“La incertidumbre es ese espacio en el que nada es seguro, y por tanto, TODO ES POSIBLE” Alicia Sánchez.
La incertidumbre pese a lo que mucha gente cree, no tiene porque ser necesariamente un estado de desasosiego, si aprendemos que todo en nuestra vida es incierto.
No sabemos lo que va a pasar en el próximo minuto, no con total certeza. Siempre cabe la posibilidad de que nos ocurra un acontecimiento diferente al que nuestras expectativas o nuestras anticipaciones preveían.
Podemos quedarnos cómodamente en nuestra zona de confort y que nos afecten lo demás, o elegir salir hacia donde nosotros queremos y aceptar los positivos y los negativos del viaje.
Tomemos incertidumbre como posibilidad de crecimiento y veamos de forma positiva la posibilidad del cambio inevitable.
Adoro mis rutinas, pero lo que realmente me hace crecer en la vida, y soy plenamente consciente de ello, son los periodos de incertidumbre, por eso me he ido acostumbrado a tolerar los cambios siempre y cuando sea en compañía de las personas que vibran en mi misma frecuencia. Nada negativo puede vencer a la frecuencia del AMOR.
Si vamos a hablar de “pelos”, me veo obligada a intervenir.
Mi cabello es una parte de mí, y también más que eso. Para mí, el cabello transmite cosas que mucha gente no es capaz de comprender. Si el mundo entero supiera la importancia real que tiene nuestro cabello, y cuánto refleja de lo que somos nosotros mismos (y de cómo nos comportamos, intrapersonal e interpersonalmente hablando), nuestra conciencia a este respecto cambiaría.
La forma en la que llevamos el cabello importa. No solo para dar una imagen en concreto al mundo exterior (que en nuestra cultura occidental tiene unas implicaciones muy distintas a las que se recogen en las tradiciones y el folklore de otras, como la de los indios americanos), sino como una herramienta para potenciar ciertas cualidades en nuestro interior.
Por ejemplo: la raya al medio de la cabeza se vinculaba con un pensamiento alineado; el cabello suelto se asociaba con la seguridad; el cabello recogido, en cambio, simbolizaba la convicción; el peinado en forma de trenza la unidad del pensamiento con el corazón…
Yo, personalmente, considero que la trenza expresa un entrelazamiento de tres fuerzas diferentes para formar una unidad. Significa, para mí, la unión, relación, convivencia y proporción de energías, como pueden ser el instinto, el sentimiento y el pensamiento, los tres Gunas (Tamas, Rajas y Sattva), el inconsciente, el consciente y la conciencia, o las tres diosas griegas que para mí más significan: Atenea, la sabia, estratega y artesana; Afrodita, la diosa del amor en todas sus formas, de la belleza, del estilo y la elegancia, de la capacidad para fascinar y el poder que tienen las manifestaciones artísticas y las palabras, y, también, de la alquimia; y Hécate (que en realidad es una titánide, pero se le da el mismo tratamiento que a una diosa), la que rige la magia, las encrucijadas (mentales, físicas, emocionales, energéticas, álmicas y espirituales) y todo lo relacionado con ellas y los cambios que traen asociadas, el mundo de los espíritus en general, la capacidad de ver más allá de los espejismos y los artificios (no necesariamente creados con esa intención ya que el ego es mecanismo que nos ayuda a sobrevivir, es un espejismo y un artificio, y mayormente no somos conscientes de ello), la fase nueva de la luna y muchas más cosas. Esas tres diosas, para mí, están vinculadas en una trenza, una vez te haces consciente de su existencia. Desde luego, lo están en la mía. En la religión cristiana serían el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Aunque como ser, yo soy Amor.Eso, con respecto a mi trenza principal.
