UNA DE CUENTOS (XIII)

«Un día Tsin Shih le preguntó a su maestro cual era el secreto de su imperturbable serenidad, a lo que este respondió:

– Cooperar incondicionalmente con lo inevitable.

– Explíquese maestro – dijo todavía confuso su joven alumno.

– La vida nos enfrenta todo el tiempo a situaciones impredecibles, que a veces ni los más experimentados pronosticadores pueden anticipar.
En general estas son situaciones que no queremos, y ahí es donde se origina el sufrimiento y donde se perturba el alma. Es en el momento que no aceptamos lo que nos pasa cuando comenzamos a sufrir el desgaste emocional y el sufrimiento que esto conlleva. La pérdida de personas queridas, una pérdida económica o una ruptura sentimental son claros ejemplos del origen del sufrimiento.
En todas las situaciones, nuestra mente se resiste a aceptarlo, ¿qué paso? Nuestro ego perdió el control.
Aceptar los hechos que “creemos” que no podemos controlar es parte de elevar nuestra energía y aprender que la aceptación, no debe ser resignación. Aceptar es interpretar que es parte de la vida tener momentos duros que nos llevan a aprender algo.
Cuando más rápido nos adaptamos a una circunstancia menos sufrimos, no hablamos de ser indiferentes, o que nos resignemos como ovejas.
Aceptar significa no resistirnos desde nuestro interior. Entender que cada situación tiene una explicación, que todas las cosas pasan por un «por qué» y dentro del mediano o largo plazo son siempre a nuestro favor. Es parte de comprender que la vida no te coloca situaciones para castigarte, sino para aprender algo, entender, crecer y luego seguir avanzando. Pero esto requiere que primero aceptes lo que te sucede. Esto es una actitud de madurez, de crecimiento espiritual y humano».

En general las cosas que nos ocurren no pasan cuando nosotros queremos sino cuando es el momento indicado.

No suframos, aceptemos, cooperemos con lo inevitable y la sabiduría llegará a nosotros para que podamos entender, aprender y adaptarnos a lo nuevo.

Todo tiene una razón de ser, solo con paciencia y mirando hacia atrás vamos a poder comprenderlo todo.

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#anyespiritual

NO RESPALDEMOS LA PARÁLISIS

“Salta…. ya aparecerá el suelo” Mario Mendoza.

Darle vueltas a nuestra vida actual no soluciona los problemas.

Pensar mil veces que hacer, como organizarnos dentro o fuera de casa o como cambiar una rutina, no va a ayudarnos a vivir como queremos. Analizar infinitamente, hundirse y caer en la autocompasión nos frena hacia los buenos resultados.

ACTUEMOS. Ahora que tenemos tiempo, no busquemos otras excusas. Estar muy ocupado no indica nada más que desorganización vital. El día tiene 24 horas para todos.

Esta parálisis por desorden se refleja en situaciones tan simples como qué comer mañana, en otras trascendentales como decidir cuándo hacerle terapia en el hogar a nuestro hijo, pasando por el descontrol de la economía familia.

Como todo en la vida, los excesos siempre son malos y la parálisis también. Cuando necesitamos que todo sea perfecto y esté listo antes de comenzar a actuar, es más que probable que ese exceso de análisis y control nos bloquee. Y a veces aunque ya hemos dado un primer paso, abandonamos la lucha por no estar centrados en los objetivos correctos. Nos quedamos estancados quejándonos, sopesando e imaginando las distintas opciones y situaciones, sin poner el foco en lo realmente importante o sin tomar una decisión consciente, y permitiendo que nuestro objetivo vital se posponga esperando el momento ideal.

Este círculo vicioso supone la famosa parálisis por análisis.
Imaginar mejores opciones posibles sin llegar a vivir con nuestra realidad actual y sin materializar ningún plan de acción, nos sirve de colchón para no disfrutar de nuestra vida presente.

Esta continua queja nos mantiene inmóviles, pesimistas e ineficaces. Nada cambia, nuestros proyectos siguen sin progresar y permanecemos en el mundo de las ideas y de los deseos, en lugar de movernos y actuar.

