablemos con criterio y mejoremos en lo posible la comunicación con los demás. Así todos seremos mucho más felices.

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