Tengo también dos trenzas finas, que empezaron a crecer mucho antes de que sintiese que el cabello largo en toda la cabeza era algo importante (y, por ende, liberase mi fuerza como mujer y le permitiese alcanzar el largo, la forma, el peinado, la abundancia y el espesor que deseaba con toda mi alma), las cuales nombré como Nicole y Colette en un momento del cual me acuerdo perfectamente (a pesar de que han pasado ya más de siete años, tal vez ocho), y un flequillo.Nicole es bastante parecida a aquel mechón que a los hombres con el cabello largo en las culturas con esa tradición ancestral se les dejaba crecer en la sien derecha si eran capaces de capturar a un enemigo en la adolescencia. Colette se encuentra en el centro exacto de mi Sahasrara personal, mi chakra corona. Esto tiene un significado que hasta hace tres años más o menos no llegó a mi mente consciente: como yo desde siempre he tenido más energía en Sahasrara que en mis tres primeros chakras (aunque ahora tenga más energía en Anja, el chakra del entrecejo o tercer ojo), y mis chakras cuarto y quinto necesitaban esa energía para funcionar bien, Colette era necesaria como una vía para bajar esa energía a esos planos más densos, por medio de una trenza debido a su significado de unidad. Y sigue haciendo esa función, tras tantos años.
Para mí llevar un flequillo equivale a bajar la energía de Sahasrara a Anja, concretándola lo suficiente como para poder ver e imaginar el pensamiento, y a tener siempre contigo un atrapa-sueños al contrario, que impide que entren en tu sexto chakra (al menos, directamente) energías negativas, puesto que se quedan bloqueadas en el flequillo, al igual que ocurre con las energías negativas de poca intensidad en el resto del cabello, y si te lo lavas bien, por completo, conscientemente, con amor y cuidándolo, se van por el desagüe o se transforman en amor.
Cortar el pelo, en la cultura nativa americana se asociaba a frenar la corriente de la vida, dificultar la recepción y asimilación de la información que llegaba a través de él. A impedir la fusión con la Madre Naturaleza y a perder las habilidades que ella les brindaba. Un indio americano con el cabello cortado veía tremendamente deteriorada su conexión con el mundo sutil, perdía su fundamento, su brújula vital y su honra. Por ello, cuando una tribu perdía una batalla, inevitablemente sus miembros eran sometidos a un corte de cabello. Y lo mismo ocurría cuando un nativo americano era capturado por otra tribu. Así, los captores se aseguraban la superioridad, y eran recompensados con adornos para su cabellera. Llevar el cabello cortado en la batalla era una muestra que indicaba claramente que te habían desvinculado de la fuente de tu fuerza, que habías sido separado de la Madre Naturaleza y de sus dones. Con el cabello cortado, un indio americano era rechazado por su tribu al no contar ya con un lazo con los espíritus que eran venerados. Un nativo con el cabello corto se sentía (lógicamente, debido a sus creencias) perdido, solo, sin recuerdos ni alma ni corazón, pues esas eran virtudes y posibilidades dadas por la Madre Tierra y presentes en ella, de modo que cuando se rompía la conexión la sensación era la de tener un cofre lleno de riquezas del cual no posees ya la llave que lo abre a ti.
En este punto es momento de detenernos, cerrar los ojos, respirar profunda y conscientemente y pensar en lo que significa ahora mismo, sinceramente, nuestro cabello para nosotros. Hagamos de estas enseñanzas algo propio, y valoremos, respetemos y cuidemos, no solo nuestro cabello, sino también todo nuestro cuerpo. Es una bendición, y hay que tratarlo como tal.
Cómo cuidemos nuestro cuerpo es cómo nos cuidamos a nosotros mismos, cómo definamos nuestro cabello es cómo nos definimos a nosotros mismos. Cómo sea nuestro cabello es cómo somos. El cabello es magia y, por lo tanto, todos los seres humanos somos, en realidad, mágicos.
“En sueños te susurraré” de Antonio T. Cortés está, ahora mismo, entre mis novelas favoritas. Su subtítulo es “Un viaje de regreso al hogar”.
Eso es lo que ha sido para mí durante esta lectura: un medio a través del cual he regresado a mi hogar verdadero, mi SER interior, mi alma pura, sabia y completamente amorosa.
Todas las novelas, todas las historias, deberían producirnos este efecto, que emana desde los emisarios inspiradores (como se comenta en lo narrado en este cúmulo de grandes e inmutables verdades con forma de historia de aparente ficción… pero más real que nuestra existencia terrestre momentánea).
Este libro tiene temas que van más allá del mero argumento, pero voy a limitarme a exponer parte de este, para que los que no lo hayáis leído aún, espero, tengáis un marco que os sirva de referencia.