Pararse a analizar algo durante demasiado tiempo nos priva no sólo de una gran cantidad de tiempo, esfuerzo y energía, sino de la posibilidad de aprender basándonos en nuestra propia experiencia. Solo a través del ensayo y el error conoceremos que acciones, de las que hayamos decidido emprender, nos acercan o nos alejan de nuestros objetivos. Por tanto, actuar debe de ser una prioridad frente al análisis.

No accionar además de hacernos perder el aprendizaje que nos aporta la experiencia, hace que perdamos el foco, desviándonos de nuestro objetivo, e incrementando nuestras dudas y miedos, lo que se traduce en una pérdida de tiempo y resultados.

Además la falta de acción o de toma de decisiones puede provocarnos sentimientos de frustración tanto por la sensación de que “nunca podemos”, como por la comparación con otras personas que sí están donde a nosotras nos gustaría.

Si intentamos controlar cada aspecto de nuestra vida en busca de la seguridad absoluta, el resultado será justo el contrario: aparecerán nuevas dudas, inseguridades, y por qué no, nuevas excusas, que nos permitan seguir en la zona de confort, desperdiciando así valiosas oportunidades en nuestra vida.

Si de verdad, nos hemos decidido y queremos empezar a ponernos en movimiento, dejemos de justificar nuestra inacción esperando a que el momento, las circunstancias, nuestro estado de ánimo… sean ideales para empezar a hacerlo.

En vez de atascarnos analizando un problema en busca de la mejor solución, utilicemos nuestro tiempo y energía en desarrollar un plan concreto, que nos permita realizar pequeñas acciones para que nuestra decisión, al final, tenga éxito.

Recordemos que pararnos todo el tiempo en analizar, poner excusas y quejas no sólo nos impide la experiencia de vivir, sino sobre todo el aprendizaje que proporciona el ensayo y error.

Alejémonos de las excusas asumiendo que ni las soluciones perfectas ni la seguridad absoluta existen.

Hagamos hoy lo que podamos y queramos, y no procastinemos más.

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DESINFECTARSE DEL EGO

NO nos libremos del ego, necesario para la supervivencia, pero seamos conscientes de su presencia.

Cuanto más inconscientes somos, más oscuridad hay en nuestra vida. Y cuanta más oscuridad, más sufrimiento y menos capacidad de comprender y aceptar los acontecimientos que no se adecúan a nuestros deseos y expectativas.

Los únicos que podemos encender o apagar este interruptor de presencia del ego somos nosotros mismos.

No aprovechemos nuestros momentos de ego, que todos tenemos, para echar basura sobre los demás. Es una simple cuestión de adquirir la empatía social necesaria, así como de tener energía y ganas para convertir la teoría de la empatía en práctica y aprender.

Practiquemos ponerse en el lugar de los demás, la escucha activa y la asertividad para alejar nuestros egos; prudencia, respeto y madurez; primemos la capacidad de servicio y ofrezcamos nuestra ayuda; gestionemos educadamente el lenguaje en la RRSS: no olvidemos que el exceso de “buenismo” y de “humor” se hace desde el ego; mantengamos conversaciones no violentas, defendiendo nuestros derechos, sin cortar los derechos de los demás, y fomentemos la retroalimentación.

En definitiva, seamos responsables de cómo nos comunicamos en medios físicos y en entornos digitales y conectemos con nuestros vecinos, las personas que nos ofrecen sus servicios profesionales, etc. como con la familia y amigos, desde el amor y la comprensión, y no lancemos comentarios hechos desde la prepotencia, el sarcasmo y el autoritarismo del ego.

Nadie somos perfectos, así que compasión para quienes desde el ego demuestran a los demás lo lejos que están de su libertad.

El ego aparece en muchas formas en nuestras vidas para hacernos de espejo, maestro y ejemplo de por qué debemos seguir siendo conscientes, libres y vivir desde el amor.

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DEJAR DE PREOCUPARNOS PARA EMPEZAR A OCUPARNOS

“Hay tres formas de afrontar un problema: Culpar de todo a todos, para evitarlo; Lamentarse y torturarse, para justificar nuestra incapacidad; Y ocuparse; Tenga quien tenga la culpa, y salga bien o salga mal. Yo, particularmente, prefiero la última”. Rafael Hernampérez.

