RITMO.

“Cada ser humano es un ritmo propio en el universo”. Doménico Cieri Estrada.

Los seres humanos, y todos los seres vivos, necesitamos fluir con las circunstancias para ser felices y sentir paz. 

La cuestión es ¿cómo fluir? Esto puede no ser fácil para algunas personas. A veces todos tenemos muchas cosas en la cabeza, problemas que resolver, etcétera. Por eso, algunos días necesitamos una manera directa de fluir. Algo que nos llegue al corazón y nos ayude, sin que la obsesiva mente interfiera.

El ritmo.

Eso es lo que nos ayuda a fluir.

Cada uno de nosotros tiene una vibración, y los sonidos también vibran. Esta vibración es un flujo constante, y se llama ritmo.

Con el ritmo no solo fluimos de manera espiritual o mental. Sintiendo el ritmo, todo nuestro ser se involucra.

Por eso, la música, la poesía y los sonidos de la naturaleza nos emocionan tanto. El arte nos habla en todos los niveles, y si somos conscientes de su poder, la música nos abre a sentir amor. Amor en todas sus manifestaciones.

Así que, si en algún momento necesitamos subir la vibración rápidamente… ¡Escuchemos el ritmo de la vida! Y disfrutemos de bailar, porque la vida es una danza maravillosa guiada por los sonidos del Universo.

Aprendizaje: El ritmo de la música es una de las muchas formas de utilizar nuestra vibración para conectarnos con el Universo.

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POSITIVISMO O POSITIVIDAD

Por Any Pascual

“Todo obstáculo o problema lleva en su interior la semilla de un beneficio equivalente o mayor”. Napoleon Hill.

El positivismo es algo muy manido, una actitud a la que, si no se está predispuesto, nos tenemos que forzar por las convenciones sociales.

La positividad, sin embargo, es otra cosa. Como la propia palabra indica, es un estilo de vida. 

El positivismo trata de ver siempre el lado positivo, muchas veces negando o restando importancia a los aspectos menos placenteros de la existencia. Es una tendencia del ego.

La positividad reformula la realidad, nos hace procesar lo que nos ocurre de una manera que nos da paz. En vez de negar lo negativo, lo acepta. E incluso lo aprecia. La positividad es el polo opuesto de la negatividad, y como en el símbolo del Yin y el Yang, una está incluida en la otra. Gracias a la positividad nos damos cuenta de que siempre hay algo nuevo que aprender de cada experiencia. Así, la vida se vive con entusiasmo, porque cada día es una oportunidad… aunque a veces nos parezca una crisis.

La positividad nos relaciona con algo mayor que nosotros mismos, nos pone en contacto con el universo. Y sí, siendo personas positivas también se puede sufrir, pero ese sufrimiento no dura tanto, porque sabemos que siempre va a haber luz al final del túnel.

Todos nosotros pasamos por momentos oscuros. Aceptemos esa situación. La cuestión es, que si hay positividad, hay posibilidades y hay vida. Y si hay posibilidades y vida, hay esperanza.

Si no vemos la luz, es porque la solución no se encuentra afuera. La luz al final del túnel, al igual que la positividad, es algo interior. Iluminemos nuestros corazones con el brillo de la consciencia.

Aprendizaje: No es sonreír, sino saber que todo pasa por un motivo, lo que nos lleva a sentir el amor y la alegría que llenan nuestras vidas.

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POR UNA SOCIO-ECONOMÍA REALMENTE LIBRE.

Por Any Pascual.

“Libertarismo significa que usted es socialmente tolerante, no molesta a nadie, y cree que el gobierno debe mantenerse al margen de su vida”. Clint Eastwood.

A nosotras nos encanta hablar de economía, relaciones sociales, filosofía, política, etc. Respecto a esto último nosotras vemos que hoy en día planean sobre nuestros pensamientos cuatro ideologías dominantes en el mundo: socialismo, comunismo, capitalismo (que tiene dos vertientes: la oligarquía y capitalismo de libre comercio) y el utópico liberalismo (utilizado por muchos de forma falsa como cuando hablan de ecología, sostenibilidad, etc.) 

Para diferenciar estas corrientes, se puede usar un símil muy simple: un coche. Concretamente, los cinturones de seguridad de los coches.

El comunismo obliga a todos a fabricar y utilizar un coche con cinturón de seguridad, pero un coche horrible, el peor posible, y no hay más que hablar, coches malos para todos. Si alguien ve un fallo, no puede hacer nada para mejorarlo, porque el coche no es suyo sino del Estado. Hay seguridad, pero a costa de la nula eficiencia y nada de libertad.