«En sueños te susurraré» cuenta la historia de cómo un alma, al morir el cuerpo en el que había encarnado (en este caso con el nombre de Anselmo Paredes, que trabajaba en la Tierra como minero, en una población llamada Aldea Moret), desencarna y se encuentra en un lugar desconocido hasta entonces para él, que está aún completamente aferrado a su identidad terrestre ya abandonada (no concibiendo al principio haberse desligado de ella, “muriendo”).
Este sitio se llama el Hogar del Espíritu (también conocido como el Cielo), y es donde las almas desencarnadas tras cesar su proceso de aprendizaje en el plano más denso de la Tierra se ubican, se encuentran entre sí y realizan sus auténticas vocaciones en los llamados Pabellones.
Al estar tan vinculado con su anterior existencia en ese plano más denso, es enviado a comunicarse con los miembros del CSD o “Comité de Selección de Descensos”, ya que, como se identifica todavía con el fallecido cuerpo, esta alma no necesita ni le conviene acceder al deseo de su mente de volver a encarnar (y, obviamente, como el cuerpo con el que se manejaba se ha quedado definitivamente sin fuerzas, no puede retornar a él ni continuar viviendo como si retornase). El alma necesita pasar por un proceso de reposo, cuando la encarnación ha sido muy intensa, para acostumbrarse a la situación de no estar ya encarnada.
Esa es la situación de Anselmo. Así que los comisarios expresan su necesidad con palabras y le asignan una acompañante, Calisté, para que le dé consejos sabios y prudentes y haga una función mediadora entre el “regresado” y las demás almas, hasta que se acostumbre y eleve su conciencia lo suficiente como para desprenderse de su identidad terrícola, después de lo cual los comisarios decidirán si puede reencarnar en caso de que siga queriéndolo…
Calisté (discípula en el Pabellón de los Acompañantes) le va mostrando al alma de Anselmo, el Hogar del Espíritu (cuyo cielo es color malva) y sus distintos emplazamientos importantes: la pradera, de un color verde y de un movimiento oscilante, y los siete Pabellones…
Una frase de la página 31 me parece muy significativa: “Recuperad toda esperanza abandonada los que aquí entréis”.
Y así las almas siguen evolucionando espiritualmente…
Y lo mejor es que… si os ha vibrado mi reseña, os animéis a leerlo.
Con prólogo de Emilio Carrillo y muchas cosas bonitas, afronta el tema del tránsito al plano no físico de una forma Mágica.
Sentirse diferente, alguien que no “encaja” en un entorno concreto, es relativamente común en esta sociedad.
Yo por mi parte, lo he sentido.
Cuando sientes o crees sentir algo que los demás no sienten y cuando entiendes o crees entender cosas que los demás no entienden, incluso aunque tu entorno no te tache de rarito u otros apelativos, se producen situaciones difíciles al relacionarte.
Nos pasa, por ejemplo, a todo el colectivo PAS, personas altamente sensibles, que captamos con mayor intensidad estímulos como la luz o los sonidos.
Por ello, para no aislarnos de la sociedad completamente, aunque en nuestra mente ya estemos aislados, es importante trabajar la sensación de pertenencia.
Se puede empezar por la pertenencia a un grupo, pero eso es solo un paso en el camino y si nos mantenemos ahí nos estancaremos y siempre nos faltará algo, por muy grande que sea el grupo.
La verdadera pertenencia no es a un país, a una empresa, a un partido político o lo que queráis, la verdadera pertenencia es la pertenencia al Universo.
Sentir la verdadera pertenencia, como yo lo experimento, es sentirse como una ola en el mar que fluye, que no es el mar por completo, pero que lleva la esencia de lo que es el mar dentro de ella.
Si te sientes como una ola del mar, como una hoja del bosque, o como lo sintáis vosotros, al pertenecer a algo mayor, no tienes miedo, no sientes vacío y no te hace falta buscar nada fuera.
Cuando te sientes así eres uno con TODO.
Y entiendes que todos los demás, también son uno con TODO en lo más profundo de su ser.
Entonces ya no te sientes diferente, sino que sientes a todos los demás seres humanos como iguales, hermanos, otra ola del mismo mar u otra hoja del mismo bosque.
