COMPARTIR LAS EMOCIONES EN FAMILIA.

“Los sentimientos de valor sólo pueden florecer en un ambiente donde se aprecien las diferencias individuales, se toleren los errores, donde la comunicación sea abierta y las reglas sean flexibles, el tipo de ambiente que se encuentra en una familia cariñosa”. Virginia Satir.

En la familia, estar disponibles los unos para los otros es maravilloso. Nosotras siempre compartimos en familia tiempo, espacio, conocimientos y espíritu desde el estar aquí y ahora, acompañándonos y cuidándonos mutuamente.

Para nosotras es muy importante compartir el presente consciente entre todos los miembros de la familia. Al estar presentes, los conflictos, problemas y soluciones que surgen en el camino de la vida se ponen en común y se resuelven pronto y siempre desde el amor, aunque hayamos sido muy vehementes en la defensa de nuestras ideas particulares previamente. Por eso, nos decimos continuamente que nos amamos, aunque acabemos de discutir por ver las cosas desde distintos puntos de vista. Decir que nos amamos supone reconocer al otro con sus diferencias, y tenerlo al mismo tiempo en nuestro corazón. Nada es verdad ni mentira, solo tenemos en ese momento concreto distintos puntos de vista. Discutimos porque nos queremos mucho y sabemos de la necesidad del otro de ser escuchado. Además, así aprendemos  y crecemos al compartir nuestras ideas. 

Sin juicios, ni prejucios, expresamos pensamientos y emociones familiarmente. 

Si surge alguna emoción, como energía que percibimos en nuestro cuerpo y que hay que compartir y soltar en el momento en el que nos relacionamos, desde el respeto, la liberamos mientras estamos juntos y no nos guardamos nada. Todas, no solo las “buenas” como la alegría. Todas. Sacamos y compartimos emociones para equilibrar, cada uno desde su carácter y su situación presente, como somos y como vemos la vida en ese momento. Los demás escuchamos las señales que nos envía, con empatía y evitamos llegar a los extremos solucionándolo lo antes posible y demostrándonos el amor que nos une y subyace a una diferencia puntual de opiniones triviales.

 Tampoco nos guardamos nuestros “no” dentro. Sabemos que muchas veces un “sí” para uno mismo implica un “no” para los demás, así que desde ahí surge la aceptación para el equilibrio familiar, teniendo en cuenta que lo realmente importante esté cubierto.

Compartimos una convivencia amorosa priorizando la atención mutua, en vez esperar a que surjan las crisis desde la atención negativa de quien sufre y se revela o queja teniendo conductas disruptivas.

Lo que tenemos claro es que el ejemplo de la familia, o de las personas con las que elegimos pasar más tiempo,  marcará nuestras conductas para siempre, aunque sea por imitación subconsciente. 

Nosotras elegimos compartir tiempo y actividades en familia, como un equipo feliz; cultivamos la empatía, compasión y libertad; cuidamos la salud física, emocional y mental; ofrecemos nuestra ayuda; y buscamos el equilibrio desde el orden, la responsabilidad, el amor, etc. 

Y el perdón lo dejamos para los actos fortuitos inconscientes, porque un perdón nunca justifica una acción deliberada. 

Por eso la presencia es un maravilloso regalo para nosotras. Agradecemos a diario disfrutar de un estilo de vida saludable juntos, en familia.

 Aprendizaje: Seamos conscientes no solo de la importancia de pasar tiempo de calidad con las personas que elegimos para compartir la vida, sino de ayudarnos en los momentos complicados.

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