Nuestra actitud cambia cuando dejamos de preocuparnos y nos ocupamos en crear la vida que queremos.


Cuando estamos en el camino, ocupados, no existe tiempo para la preocupación. Porque la preocupación es estática, consiste en estar en un “sin vivir”. Y por el contrario, hacer el camino es pura VIDA.


Cuando encontramos el camino nos invade una energía positiva en la que nos sentimos activos, confiados y energéticos. Porque estamos creando, nos sentimos vivos y hacemos lo necesario para que las cosas que suman pasen.


Al ocuparnos tenemos mayor capacidad para solucionar lo que necesitamos, llegando incluso a reconfortarnos.


Hay cosas que realmente no están en nuestras manos, así que ocupémonos de aquellas que sí y que generan un bien común y nos hacen sentirnos más satisfechos.
Seamos conscientes de que no necesitamos preocuparnos en vano, sino ayudar.


Cuando estamos seguros de nosotros mismos, es cuando vemos que la preocupación es algo inútil.


Para evitar la preocupación solo nos ocuparemos de ser conscientes y tener una actitud positiva, en vez de perder el tiempo presente pensando solo en lo negativo o en atraer con pensamientos negativos otra realidad no vivida.


No les demos a estas cosas que restan, en este instante, valor e importancia, son solo pensamientos rumiantes.


La preocupación nos hace sentirnos inquietos, con cierto desasosiego, nos genera un estado de negatividad, estrés y miedo, dificultándonos la acción hacia mejores resultados.


Si no dejamos de preocuparnos nos costará muchísimo cambiar la situación, no viviremos en el presente y perderemos posiblemente un futuro más próspero. El propio miedo hará que nos bloqueemos, nos paralicemos y buscaremos excusas, porque al fin y al cabo la negatividad retarda y hace que tengamos que justificarnos en cada intento.


Sigamos el camino y no dejemos de estar ocupados, ya que el crecimiento es infinito, siempre hay cosas por aprender, cosas que hacer, cosas que experimentar… desde el bien común, la confianza y el amor.


Ocupémonos en crear salud, amor y en vivir.


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FORTALEZA FAMILIAR

“Nada es tan difícil que no pueda conseguir la fortaleza”. Julio César.

Todos los padres del Mundo queremos lo mejor para nuestros hijos, y todo lo que hacemos por ellos es lo mejor que podíamos hacer en ese momento.

No existen malas decisiones, si ya han sido tomadas. Esa era la mejor decisión, porque si no NO la hubiéramos tomado para nuestros propios hijos.

Respetémonos y seamos libres para tomar decisiones sobre temas familiares presentes, pasados y futuros.

Aunque algunas decisiones con los años nos puedan llegar a parecer erróneas, en aquel momento parecían las mejores.

La libertad es el mayor bien que les podemos enseñar a nuestros hijos, como seres únicos y particulares, y nosotros también podemos disfrutarla como padres a la hora de tomar decisiones.

Lo que no tiene sentido es juzgar a los demás o culparse a uno mismo por decisiones anteriores o venideras y cerrar la puerta a nuevas experiencias.

Respetar la libertad de nuestra familia y la de las demás, sin juicios, y valorar nuestra valentía, capacidad de sacrificio para aprender algo nuevo, y tomar la decisión de intentarlo, es para nosotras la clave del éxito en cualquier decisión conjunta. Seamos un equipo con fortaleza para afrontar las cosas.

No somos perfectos, y nosotras nos hemos equivocado y nos seguiremos equivocando porque estamos vivas.

Pero apreciamos el coraje de quienes buscan, como nosotras y consiguen un crecimiento, sin darle margen a la resignación.

Tenemos derecho a decidir libremente y estas decisiones pueden marcar el destino.

Bienvenido todo lo positivo a nuestras vidas y a todas las vidas de quienes lo elijan libremente.

Como decía Stephen Hawking, “ni el pasado ni el futuro existen” disfrutemos del aquí y el ahora.

Confiemos en nuestro instinto para abrazar el cambio y sintámonos totalmente libres de cargas pasadas y futuras.

En eso consiste la libertad.

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