Este fin de semana hemos descubierto un auténtico pulmón verde en este Paraíso Natural:“La Cebera”. Con una extensión de más de trescientos mil metros cuadrados, el parque cuenta con unas 2000 especies vegetales entre árboles y arbustos, algunos muy raros por estos lares, como pinos de Chile, robles americanos, cedros del Líbano o secuoyas gigantes. Otras especies más habituales, como los castaños, avellanos, laureles, saúcos, fresnos, acebos… y los arbustos (madreselvas, hidras o sanjuanes), hacen de este lugar un sitio para ser y estar. También hay un lago artificial con mirador, un islote central y una cascada. Todo es maravillosamente hermoso aquí, pero para nosotras indudablemente el «Señor» de este bosque es un ejemplar de cedro del Líbano, que alcanza una altura de 30 metros y cuyo perímetro es de más de 6. Ha sido un abrazo de osa a árbol precioso.
El otoño es una época ideal para visitar “La Cebera”, disfrutar de sus colores, olores, sonidos, y para darse un Baño de Bosque (si estás muy atenta la inmersión es tan profunda que puedes intuir la “magia” que vive en la Naturaleza). Además hemos practicado “breathing” (oxigenando nuestro cuerpo desde la atención plena) y “earthing” (beneficiándonos de la Tierra y conectándonos con ella). Al fin y al cabo somos seres humanos viviendo en el entorno gaseoso del Cosmos que respiramos, pero con los pies enraizados a Tierra. Durante millones de años el ser humano caminó descalzo beneficiándose de la superficie de la Pachamama y en general la Naturaleza, que es una gran red eléctrica, con una ligera carga negativa (por eso cuando nuestra piel entra en contacto con la superficie terrestre caminando descalzos por el campo o los arenales de las playas o abrazamos árboles, absorbemos electrones, que nos ayudan, por ejemplo, a neutralizar radicales libres).
Nos gusta darnos Baños de Bosque porque la Naturaleza magnifica y expande los efectos beneficiosos de una vida saludable.
Además la amígdala de Any, debido a su alta sensibilidad, está en un estado constante de tensión al interactuar en un medio urbano. Sin embargo, la Naturaleza es su hogar. Paz, limpieza pulmonar y eliminación de sustancias nocivas. Los árboles y plantas liberan unas sustancias volátiles, denominadas fitoncidas, que absorbemos a través del sistema olfativo. Cuando llegan al cerebro producen una reducción inmediata de hormonas del estrés, elevando también la concentración en sangre de células NK (del inglés natural killer), un tipo de glóbulo blanco que previene infecciones. Después de un paseo de dos horas en el bosque, estas células protectoras se elevan más de un 35%, e incluso un mes después se sigue apreciando una elevación del 15%. Además los sonidos naturales de pájaros o riachuelos producen cambios cerebrales indicativos de un estado de relajación que junto a la respiración consciente nos hace purificarnos y ver lo que a veces es obvio pero parece invisible para una mente nublada.
En resumen, evolucionamos en un entorno salvaje, y nuestros genes se benefician de reconectar con su hábitat natural.
Gracias Bosque.
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