“La salud depende de estar en armonía con nuestras almas” Edward Bach.
Nuestros hijos son seres emocionales desde que nacen. De bebés, a veces nos tiran del pelo, escupen la comida, tiran los juguetes y sonríen…y así llegan casi sin darnos cuenta a la adolescencia, expresando ese mismo carácter y esa rebeldía, de otra forma diferente, pero con el mismo objetivo, llamar nuestra atención.
Por eso la educación emocional empieza desde el nacimiento con: la lactancia materna, el colecho, etc. Aunque en la actualidad parece que nos entra la prisa, en el largo camino de la crianza, y queremos que se hagan mayores e independientes muy pronto, cuanto antes mejor. Así que delegamos esa transmisión del vínculo emocional que ofrecemos desde el amor, la seguridad, la calma, la confianza y el bienestar familiar, en terceras personas o instituciones.
Pero si queremos tener en cuenta las emociones y trabajarlas, es algo que requiere paciencia e intuición por parte de los padres. Porque amar es consolar, atender necesidades, apagar miedos o saber dar abrazos o caricias.
Cuidar es un Arte. Intuir las necesidades y saber dar la atención adecuada para sanar esos dolores emocionales, el contacto físico y ese tono de voz capaz de hablar con calma y cercanía, compartir momentos, situaciones, hábitos, risas…son pequeñas cosas que generan auténticas improntas que marcarán el desarrollo emocional a lo largo de toda la vida de nuestros hijos. Consolar, abrazar y estar presente, mejora el desarrollo emocional.
La seguridad, el afecto, el reconocimiento y disfrutar de estímulos enriquecedores con los que favorecer el crecimiento emocional, hacen que las relaciones intrafamiliares y externas, se hagan naturalmente desde el amor, con empatía y por el bien común.
Besemos, acariciemos, acompañemos y juguemos con nuestros hijos todo el tiempo posible, así ellos sabrán reproducir lo que ven en casa, para crear una sociedad más saludable, donde se cambie competencia por colaboración, interés propio por común y ego por amor.
La Familia es el primer Equipo Vital, y cómo afrontarán nuestros hijos sus relaciones en el resto de Equipos (el Colegio, la Universidad, el Trabajo, la Pareja…su Propia Familia) tendrá mucho que ver con cómo ellos han vivido este primer contacto afectivo con nosotros, su Familia.
Enseñemos a los niños a ser conscientes de sus sentimientos más profundos y a gestionarlos.
El mindfulness, por ejemplo, fortalece un circuito del cerebro que regula el control cognitivo y la atención. En Nueva Zelanda han investigado este tema con 1.000 niños de entre 4 y 8 años, a los que han vuelto a ver con 30 años. Cuanto mayor era el control emocional en la niñez, mayor éxito financiero y mejor salud tenían de adultos. Resultó un predictor mucho más fuerte que el cociente intelectual o el nivel económico de la familia. Y una forma de igualar el plano social.
Por eso ESTAR con nuestros hijos, meditar juntos, escucharlos, jugar, compartir…es el mejor regalo que les podemos hacer en este momento y para su futuro.