En el socialismo, se impulsa a todos los que no tienen trabajo a trabajar en las “fábricas”. No se les obliga, pero lo hacen porque saben que, si no, no tendrán acceso a los coches. Y esto es así porque, aunque su salario sea una miseria, a esos trabajadores les pagan con un coche de empresa gratis. Pueden intentar mejorar, pero siguen dependiendo del Estado. Pueden elegir, pero la otra opción es no tener coche. Estos cinturones son lo bastante buenos, funcionan muy bien para la mayoría, pero si tus circunstancias vitales son distintas, te tienes que conformar y ya. No puedes cambiar, solo conformarte con lo que hay.

En un capitalismo oligarca, hay varias marcas de coches con diferentes tipos de cinturones y la persona está sujeta a lo que pueda pagar. Literalmente. Los fabricantes, gente muy rica, deciden quiénes tienen acceso a qué. Hay una aparente abundancia, pero es falsa, porque la brecha entre ricos y pobres es cada vez más grande y, como los precios suben por decisión de los oligarcas, cada poco la población tiene que cambiar de coche porque ya no puede pagar el anterior. Y por lo tanto la calidad de vida no para de bajar. Tienen la opción de prosperar, pero deben hacerlo exactamente como los poderosos quieren, o a escondidas. De otro modo, al final no podrán vivir dignamente. Y sin embargo, incluso la gente pobre cree que es rica, o que al menos están mejor que el vecino, porque hay destellos de glamour por todas partes. La gente vive de ilusiones.

En el capitalismo de libre comercio, impera el determinismo y las teorías anticuadas de la ciencia. En esta situación, el planeta es un almacén de recursos y quien tenga más habilidades se lleva el premio gordo. Hay millones de cinturones y coches diferentes, porque muchas personas se fabrican los suyos propios, y también hay millones de accidentes porque, afrontémoslo, ¡la mayoría no tiene ni idea de coches! Esta situación es como un videojuego. Si eres habilidoso, consigues el objetivo, llegas hasta el final y descubres cómo tener éxito. Si no… bueno. Existe mucha propaganda de los mejores modelos del mercado, porque la gente que tiene coches y cinturones útiles quiere popularizar su idea en concreto. Cualquier cosa está patentada, y los pobres hacen copias con aquello que pueden. Cada uno decide, o al menos eso parece. Y si tienes una buena idea, venderla te catapulta. Hay una libertad de pensamiento sin límite ninguno.

Pero en realidad, lo que pasa en esa situación es que la población media se convierte en el activo de los capitalistas. Las ventas lo son todo, el mundo cambia instantáneamente, y la presión acaba por aplastar a quienes no innovan lo suficiente. Realmente, el mercado es el que decide, y no hay límites. Cuánto más alto se sube, más dura es la caída. Además, cualquiera puede elegir arriesgarse y no poner un cinturón de seguridad en sus coches. La mayoría es quien dicta las normas, pero nada es realmente obligatorio. Cada uno vive según le parece, y hay una exaltación del individualismo. Los recursos cambian de manos exageradamente rápido, y el conocimiento auténtico está guardado en cajas fuertes, porque es lo que controla y maneja el poder. Aparentemente todos tienen las mismas oportunidades, pero esto no podría estar más lejos de la verdad. Todo el mundo prospera por sus propios medios… o no.

Y luego está el utópico liberalismo. Según esta perspectiva, por primera vez, el bienestar de los individuos es más importante que la producción. En una situación liberal, habría verdadera democracia, porque todos nos podríamos de acuerdo voluntariamente para elegir a un representante de la sociedad que llevara al conjunto a buen puerto, según una ética y moral común. Todos los coches tendrían los mejores cinturones de seguridad posibles actualmente. ¿Sabéis por qué? Porque los fabricantes tendrían en cuenta a los usuarios, y buscarían ayudarse los unos a los otros para generar prosperidad. Las nuevas ideas serían probadas, y una vez fueran lo mejor disponible, se las presentaría a la sociedad para decidir. Cada uno tendría todos los derechos y toda la responsabilidad, dentro de un marco de respeto mutuo. Los cinturones de último modelo estarían ahí, y también habría los más tradicionales. Pero todos tendrían algo en común: una calidad sobresaliente. En una sociedad libertaria y liberal, las personas no estarían obligadas a trabajar, no tendrían que depender del coche de empresa. Tampoco estarían preocupados por precios injustos, ni deberían esforzarse en exceso para ser abundantes y poder permitirse un mejor coche. No. En una sociedad verdaderamente libre y sana, los conductores solo necesitarían preocuparse por una cosa: ponerse el cinturón.

