UNA DE CUENTOS (XVII)

“El Pozo” Jorge Bucay.

Esa ciudad no estaba habitada por personas, como todas las demás ciudades del planeta. Esa ciudad estaba habitada por pozos. Pozos vivientes,… pero pozos al fin.

Los pozos se diferenciaban entre si, no solo por el lugar en que estaban excavados sino también por el brocal (la abertura que los conectaba con el exterior).

Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros mas pobres, con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra. La comunicación entre los habitantes de la ciudad era brocal a brocal y las noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado.

Un día llego a la ciudad una “moda” que seguramente había nacido en algún pueblito humano. La nueva idea señalaba que todo ser viviente que se precie debería cuidar mucho mas lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo superficial sino el contenido.

Así fue como los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaron de joyas, monedas de oro y piedras preciosas. Otros mas prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos más, optaron por el arte, y fueron llenándose de pinturas, pianos de cola y sofisticadas esculturas post-modernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas.

Paso el tiempo. La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar nada mas. Los pozos no eran todos iguales, así que, si bien algunos se conformaron, hubo algunos que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo cosas en su interior.

Uno de ellos fue el primero: en lugar de apretar el contenido, se le ocurrió aumentar su capacidad ensanchándose.

No paso mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada. Todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer mas espacio en su interior. Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente. El pensó que si seguían hinchándose de tal manera, pronto se confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad.

Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse mas hondo en lugar de mas ancho. Pronto se dio cuenta que todo lo que tenia dentro de el le imposibilitaba la tarea de profundizar. Si quería ser mas profundo debía vaciarse de todo contenido.

Al principio tuvo miedo al vació, pero luego, cuando vio que no había otra posibilidad, lo hizo.

Vació de posesiones, el pozo empezó a volverse profundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las que él se había desecho.

Un día, repentinamente el pozo que crecía hacia adentro tuvo una sorpresa: Adentro, muy adentro, y muy en le fondo encontró ¡¡¡agua!!!

Nunca antes otro pozo había encontrado agua.

El pozo supero la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las paredes las paredes, salpicando los bordes y por ultimo sacando agua hacia afuera.

La ciudad nunca había sido regada mas que por lluvia, que de hecho era bastante escasa, así que la tierra alrededor del pozo, revitalizada por el agua, empezó a despertar.

Las semillas de sus entrañas, brotaron en pasto, en tréboles, en flores y en tronquitos endebles que se volvieron árboles después.

La vida exploto en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a llamar “El Vergel”.

Todos se preguntaban como había conseguido el milagro.

– Ningún milagro – contestaba el Vergel – hay que buscar en el interior, hacia lo profundo.

Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desanidaron la idea cuando se dieron cuenta que para ir mas profundo debían vaciarse. Siguieron ensanchándose cada vez más para llenarse de más y más cosas.

En la otra punta de la ciudad otro pozo, decidió correr también el riesgo al vació.

Y también empezó a profundizar.

Y también llego al agua.

Y también salpico hacia fuera creando un segundo oasis verde en el pueblo.

– ¿Qué harás cuando se termine el agua? – le preguntaban.

– No se lo que pasará – contestaba – Pero, por ahora, cuanto mas agua saco, mas agua hay.

Pasaron unos cuantos meses antes del gran descubrimiento.

Un día, casi por casualidad los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que habían encontrado en el fondo de si mismos era la misma.

Que el mismo río subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro.

Se dieron cuenta de que se abría para ellos una nueva vida.

No solo podían comunicarse, de brocal a brocal, superficialmente, como todos los demás, sino que la búsqueda les había deparado un nuevo y secreto punto de contacto: la comunicación profunda que solo consiguen entre sí, aquellos que tienen el coraje de vaciarse de contenidos y buscar en lo profundo de su ser lo que tienen para dar.

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UNA DE CUENTOS (IX)

“Al gran rabino Zusya, que yacía en su lecho de muerte, le escurrían las lágrimas por el

rostro.

Cuando sus adeptos le preguntaron por qué lloraba, dijo:

Si Dios me pregunta por qué no fui como Moisés, le responderé que no fui bendecido con esa habilidad de liderazgo o sabiduría.

Si Dios me pregunta: ‘Zusya, ¿por qué no fuiste Zusya? ¿Por qué no consumaste tu gran potencial? ¿Por qué no encontraste tu yo interior?’.

¿Qué le responderé?”

Cuento Jasídico.