Tal vez no puedas mantenerte en este estado toda al vida, ni siquiera un día, tal vez no más de un minuto, pero tu vida ya no vuelve a ser la misma, porque sabes que, en algún lugar, muy dentro de ti, no necesitas nada más del mundo exterior, porque eres uno con lo más grande que hay.
Cinder y Ella es un libro que me ha llegado al corazón desde la primera frase. Acabo de terminar de leerlo por tercera vez y, pese a que por su apariencia parece una novela romántica para adolescentes (que es lo que te encuentras, al menos superficialmente, al leer el libro), en sus páginas he encontrado mucho más de lo que me pareció percibir hace seis meses, cuando lo leí por primera vez y posibilité que esta historia entrase a mi vida.
Kelly Oram, la autora, ha hecho un trabajo magistral con los valores importantes en la vida y en la adolescencia en la historia, con unos personajes poco comunes y muy bien desarrollados.
Esta novela, como todas las historias juveniles que se me quedan grabadas en la memoria y que recomiendo sincera y completamente, pese a ser “para adolescentes” puede (y yo creo que sería una muy buena idea que algunos más lo hiciesen, considero que podrían sacar mucho provecho de ello) ser leída y admirada por los adultos tanto como por los jóvenes, aunque desde otro punto de vista.
Cinder y Ella reinventa el cuento clásico de la Cenicienta, para adaptarlo al siglo XXI. Hace un retelling, como se le llama. De hecho, “Cenicienta” en inglés es Cinderella, que son los dos nombres de los protagonistas, fusionados. Hay muchas novelas que se basan en el retellingde cuentos clásicos, sin embargo. Pero esta es diferente. Sí, hay “la madrastra y las hermanastras”, y también hay un romance entre una chica a la que casi nadie conoce y alguien muy conocido por casi todos.
Pero ahí acaban las similitudes, al menos las importantes. Hay un par de detalles más que te hacen recordar a Cenicienta, pero son intrínsecos al desenlace, así que no diré más para no haceros spoiler.
Ella (de nombre completo Ellamara) Rodríguez, la protagonista femenina, no es una Cenicienta al uso. Es una fanática de los libros de fantasía que tiene un blog, “Las palabras de sabiduría de Ellamara” donde reseña películas y libros que le han gustado. Ellamara vive en Boston con su madre, y al principio de la novela se narra cómo salen de su casa para ir a celebrar su cumpleaños número dieciocho. Es muy , muy fan de una serie de libros, su favorita, llamada Las Crónicas de Cinder, de la cual, en la realidad alternativa de la historia, van a hacer una película. (Nota: El libro es así de genial para una lectora compulsiva como yo, entre otras cosas, por esas maravillosas referencias camufladas a libros y películas famosos). Es muy difícil explicar todo lo que hace a este personaje tan memorable y respetable sin hacer un tremendo spoiler, pero sí os puedo decir que Ella habla mucho por Internet con cierto chico que tiene el seudónimo de Cinder, el protagonista de esa saga de libros que tanto le gustan, y que su madre le puso el nombre de Ellamara porque así se llama otro de los personajes, una mística sacerdotisa druida… Y que esta chica maravillosa tiene que soportar una tragedia, después de la cual nada (por más que lo quiera Ella) volverá a ser lo mismo.
Ellamara narra la mayoría de los capítulos de esta novela, pero también se nos presenta la perspectiva de Brian Oliver, el joven actor del momento de Hollywood, que va a hacer el papel protagonista en una película, El príncipe druida, la adaptación del primer volumen de una saga literaria que le encanta…
Cinder y Ella es un libro sobre el amor, sí. Pero también es una historia de superación, que nos enseña que a veces las hermanastras no son tan malas, que la madrastra puede tener buenas intenciones, y que la vida no es fácil cuando te juzgan por ser quien no eres. Esta es una preciosa novela sobre cómo el amor puede con todo… incluso con las inseguridades. Te enseña que hay gente capaz de amarte por ser quien eres de verdad y no por quién aparentas ser. Que todos merecemos ser amados, haya pasado lo que haya pasado en nuestras vidas.
El mensaje principal es: “No juzgues, detrás de esa persona, de esa apariencia, sea buena o <<mala>> puede haber algo mejor de lo que imaginas”.
Este libro también cuenta con una segunda parte, llamada Felices para siempre. Ya os diré más.