Aprendizaje: Decide lo que quieres ver en el mundo, y empieza a aplicarlo a tu propia vida.

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DÍA DE MUERTOS

Por Any Pascual.

“Amor verdadero nos une por siempre, en el latido de mi corazón”. Miguel, en la película “Coco”.

Siempre estamos acompañados. Nuestros ancestros, nuestra familia, nos guían continuamente.

Tanto las experiencias de los que reconocemos, la familia cercana (abuelos, bisabuelos…), como las historias de los antepasados, de nuestro linaje, nuestro pueblo y nuestro planeta, existen por un motivo.

El día de hoy es una maravillosa oportunidad para preguntarle a nuestra familia qué nos pueden enseñar, y para escucharles con el corazón. Incluso la generación de nuestros padres, de las últimas décadas del siglo XX, nos puede aportar valiosas lecciones.

Hay un vínculo que nos conecta con todos nuestros antepasados. ¡Hay un motivo por el que el árbol genealógico se llama así! Estamos presentes en todos los que nos precedieron. Somos una parte de la historia del mundo, de su legado. Somos una rama, que se conecta a otra rama mayor, y a otra y otra.

Tenemos tanta sabiduría en nuestro corazón… 

Todavía me asombra, en días como este, que la verdad siempre sale a flote. ¡Todos somos uno! Al final, descendemos de la Vida misma, de la Madre Tierra en su conjunto.

Y en nosotros está todo el conocimiento que necesitamos, porque contamos más que con nuestras propias ideas. Contamos con cosas como nuestro código genético, que al fin y al cabo es la forma en la que la ciencia actual explica lo que se ha sabido desde siempre… que las experiencias de nuestros padres, y de los padres de nuestros padres, y así hasta el infinito, forman parte de nosotros y nos dan forma.

Nada es casualidad. Nosotros, antes de encarnar, escogemos a nuestra familia. 

Y eso es, ¿sabéis? Eso es así por algo. La tradición nos da una base sólida, un punto de encuentro y de partida. Un punto a partir del cual evolucionar. Nos marca referencias continuamente, para que siempre recordemos quiénes somos en realidad. Para que siempre sepamos de dónde venimos y, quizá, a dónde iremos al final.

Nuestros ancestros han vivido sus vidas, hecho sus sacrificios desarrollando su potencial. Y ahora, en este preciso momento, están aquí con nosotros, mirándonos y compartiendo nuestras historias con un objetivo común.

Quizá las ramas más altas del árbol no puedan ver, entre tanto fruto, las raíces que les dan fuerza, forma, sentido y propósito. ¡Para eso está el otoño! Cuando las hojas de nuestro presente se transforman con alquimia, cuando lo que creímos ser se cae y nos permitimos quedarnos a la intemperie ante la vida, son las raíces las que nos sostienen y nos mantienen erguidos. Es entonces cuando, despojados de todo disfraz, nos atrevemos a mirar hacia ellos. Hacia nuestros recuerdos.

Quizá haya ramas caídas, pero todas son parte del mismo árbol. Del mismo principio primordial. De la misma familia universal.

Algunos árboles tienen sus raíces a la vista, y las reverencian y reconocen, felices de ser su familia. Esos árboles se alimentan constantemente de los nutrientes de su pasado, de forma consciente y conectada.

Otros árboles se comportan de manera más sutil, aunque no menos activa. Sus raíces son densas, pero paulatinas, robustas y resistentes, cercanas. Concentradas, porque asimilan su tierra más profundamente antes de avanzar. Así, se aseguran de que el bagaje del entorno les ayudará a prosperar en diversas circunstancias. Lo que aprenden de verdad les es útil, aunque a veces no se den cuenta de ello.

Y otros árboles, los más difíciles de arrastrar, tienen raíces por todas partes, y sus ramas son un híbrido de muchas posibilidades. Estos árboles sustentan a la comunidad, porque están en todos lados y son capaces de asimilar diferentes tipos de estímulos, integrándolo todo en su esencia.