Todos tenemos un gran potencial dentro y no necesitamos ser grandes líderes o populares para expresarlo y hacer bien al Mundo. Basta con que cada día actuemos según nuestro corazón con bondad y desde el amor, abriéndonos al Mundo y viviendo según nuestro potencial.

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UNA DE CUENTOS VIII por anayany.com

“Joshu, el maestro zen, le preguntó a un monje que era nuevo en el monasterio:

– ¿Te he visto antes?

El nuevo monje repuso

– No señor.

– Entonces tómate una taza de té.

Joshu se volvió entonces a otro monje:

– ¿Te he visto antes?

El segundo monje contestó:

– Si, señor, por supuesto que me ha visto.

– Entonces tómate una taza de té.

Más tarde, el monje que administraba el monasterio, le preguntó a Joshu:

– ¿Cómo es que ante cualquier respuesta siempre ofreces una taza de té?

Ante esto, Joshu gritó:

– Administrador, ¿aún estás aquí?

– Por supuesto, maestro – repuso el administrador
– Entonces tómate una taza de té”.

Reflexión: La reacción ante las respuestas a nuestras preguntas debe ser siempre la misma-

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UNA DE CUENTOS (V)

“La persona que ama también se da cuenta de lo grato y dichoso que significa estar vivo”. Leo Buscaglia

Un político, un empresario y un intelectual fueron a visitar al sabio Lao Tsé. 

Habían oído que era verdaderamente feliz. 

Nada más verle, los tres sintieron que su presencia emanaba armonía, paz y serenidad. 

“¿Acaso tienes poder sobre otros hombres?”, le preguntó el político. 

Lao Tsé negó con la cabeza. “El único hombre del que soy dueño es de mi mismo”. 

Seguidamente, el empresario intervino: 

“¿Acaso acumulas riquezas materiales?” 

El sabio volvió a negar con la cabeza. “Lo único que tengo son estas ropas que llevo puestas”.


Por último, el intelectual añadió: 

“¿Acaso has alcanzado todo el conocimiento que los eruditos anhelan poseer?”

Lao Tsé negó con la cabeza por tercera vez. “El único conocimiento que atesoro es el que me brinda mi propia experiencia”. 

Desconcertados, los tres hombres le preguntaron al unísono: 

“Y entonces, dinos: ¿cuál es la causa de tu felicidad?” 

El sabio sonrió y respondió: 

“La verdadera felicidad no tiene ninguna causa. Estoy vivo, y eso es lo único que necesito para ser feliz”.

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UNA DE CUENTOS (IV)

EL NIÑO QUE PUDO HACERLO…

«Dos niños llevaban toda la mañana patinando sobre un lago helado cuando, de pronto, el hielo se rompió y uno de ellos cayó al agua. La corriente interna lo desplazó unos metros por debajo de la parte helada, por lo que para salvarlo la única opción que había era romper la capa que lo cubría.

Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero al ver que nadie acudía buscó rápidamente una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas.
Golpeó, golpeó y golpeó hasta que consiguió abrir una grieta por la que metió el brazo para agarrar a su compañero y salvarlo.

A los pocos minutos, avisados por los vecinos que habían oído los gritos de socorro, llegaron los bomberos.

Cuando les contaron lo ocurrido, no paraban de preguntarse cómo aquel niño tan pequeño había sido capaz de romper una capa de hielo tan gruesa.

-Es imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la fuerza suficiente ¿cómo ha podido conseguirlo? -comentaban entre ellos.

Un anciano que estaba por los alrededores, al escuchar la conversación, se acercó a los bomberos.

-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.

-¿Cómo? -respondieron sorprendidos.

-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo».

Moraleja: SÍ SE PUEDE.

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UNA DE CUENTOS (III)

La fiesta.

«Alguien se pone en camino y, al mirar hacia delante, distingue a lo lejos la casa que le pertenece.

Sigue caminando hacia ella y, al llegar, abre la puerta y entra en una habitación preparada para una fiesta.

Están invitados todos los que fueron importantes en su vida, y todo el que viene trae algo, se queda un tiempo, y luego se va.

Así, pues, asiste cada cual con un regalo por el que ya pagó todo el precio: la madre, el padre, los hermanos, un abuelo, una abuela, el otro abuelo, la otra abuela, los tíos y las tías, todos los que hicieron sitio para él, todos los que lo cuidaron. Incluso vecinos, amigos, maestros, parejas e hijos.

Todos los que tuvieron importancia en su vida y los que aún la tienen.

Y cada uno que llega trae algo, se queda un poco, y luego se va.

Igual que los pensamientos, que llegan, traen algo, se quedan un poco, y luego se van.