Hay un cuarto árbol, aunque estos son escasos y a veces no se les ve porque no suelen llamar tanto la atención como los de tronco ancho o ramas y raíces amplias. Estos árboles son pequeños, pero dan los frutos más deliciosos en su época. Sus raíces son difíciles de encontrar, porque pocos tienen la paciencia necesaria y casi nadie sabe dónde buscar. Probablemente parezcan un palo, sinceramente. Pero las apariencias engañan, porque estos árboles, si bien no alcanzarán la magnitud de las sequoias o el esplendor de los pinos, miran directamente al cielo. Estos árboles utilizan sus recursos para enraizarse en lo más profundo, en vez de expandirse y prosperar en el materialismo. Incluso puede parecer que no son árboles de pleno derecho, porque no tienen tanto interés en crear a otros como ellos. En vez de eso, su Vida llega hasta el fondo del todo, y su núcleo está conectado intrínsecamente con la Madre Tierra.

Todos son hermosos, todos son necesarios y todos forman parte de este maravilloso bosque que es al mismo tiempo el presente y el pasado, el linaje de toda la humanidad conviviendo en armonía.

Detengámonos  un momento y pensemos… ¡Cuánto del espíritu de nuestros ancestros tenemos dentro de nosotros para que hoy estemos aquí, vivos! Estamos compartiendo unos momentos con la eternidad, estamos danzando, cantando y conversando con la vida y la muerte.

Conocemos este mundo a través de nuestros ancestros. Y en días como hoy, nuestros ancestros conocen el mundo a través de nosotros.

Por eso, ofrecerles nuestra energía es tan importante como recibir la suya.

En una ofrenda como la de este año, sus historias comparten sitio y se entremezclan con las nuestras.

Un Día de Muertos como este es para compartir, para conectar, para sentir el vínculo.

Nosotros les aportamos gratitud, amor, y las cosas que nos importan, porque ellos nos comparten su confianza, su cariño y su compañía. Les ponemos comida de la que nosotros mismos comemos, para crear el sentimiento de comunión. Les acompañamos y les damos la bienvenida, en estos días, como ellos nos dieron la bienvenida hace tanto tiempo y nos acompañan a cada momento en nuestro caminar, recordándonos mientras les recordamos y dándonos sus recuerdos para crear los nuestros.

Gracias, gracias, gracias. Os amo, os amo, os amo.

La familia no solamente es de sangre, de todas formas. Hay almas a las que estamos conectados que nos susurran “Estamos contigo” aunque no compartamos cromosomas. Las almas gemelas existen, los guías espirituales (alebrijes, espíritus, animales “familiares”, elementales…) existen, los amigos del alma existen.

Los Maestros existen de verdad.

Hay mucha gente que ha tenido una influencia esencial en nuestra vida, en esta encarnación y/o en otras. Y con eso de “influencia esencial” me refiero a que son personas que nos llegan mucho más allá de todas las barreras humanas, que desafían las cosas que creíamos posibles, que están continuamente abrazando nuestra alma más profunda. Personas que nos ayudan a descubrir nuestro Ser. Personas que nos influyen mucho en el transcurso de nuestras experiencias, que cambian nuestro karma, que iluminan nuestro dharma. Esas personas. Esas, que nos allanan y allanaron el camino. Esas que influyen en nuestros múltiples destinos, mostrándonos nuestro propósito y nuestro talento incluso en tiempos de desafíos. Esas, que están en nuestra Esencia. En el latido de nuestros corazones.

El Día de Muertos es un día de recuerdos, de familia, de momentos inolvidables que perduran más allá del tiempo y el espacio.

Y sobre todo, el Día de Muertos es el día de mis antepasados, del alma ancestral, de los vínculos.

Es el día de Peregrina, Cándido, Silvio, José Manuel, Carmina, y de todos los demás. De los del puente de flores, y los del Más Allá. De los que ya no están, y de los que seguimos.

Y también es el día en el que quiero decir que sí, que estoy un poco loca, y que estoy feliz de ser su familia. Porque aunque su visita sea una vez al año, nuestro amor no conoce fronteras. Lo que nos une es… Sempiterno.

¡Feliz Día de Muertos!

Aprendizaje: Somos familia, y sus almas nos guían. Amor verdadero nos une por siempre, tanto en vida como después de la muerte.

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#DíadeMuertos

LEER

por Any Pascual

 “Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”. Mario Vargas Llosa.

Leer es más que pasar las hojas de un árbol, más que deslizar la vista por las páginas, más que descifrar los signos impresos en negro sobre blanco.

Leer es más que escribir un resumen para el colegio, más que recitar pasajes líricos de memoria para que el mundo se dé cuenta de cuán cultos somos.

Leer cambia la vida. Si no fuera así, ¿para qué habría tantas novelas en el mercado? ¿Por qué, entonces, existirían cientos, miles de escritores noveles cada año? ¿Por qué alguien leería?

Desde las cartas de amor de tu pareja del instituto, hasta un currículum de un empleado, pasando por la poesía (y la prosa poética), los libros de vocabulario para aprender idiomas, la autoayuda y las novelas de ciencia ficción o las históricas, cada frase que leemos nos influye, aunque no lo parezca.

En los tiempos actuales, con los nuevos medios de comunicación, la forma en la que leemos cambia. Y aun así, se sigue leyendo mucho. Seguro que si juntáramos los 140 caracteres de cada tweet que leemos a lo largo del año, nos daríamos cuenta de que para muchos de nosotros suman más que “La regenta”.

Pero hay algo que nunca va a cambiar, como no cambia la pintura o la danza. La lectura va a seguir ahí, por muchos audiolibros que se creen, por muchos vídeos de Youtube que se graben alrededor.

Y eso es porque leer no es algo mecánico, no es un procedimiento lógico. Leer es una experiencia. Leer es creativo. Leer es un modo de crear magia, de conectar con el Universo a través del enlace que se genera entre quien escribe y quien lo recibe.

Gracias a la lectura, incluso a la de libros de no ficción, nuestra mente se abre a nuevas perspectivas, a otras posibilidades, a opiniones distintas, a conexiones. A cambios, internos.

Cuando nos sentimos encerrados, leer nos hace ver el mundo desde una mentalidad diferente.

Por ejemplo, especialmente en esta situación global, el libro “Tú puedes sanar tu vida”, si le damos una oportunidad y estamos abiertos a sus mensajes, puede mejorarlo todo. Quizá no cambie lo que sale en las noticias…, lo que cambia es cómo nos afecta eso, y la forma en la que nos comportamos.

Para explicar el efecto que causa el libro preciso, la frase exacta, se necesitarían más palabras de las que cabrían en todas las páginas del mundo. 

Para empezar, la magia de un libro tiene su aliado en la imaginación. ¿Qué te viene a la mente cuando lees “te amo, amor”? Tiene nueve letras y una coma, pero en el momento correcto puede incluso salvar una vida.

Un libro puede necesitar más ayuda para enraizarse en tu ser, para ayudarte. Por eso, la clave es:

repite, repite, repite. No para memorizarlo, sino para recordar (“volver a pasarlo por el corazón”).

Cuando comprendes de verdad el alcance de lo que un libro puede hacer por ti, lo que tú puedes crear en ti mismo gracias a un libro, lo que puedes descubrir leyendo, de ti y/o del mundo, siempre encuentras tiempo para leer, por muy apretada que esté tu agenda. Y te das cuenta de que, incluso esa única página que lees antes de acostarte o por la mañana, te resulta casi indispensable.

Lo sé porque me ocurre.

Tal vez un libro no te cambie significativamente si lo lees una vez y luego lo abandonas, a él y a todos los demás parecidos. ¿Has pensado qué te ocurriría si leyeras un libro de ese género a la semana, o dos, o ese mismo libro más de veinte veces? Sería un cambio exponencial, mayor del que puedas pensar. 

Una vez más, lo sé, porque me ocurre. 

Lo integras, descubres, cambias, hay magia.

Si te abres a cambiar y das con las lecturas adecuadas para ti en cada momento de tu vida, si atiendes a tu intuición y te guías por ella, si te permites experimentar todo lo que un libro tiene para ofrecer, y plantas más y más semillas en el campo fértil de tu mente, si creas amor y paz a través de tu imaginación, si riegas las plantitas con paciencia y regularidad, si las abres a la luz y les proporcionas sombra de vez en cuando, si las diriges gracias a tutores, a maestros verdaderos para que crezcan rectas y fuertes, y si permites que se arraiguen al suelo con raíces poderosas para que puedan recibir el alimento de tu atención e interés…, al final dará fruto y podrás disfrutar de la magnífica, jugosa y brillante vida que está a tu alcance.

Eso, muchas veces, también ocurre con las novelas, si estamos receptivos y leemos entre líneas.

Un ejemplo muy conocido es “El Alquimista” de Paulo Coelho. Pero también puede pasarnos con un cómic de Marvel…

Y ¿quién sabe?, es posible que esa semilla evolucione hasta ser un poderoso árbol robusto y maravilloso, un árbol del que quizá en algún momento podamos extraer madera suficiente para crear nuestro propio libro.

Any Pascual.

Aprendizaje: Crear el hábito de la lectura cambiará tu mundo.

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