Igual que vienen los deseos o el dolor: todos traen algo, se quedan un poco y luego se van.

Y también la vida: viene, nos trae algo, se queda un poco y luego se va.

Después de la fiesta, la persona se encuentra colmada de regalos y sólo permanecen a su lado aquellos a quienes corresponde quedarse todavía un tiempo.

Se acerca a la ventana y se asoma: ve otras casas, sabe que en su día también celebrarán una fiesta. Él irá, llevará algo, se quedará un poco y luego se Irá.

También nosotros participamos aquí de una fiesta, trajimos algo, tomamos algo, nos quedamos un tiempo, y luego nos vamos”.

Vivir.

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UNA DE CUENTOS (II)

“Pongamos una rana en un recipiente lleno de agua y comencemos a calentar el agua.

A medida que la temperatura del agua empieza a subir, la rana ajusta su temperatura corporal en consecuencia.

La rana se mantiene ajustando su temperatura corporal con el aumento de la temperatura del agua.

Justo cuando el agua está a punto de alcanzar el punto de ebullición, la rana no puede ajustar más.

En este punto la rana decide saltar.

La rana trata de saltar, pero es incapaz de hacerlo, ya que ha perdido toda su fuerza ajustando la temperatura corporal.

Muy pronto la rana muere.

¿Qué mató a la rana?¿El agua hirviendo?

Lo que mató a la rana fue su propia incapacidad para decidir cuándo saltar».

Moraleja: Saltemos mientras tengamos la fuerza.

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UNA DE CUENTOS

“Había una vez un niño muy curioso, sensible e inquieto que fue al circo y se quedó maravillado al ver la actuación de un gigantesco elefante. En el transcurso de la función, el majestuoso animal hizo gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Durante el intermedio del espectáculo, el chaval se quedó todavía más sorprendido al ver que la enorme bestia permanecía atada a una pequeña estaca clavada en el suelo con una minúscula cadena que aprisionaba una de sus patas.

“¿Cómo puede ser que semejante elefante, capaz de arrancar un árbol de cuajo, sea preso de un insignificante pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros del suelo?”, se preguntó el niño para sus adentros. “Pudiendo liberarse con facilidad de esa cadena, ¿por qué no huye de ahí?”, siguió pensando el chaval en su fuero interno.

Finalmente, compartió sus pensamientos con su padre, a quién le preguntó: “¿Papá, por qué el elefante no se escapa?” Y el padre, sin darle demasiada importancia, le respondió: “Pues porque está amaestrado.” Aquella respuesta no fue suficiente para el niño. “Y entonces, por qué lo encadenan?”, insistió. El padre se encogió de hombros y, sin saber qué contestarle, le dijo: “Ni idea”. Seguidamente, le pidió a su hijo que le esperara sentado, que iba un momento al baño.

Nada más irse el padre, un anciano muy sabio que estaba junto a ellos, y que había escuchado toda su conversación, respondió al chaval su pregunta: “El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a esa misma estaca desde que era muy, muy, muy pequeño.” Seguidamente, el niño cerró los ojos y se imaginó al indefenso elefantito recién nacido sujeto a la estaca.

Mientras, el abuelo continuó con su explicación: “Estoy seguro de que el pequeño elefante intentó con todas sus fuerzas liberar su pierna de aquella cadena. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, no lo consiguió porque aquella estaca era demasiado dura y resistente para él.” Las palabras del anciano provocaron que el niño se imaginara al elefante durmiéndose cada noche de agotamiento y extenuación.

“Después de que el elefante intentará un día tras otro liberarse de aquella cadena sin conseguirlo”, continuó el anciano”, llegó un momento terrible en su historia: el día que se resignó a su destino.” Finalmente, el sabio miró al niño a los ojos y concluyó: “Ese enorme y poderoso elefante que tienes delante de ti no escapa porque cree que no puede. Todavía tiene grabado en su memoria la impotencia que sintió después de nacer. Y lo peor de todo es que no ha vuelto a cuestionar ese recuerdo. Jamás ha vuelto a poner a prueba su fuerza. Está tan resignado y se siente tan impotente que ya ni se lo plantea.”

Cuento extraído del libro “Déjame que te cuente” de Jorge Bucay.

Moraleja: Despertar está en nuestras manos, nunca es tarde para tomar una decisión que pueda mejorar nuestras vidas. Atrevámonos a cuestionar y confrontar aquellos miedos inconscientes que llevan años limitándonos, de manera que podamos convertirnos en personas libres.

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